Capítulo 32

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Él no es real

Atenea Morelli

He seguido viendo a Alonso, llevamos un mes saliendo y compartiendo juntos, en los últimos días hemos concretado más nuestras salidas, no solo hemos basado esto en sexo, ha ido más allá y me gusta.

Dentro de poco Pedro piensa volver a la ciudad a ver a la niña, mientras paso mucho tiempo con mi hija, me gusta esa parte de mi vida, la única que queda, la cual no está podrida. Mientras Hera juega en mi habitación yo me maquillo frente al espejo, pienso salir a cenar esta noche con Alonso.

Domenico estaba todo el día con nosotros, decidí prepararle algo de comer tanto a él como a su hermana, todo para que se sintieran a gusto. Me gusta tener a las personas que amo en casa, hace que mi hogar se sienta cálido, evita que se vea tan grande y vacío, aunque con mi hija es más que suficiente.

― Tenemos que hablar.― Adriano entra a mi habitación con su laptop en manos.

Hago una seña hacia donde se encuentra mi hija jugando con mis joyas y ropa, Hera le sonríe y continúa jugando.

― ¿Es urgente?

― Si no lo fuera no estuviera aquí interrumpiendo tu maquillaje.

Me volteo y miro en dirección a Hera, le sonrío antes de hablarle.

― Cariño, mamá, debe hablar con tu tío Adriano.― me levanto y la ayudo a quitarse la ropa pesada de encima.― Luego vienes a jugar.― beso su frente y la acompaño a la puerta.

― Está bien mami.― choca los cinco con Adriano y se va hacia su habitación.

Cierro la puerta detrás de mí y me volteo quedando frente a Adriano, este se ve tenso y me asusta su actitud.

― ¿Qué es eso que quieres decirme con tanta urgencia que no puede esperar?

Deja su laptop sobre mi peinadora, toma asiento frente a la misma y me mira.

― Debes ver esto antes de que te vayas con Alonso.

― Me estás asustando Adriano, ya dime.

― Alonso Di Marco no existe, es por eso que nunca he podido encontrar información sobre él.― me muestra la pantalla del portátil.

― ¿Cómo qué no existe?― no puedo creer lo que dice, todo este tiempo he estado hablando con Alonso, para mí es Alonso.

― El único Alonso que existe cerca de nuestra localidad es Alonso Darcel, creo que no es este.― en la pantalla del portátil aparece la fotografía de un hombre apuesto, pero más maduro, no es para nada el Alonso con el que me estoy acostando.

― No es el Alonso que conozco.― paso las manos por mi cabello, quiere decir que he estado con un completo desconocido.

― Correcto, has estado viéndote con un completo desconocido.

Así como lo dice suena alarmante, realmente es alarmante saber que es un completo desconocido al cual le he confesado parte de mi vida.

― ¡¿Entonces quién diablos es?!

― No tengo ni la más mínima idea, pero ya no puedes seguir viéndote con él.

¿Qué? Si me lo hubiera dicho cuando a penas comenzaba a verlo, puede que accediera fácil a su petición, pero ahora que no sé explicar lo que siento por él, es imposible hacer lo que me pide.

― Ahora que sabemos esto no puedo alejarme así, sabría que sospecho de algo.― me detengo detrás de él y masajeo sus hombros.― Podemos tomar esto como un motivo de investigación, puedo meterme en sus cosas y buscar algo que me ayude a comprobar quien es.

Omito decirle sobre el tatuaje que tiene en el brazo, deseo descartar yo misma cualquier posibilidad, si sabe que se trata de quien sospecho me impediría verlo otra vez.

― Es peligroso, no sabemos de quién se trata.

― Tranquilo, buscaré lo necesario y luego no volveré a ver más.― trato de convencerlo como puedo.

Se levanta con su portátil en manos, se acerca a la puerta y me mira tenso.

― No estoy de acuerdo con lo que piensas hacer.― sale dando un portazo.

Me dejo caer sobre la cama, todo esto simplemente me supera, entiendo que todo lo que está sucediendo, la magnitud del problema. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados como si nada, sabe que no soy de dejarle mis responsabilidades a los demás y esto es mi responsabilidad, solo mía.

Termino de arreglarme, un vestido color aceitunas cubre mi cuerpo, como joyas lo único que me acompaña son unos pequeños pendientes de diamantes azules, mi maquillaje es sencillo, mis ánimos no están muy elevados que digamos.

Escojo un bolso pequeño color negro, entro las llaves de mi auto en el mismo y salgo de la habitación, mientras bajo la escalera veo la silueta de Domenico, ruedo los ojos, no dudo de que Adriano le haya contado todo.

― ¿A dónde vas?― pregunta Domenico, puedo percibir cierta molestia en su tono de voz.

Termino de bajar las escaleras bajo la atenta mirada de ambos, Adriano sostiene un vaso de whisky, también está molesto.

― He quedado de verme con...― pienso que nombre decir, ya que el hombre que consideraba como Alonso, realmente no lo es.― Alonso o como sea que se llame.

Niega, veo su mandíbula tensarse, se ve jodidamente sexy cuando hace eso, trato de evadir esos pensamientos.

― ¡¿Te volviste loca?!― me mira fijamente, me aterra la manera en que me mira.― No conoces a ese idiota, no sabemos si es enemigo o qué diablo y tú piensas verte con él.

― Necesito saber con quién me he estado acostando.

― Olvida eso, nosotros tomaremos cartas en el asunto.― niego rotundamente, de ninguna manera pienso permitirlo.

― Esto es asunto mío, ya bastante han hecho por mí.― me acerco a los dos.

― Y haremos más si llega a ser necesario, eso no es problema para nosotros.― la mano de Domenico acaricia una de mis mejillas con delicadeza y ternura.

― Si están aterrados porque algo pueda sucederme, no deberían, saben a la perfección que sé defenderme.― tomo la mano de los dos.― Cualquier situación que signifique peligro, tengan por seguro que lo notificaré con ustedes.

― ¡Maldita sea Atenea! Siempre terminas ganando.― Adriano toma todo el líquido de golpe y aprieta los dientes.

― Al menos deja que te llevemos, estaremos tranquilos al saber el lugar al que irás exactamente.― sugiere Domenico.

Ruedo los ojos, sé que no se darán por vencidos hasta que acepte la compañía de los dos, por eso, asiento y camino hacia la puerta escuchando sus pasos detrás de mí.

― Acepto la compañía de los dos, solo porque son un puto grano en el culo.― entro en la parte trasera de mi auto.― Nada más.― sentencio.

― Sí, sí, lo que tú digas.― Adriano sube al asiento del piloto y enciende la camioneta.

Adriano y Domenico hablan en todo el trayecto sobre temas de trabajo, prefiero mantenerme al margen, lo único que puedo pensar es en toda la información que mi cerebro ha tenido que procesar en las últimas horas.

Sed de poderWhere stories live. Discover now