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POV LUZ.

Llegó el tan esperado fin de semana en el que celebrábamos el cumpleaños de Marta. Esta ya había comentado por el grupo semanas antes si nos cuadra bien a todos y afortunadamente así era.

"¿PREPARADOS PARA EL MEJOR FINDE DE LA HISTORIA?" – escribió Marta.

Todos le respondimos con un si rotundo y emoticonos.

Habíamos quedado en ir en cuanto termináramos nuestros turnos ese mismo viernes.
Marta le había dado el día libre a Ainhoa y como yo también lo tenía libre nos fuimos al chalet de Marta en cuanto terminamos el desayuno.

Cada una llevábamos una mochila para los dos días que íbamos a estar.

– ¿Lo tienes todo? – asentí.

– Cierra tú que yo voy bajando a por el coche – le indiqué y cogí su mochila también.

Diez minutos después estábamos en marcha, Ainhoa me indicaba con el GPS por donde era.

– El de la izquierda es – indicó.

Aparcamos y cogimos nuestras mochilas.
Llamamos al portero automático y después de cuatro tonos la puerta se abrió.

– ¡Bienvenidas! – exclamó Marta desde el porche.

El exterior era increíble, la casa la rodeaba un jardín que lucía muy bien cuidado, había enredaderas deslizándose por la fachada y farolillos que alumbrarían por la noche el camino de piedras que te guiaba hasta la entrada.

– Esto es muy tú – hablé sin perderme lujo de detalles.

– Concuerdo – apoyó Ainhoa.

– Pues os vais a quedar sin palabras al ver el interior, venir – nos agarró a ambas y nos guió emocionada.

Y tenía razón, no sabía como describir lo que estaba viendo, era todo muy Marta.

El salón era tres veces el nuestro y ni que hablar de la cocina, esa creo que fue la parte favorita de Ainhoa.

– Por favor déjame vivir en tu cocina – suplicó esta.

Nos enseñó las diversas habitaciones que tenía, demasiadas para vivir ella sola.

– Elegir la vuestra – Ainhoa y yo nos miramos.

– ¿Compartimos habitación? – pregunté yo.

– Sobri, esto no es como el hotel, aunque haya muchas habitaciones los demás también tienen derecho a dormir en ellas, asi que sí, compartis habitación ¿no os supone ningún problema, verdad? – nos miró a ambas.

Miré de reojo a Ainhoa, esta ya me estaba mirando.

A mí problema ninguno, no sé que opinará ella.

– Sin problema – contestó.

– Genial, veo que tú piensas lo mismo – habló Marta refiriéndose a mí.

Le dije a Ainhoa que eligiera ella, a mi me daba igual la habitación. Escogió la que tenía vistas a la piscina, esa que aún no habíamos visto.

La habitación contaba con dos camas individuales con una mesilla para cada una y un armario compartido. También tenía baño en la misma, un plus que me sorprendió.

– A ver que tengo que seguir con el tour, he dejado lo mejor para el final – seguimos a Marta que nos condujo de nuevo al salón.

Este tenía un gran ventanal que se abría a modo de puerta para poder salir al jardín. Había una gran mesa de madera con las sillas a juego y una barbacoa, supongo que allí comeríamos estos días.
La piscina se encontraba detrás de la casa y era más grande de lo que me había parecido. Había varias tumbonas y a unos cuantos metros más alejado, se  encontraba el invernadero, esto si que era muy Marta.

En la puerta del al lado || LuznhoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora