14 de noviembre de 2003

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Greenville, Carolina del Sur

-¿Annie?-

-Hola Nani, ¿Cómo te has sentido hoy?- ese par de ojos risueños entraban en esa vieja cabaña con un enorme bolso-Traje un poco de todo, mira, fruta, verduras, la esposa de mi hermano me ha hecho un caldo riquísimo, deja lo caliento-

-Eres un sol mi niña, pero estoy bien, solo un poco cansada por el viaje al medico-

-Esta bien, tu descansa, yo tengo todo lo necesario, me educaste bien- beso su frente aguantando el nudo que sentía en su garganta al ver a la mujer que cuido de ella tan cansada

-Al menos contigo lo hice bien-

-Billy tiene que trabajar Nani, si el pudiera estaría aquí, lo sabes- y esa mentira le supo a acido puro en cuanto resbalo por su garganta-Sabes que cuando lo visite me dijo que vendría pronto-

-Lo quieres mucho, por eso lo justificas, no dejes que ese amor te ciegue hija, yo los amo pero...-

Annie sabia lo que le diría, le diría lo mismo que le había dicho todo el mundo durante esos años, "suelta esa ilusión niña" sus hermanos se lo repetían constantemente y tenían razón, pero después de su ultimo encuentro no tuvo corazón para decirle a su quien le crio la verdad. 

No podía decirle "Nana, tu hijo es la peor mierda del mundo" 

-Listo- se acerco a ella con un plato lleno que con todo el amor y el cuidado le dio mientras su platica alejaba a los malos pensamientos y le sacaba una o dos sonrisas.

Nani, como ella le llamaba cuido de ella desde que tenia 4 años, cuando su madre decidió que no le eran necesario cuatro hijos y que necesitaba vivir su vida. En ese entonces esa mujer trajo consigo a su hijo de 11 años, era callado y bastante rebelde.

Cuando Connor, el hermano mayor de Annie le ofreció pagarle los estudios a los 16 años, no lo dudo ni un segundo, todos creyeron que reformaría su camino, que miraría atrás y cuidaría de su madre como ella se lo merecía, después de todo ellos lo hacían.

Pero no fue así, la sed de poder que tenia era superior a sus principios, era un chico inteligente y para cuando termino la universidad ya tenia asegurado un empleo en la ciudad. Carolina del Sur no era un lugar donde él se estancaría, su mirada estaba puesta en la gran manzana, estaba cansado de ser el hijo de la criada, aunque jamás nadie nunca lo hubiera tratado así.

Billy se sentía de piedra, y todos lo creían de esa manera, al menos hasta que estaba cerca de Annie, todos sus escudos bajaban cuando estaba con ella. primero la miraba con recelo, sabiéndose completamente inferior a su persona, la recordaba pequeña y pecosa con un par de trenzas de la mano de su madre, de alguna manera en ese entonces se sintió celoso de ver como a ella la atrapa en su regazo y la cuidaba al dormir, mientras que en su niñez no recordaba mas que a un padre abusivo y a una madre débil, para él que ella gozara de esa infancia era completamente injusto. 

Annie creció como las flores de ese campo que tanto amaba, fue a la universidad local, y se dedico a cuidar aquel rancho con sus hermanos, era lógico, porque la gente adinerada como ellos no tenían que esforzarse con nada, al menos eso pensaba Billy.

en realidad los anhelos de la chica eran simples, amaba el campo, y amaba montar y en ese rancho a en medio de la nada tenia todo lo necesario para ello, no requería mas, ni si quiera pensaba en amor, ni en dinero, solo en tener un trofeo juntos a los de sus hermanos y sus padres y que quizá en algún momento, su madre mirara su nombre en la televisión y sintiera arrepentimiento por no quedarse con sus grandiosos hijos. 

-¿Qué haces aquí?- aquel hombre acalorado vestido de traje le interrogaba en la entrada

-Guarda silencio- Annie puso el dedo sobre su boca tomándolo del brazo para sacarlo de la cabaña

Una Vaquera llamada Annie BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora