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Juan se balanceaba sobre sus pies a la espera de ser atendido en casa de los Buhajeruk. Por primera vez en mucho tiempo, algo bueno había pasado. El día anterior, ari llegó muy emocionada a la casa con la buena noticia de que le habían aumentado la paga mensual en el trabajo, sabía que al menos su hermano menor podría tomarse un descanso para salir y divertirse más seguido, trató de convencerlo de que con el dinero que ella recibía era suficiente, hasta que al final, juan cedió, y creyó que podría tomarse unos días libres para dormir o ver algunas películas.

Esa misma noche tuvo la increíble idea de que sería el momento perfecto para aprender a hacer algunos cupcakes, pensando en que spreen no se los iba a rechazar. Buscó una receta simple en internet, sacó sus materiales y empezó. Él sabía perfectamente desde el inicio que no sería tan fácil porque jamás los había hecho en su vida, por eso, la primera y segunda tanda fueron un asco, algunos estaban muy pasados y otros demasiado crudos, ya había perdido una enorme cantidad de ingredientes, pero no iba a darse por vencido.

¡Al fin! grito al cabo de unas horas cuando sacó los moldes y los

panecillos estaban en su punto.

Limpió toda su área de trabajo y se dedicó a la decoración, sería algo muy

sencillo, pero el que le daría a Spreen iba a ser diferente.

Los segundos pasaban y Spreen no atendía la puerta, seguía balanceándose de un lado a otro por el nerviosismo, quería dárselo personalmente y se iba a sentir muy triste si no se encontraba en casa en ese momento.

¡Buenos días!-saludó con una enorme sonrisa como siempre hacía-

Tranquilo, no vengo a ofrecerte mis galletas, tal vez la otra semana-rió.

-Juann-sonrió automáticamente ante la energía que Juan le transmitía.

-Traje algo para ti-sus mejillas tomaron un leve color rosa.

Spreen lo miraba con ternura, iba vestido con un pantalón negro, en su cabeza había un bonito gorrito color celeste y sus zapatos rosas hacían juego con su sudadera rosa. Muy lindo ante sus ojos.

¿Quieres pasar?-soltó de repente mientras seguía pensando en lo bonito que se miraba.

Juan abrió sus ojitos con sorpresa ante la propuesta, era extraño para él
porque nunca había estado en la casa de alguien más que no sea sus amigos.

-Los chicos están adentro-siguió hablando al ver su expresión de asombro y nerviosismo-Solo si quieres, está haciendo algo de frío.

El menor asintió y entró al hogar de los Buhajeruk. Todo dentro de la casa se veía muy ordenado y limpio, el color blanco de las paredes resaltaba las plantas que adornaban algunos muebles. Caminó hacia la sala y se topó con varias fotos enmarcadas en las que se notaba a simple vista que eran Spreen y su madre, se parecían muchísimo. Tomó asiento en el sofá bajo la mirada nerviosa de Spreen, la propuesta había salido de sus labios sin haberla pensado, solo sintió la necesidad de tenerlo cerca más tiempo, dejándolo así pasar a su casa.

Corrió escaleras arriba un tanto agitado, entró a su habitación y encontró a sus amigos jugando con el celular muy entretenidos y a gusto, solo así podían estar en silencio.

-¡Chicos! Juan está abajo y necesito que bajen conmigo-dijo muy nervioso.

Robleis pausó su partida y puso sus ojos en Spreen, se veía nervioso y
desesperado, algo totalmente nuevo en él, cuando se trataba de alguien más, nunca lo había visto así.

-¿Juan? ¿El chico de las galletas? ¿Ese Juan?

-Si, tonto, ¿acaso conoces a otro Juan que viva por aquí?-rodó los ojos, siendo el mismo de siempre.

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