La Navaja oxidada

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El era una navaja oxidada que cortaba dejando huellas en mi piel.

En medio de la oscuridad y del silencio, el se erigía como una navaja oxidada. Su filo ya no era tan afilado como solía ser, pero aún así, su capacidad para cortar y dejar huellas en la piel permanecía intacta. Cada vez que se abría paso a través de las capas más superficiales de la epidermis, dejaba tras de sí señales de su presencia, cicatrices visibles del dolor causado en mi.

Sin embargo, a pesar de su deterioro y aspecto desgastado de esta vieja navaja oxidada evocaba cierta fascinación en aquellos que la observaban. Como si encerrara un misterio en su oxidación, su apariencia desgastada representaba años de luchas y heridas acumuladas. Más que todo años de traumas en la trayectoria de sus cortes en la piel contaba la historia de su sufrimiento y resistencia, narrando un relato de fortaleza en medio de la adversidad.

Aquellos que se acercaban a ella, cautivados por su peculiaridad, podían notar que, a pesar de sus apariencias, esta navaja oxidada poseía una cualidad singular, la capacidad de marcar a quienes se cruzaban en su camino en determinado momento me marcó de por vida dejando una huella en mi corazón. Sus cortes perfectamente dolorosos dejaban una impresión duradera en mi alma y corazón. Cada vez que me atrevía acercarme un poco más iba cortando hasta desgastar esa poca distancia que había recorrido, deteriorando poco a poco cada parte de mi.

La navaja oxidada, con su filo desgastado, simboliza no sólo la capacidad de causar dolor, sino también la habilidad de impactar y transformar a aquellos que se encontraban en su trayectoria. Sus huellas en la piel, aunque visibles y a veces sangrantes, funcionaban como recordatorios de las experiencias vividas y superadas. Eran marcas de crecimiento y aprendizaje, testimonios de una resistencia inquebrantable, una resistencia por sentir amor.

Nadie debe colocar resistencia a un corte de sentimientos por parte de una navaja, por que cada vez va dejando heridas sangrantes, que cada vez que sanaban dejaba una cicatriz.

Cicatrices que no sanaba, cicatrices que dejan una marca fea en tu vida.

Así como la mancha de un borrador en una hoja en blanco.

O simplemente el café derramado en una camisa blanca elegante.

Que por más que intentes quitar estas manchas son muy difíciles de eliminar ya que siempre quedará el rastro de ella.

la capacidad de herir y sanar, de lastimar y curar, todo en una sola entidad. Una contradicción que nos recuerda que la belleza y el sufrimiento pueden coexistir dentro de lo mismo.

En definitiva, el era eso una simple navaja vieja oxidada y deteriorada que cortaba dejando huellas en la piel.

Un objeto aparentemente desgastado, pero con un poder inmenso e innegable. Una representación vívida de la complejidad humana y la capacidad de transformación, capaz de dejar una marca indeleble en aquellos que se aventuraban a conocerla de cerca.

Tal vez en esta vida nunca teníamos que coincidir o haber coincidido.

Por qué es necesario botar las navajas cuando están a este punto de deterioro, ya que si tu las dejas en un mismo lugar por mucho tiempo , queda una mancha por su oxidación que es muy difícil de disolver. A veces su punto de oxido es tan fuerte que no se puede quitar de aquel sitio, por naturaleza con algún líquido o sino con algo mas fuerte como una lija que poco a poco deteriore esa oxidación ocasionada accidentalmente pero bien visible del daño por venir .

Tal vez eso fuimos.

Y tal vez eso seremos.

Tu eras la navaja oxidada pero yo era algún líquido o lija que a la fuerza intentaba quitar el deterioro que habías causado especialmente por tu oxidación.

una vida sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora