01. Tratos Peligrosos.

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Las manos delicadas de la mayor se deslizaban lentamente entre los trozos de cabello color chocolate unas tijeras algo viejas, los mechones caían contra la madera sutilmente antiguo del suelo. Y cuando ella terminó su trabajo, sonrió, separándose de su hermana menor por unos momentos en busca de un espejo para mostrarle el resultado final de su corte.

Rose esperó pacientemente, pasando sus dedos por la tela de su vestido, buscando eliminar algún rastro de su antiguo cabello y esparciéndolo en el suelo. Luego le ayudaría a su hermana Sarah a limpiar.

Escuchó los zapatos de la mayor, manteniéndose en silencio y quieta, mientras ella le entregaba un pequeño espejo bastante maltratado, en el que logró ver su reflejo. Ojos oscuros al igual que su cabello, éste estaba algo mal cortado. Y no puso evitar formar una mueca de desagrado.

─Oye, no te pongas exigente─. Le reprendió la mayor, quitándose el mandil de encima para dejarlo sobre el respaldo de la silla de madera.

─No quiero ofenderte, Sarah. Pero está horrible─. Admitió en voz alta, chasqueando la lengua mientras su hermana mayor rodaba los ojos.

─El cabello crece, seguro que cuando crezca se acomoda mejor─. Le dió una mirada fija, en silencio. ─¡Vamos, Rose! A tí se te ve precioso, lo sabes─. Trató de animarla, y ella solo le sonrió, buscando complacerla.

Tampoco quería hacerla sentir mal.

─De acuerdo─. Terminó rindiéndose. ─Me gusta, no se ve tan mal─.

─Por supuesto que no─. Dijo con obviedad la muchacha de 21 años, bastante alta de ojos grandes claros, cabello oscuro igual al de ella y piel pálida. ─¡Noah, ven aquí, es hora de cortarte el cabello a ti!─. Gritó en voz alta, dándole unos empujones a su hermana menor para que desocupara la silla en la que se encontraba sentada.

La puerta a unos pocos metros se abrió, dando paso a un niño de 13 años, pecoso con los ojos grandes de sus hermanas.

─Vamos, Rose, deja que Noah se siente─. La nombrada asintió, levantándose rápidamente y sonriéndole como saludo a su hermano menor que abrió los ojos al verla.

─¿Qué te pasó? Te pareces a la muñeca esa fea de trapo que Jonathan le arruinó a Sarah cuando eran pequeños─. Expresó él niño de ropas algo sucias, sin saber qué ese también sería su destino.

─Huye mientras puedas─. Susurró teatralmente, recibiendo un golpe suave por parte de su casi madre en el hombro. ─¡Auch!─. Chilló, acariciando la parte afectada.

─No digas eso. Ven, Noah─. El joven dudó unos minutos, soltando un suspiro cansado antes de aceptar y tomar asiento.

La mayor se colocó el mandil que cubría sus ropas del cabello cortado, atándolo por su cintura para luego tomar las tijeras.

─Hoy a sido un día pésimo─. Admitió el muchacho con el cabello lacio un poco más abajo del inicio de sus orejas.

La familia de Rose eran solo ellos tres, y su hermano mayor llamado Jonathan, él era pescador en el río del Distrito 4, por lo que en ese momento no estaba en casa. Su hermana y ella se dedicaban a vender anzuelos y cañas de pescar a la gente, puesto que esa era la principal fuente de comida de la gente de aquella pequeña zona. Por supuesto, de alguna manera Rose se sentía afortunada de vivir en un lugar menos pobre, no como el 11 o 12, que eran los lugares más deprimidos y con poco alimento y provisiones para los hogareños. Nunca los había visitado, pero no era sorda, y los rumores eran bastantes.

Rose.| Los Juegos Del Hambre. | Finnick Odair. Where stories live. Discover now