13 de noviembre de 2005

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Greenville, Carolina del Sur


Las palabras de Annie se repetían en su cabeza una y otra vez, ¿Cómo podía ser tan tonta? Billy era un descarado, pero jamás una persona que no aceptara sus errores, sabia perfectamente que la persona a la cual hirió mas en este mundo con todo el uso de razón fue también a quien mas amo.

Sus ambiciones le sobrepasaron innumerables veces y termino clavando tantos cuchillos en aquella chica que parecía ya estar acostumbrada a caminar desangrada. Claro que le dolía saber que se encontraba tan desesperada como para buscarle, tenia dos meses sin mandarle nada, pensó que se había cansado, pero no... en realidad estaba perdiendo a su padre.

No estaba preparado para eso.

Aunque jamás seria capaz de admitirlo en voz alta, le tenia un enorme aprecio a Adam Brown y a Connor, todo lo que es, y todo lo que tenia se los debía a ellos, incluso el amor que latía en su pecho llevaba su sangre.

Cuando de Annie se trataba el mundo cambiaba de color, tenia razón cuando dijo que al ver el remitente sonreía, porque lo hacia, de verdad se sentía con ella con cada correo. La lluvia de Londres siempre le recordaba lo lejos que estaba de ella, en ese pequeño rancho en mitad de la nada, donde las risas y las cervezas nunca faltaban.

Mientras el auto avanzaba hacia el aeropuerto y esos pensamientos le rondaban la memoria comenzó a ponerse nervioso. Los recuerdos de una vida a la que ya no pertenecía le ahogaban, en ese pequeño lugar del mundo encontró las mas pobres ambiciones y las sonrisas mas felices, quizá nunca fue tan feliz como cuando fue un niño y jugaba con Nolan y Anna. Los olores de los veranos calurosos comenzaron a llegar a su memoria, cerro los ojos intentando poner los pies en la tierra, y la imagen de Annie a los 16 años corriendo hacia el rio con vaqueros y camisa le llenaban la retina,. Se vio saltando con ella, con la ropa de la universidad puesta, el mundo era suyo, en ese momento no le importaba si no tenia un peso en sus bolsillos, porque ahora mismo eran las manos de Anna que los llenaba entre agua y risas, mientras alguna tonada nueva inundaba su garganta.

No podía hacerlo.

-Por favor... déjeme aquí-

-Pero señor, esta lloviendo, no llegara al aeropuerto...-

-No iré al aeropuerto, yo... yo solo... lleve las maletas a casa, necesito...- y abriendo la puerta se encontró en medio de un Londres lleno de gente que buscaba cubrirse de la lluvia.

Ella jamás vendría con él a este lugar, hacia demasiado frio, aquí no había rodeos, ni caballos, y nadie reía con la efusividad que ella lo hacia. Pero Greenville, si pisaba ese lugar seguramente no querría regresar, si tomaba la mano de Annie no volvería, si besaba sus labios renunciaría al mundo.

-No lo lograste...- su madre lo miro entrar empapado

-Enviaremos flores...- paso de largo viendo la decepción en el rostro de su madre

No importaba cuantos logros tuviera, ya no estaba en esa vieja cabaña, ni tenia que hacer nada para otros, pero su mirada siempre era la misma, le veía como si le faltara un trozo, como si fuera un discapacitado, lo miraba con tanta lastima que le dolía.

Y entonces se miro en el espejo... claro que daba lastima ¿Por qué volvería a ese lugar? miro esa fila de trajes caros y aquella caja llena de relojes que en la vida soñó que podía comprar.

-Tengo todo, lo tengo, tengo todo para ser feliz...- se repitió agitado revolviendo los relojes desesperado sintiendo como cada cosa de esa habitación se reía de el.

Una Vaquera llamada Annie BrownWhere stories live. Discover now