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Robert observa fijamente el pastel. Es de chocolate con un relleno de fresas y pan de vainilla, decorado con un conejo y un gran número cinco.

Es el cumpleaños de Pablo y todo debe ser perfecto para el pequeño.

Así que mira con ojo crítico cada línea del conejo color crema hecho de vainilla y después el número en un bonito color azul. El encargado de entregarle el pastel parece nervioso, revisando de nuevo las especificaciones del pedido.

Satisfecho de que sea justo lo que tenía en mente, entrega el pago y recoge la caja, caminando con cuidado para no arruinar la crema dulce que tiene en los bordes.

Sabe que está llegando un poquito tarde a la fiesta, pero primero tuvo que pasar a recoger el regalo para su pequeño. Además, le da tiempo a Pablo de pasar un rato junto a sus familiares. 

Hace una parada en casa para tomar la caja con su regalo. Con un equilibrio del que se siente orgulloso, logra llevar su obsequio y el pastel hasta la casa vecina. 

La puerta se abre y la madre de Pablo lo recibe con una sonrisa enternecida. Ella le quita el pastel de las manos, indicándole que vaya a ver a Pablo, ya que lo ha estado esperando desde que se despertó.

Robert camina hasta el jardín, hay globos por todo el lugar, una mesa larga con un mantel blanco donde se colocan varias cajas de regalos. Una pequeña alberca llena de pelotitas donde hay algunos niños jugando, con personas sentadas o de pie bajo los rayos del sol.

Robert nota a Pablo con rapidez, su carita molesta destaca muchísimo entre el resto de gente sonriente. Espera hasta que el niño lo nota, adorando la forma en que su enojo es reemplazado por la felicidad.

Pablo corre lo más rápido que puede, extendiendo los brazos y saltando cuando está cerca. Robert lo atrapa con una risa, cargando al pequeño y dando una vuelta.

Pablo sonríe, enterrando su carita en su cuello, con sus manitas aferradas a su camisa con fuerza. Robert lo sostiene con un brazo, caminando hasta la mesa de regalos para dejar el suyo.

Cuando Pablo sale de su escondite, los rayos del sol iluminan su rostro junto a su encantadora sonrisa, la luz haciendo que sus ojos se vean más claros y hermosos de lo que debería ser posible.

—Etás aquí.

—Te prometí que vendría, conejito. No me lo perdería por nada del mundo. Feliz cumpleaños.

Besa su cabeza antes de dejarlo en el suelo. Robert es abordado por algunos miembros de la familia de Pablo, hablando con él sobre lo tierno que se ve cargando al niño.

Pablo no se aleja mucho de su lado, ni siquiera en el momento en que le toca soplar las velitas y pedir su deseo. Se aferra a él, mirando con enojo a cualquier persona que intente alejar a Robert de su lado.

Robert se lo permite, es su cumpleaños después de todo. Si Pablo desea estar pegado a él como una sanguijuela, está bien.

Le da de comer pastel, cuidando no manchar su carita mientras conversa con algunos de los invitados, explicando que es, básicamente, la niñera de Pablo. 

Para cuándo la mayoría se van, el sol ha caído, reemplazado por la cálida luz naranja del atardecer y un cielo más oscuro. Robert se queda para ayudar a recoger la mayoría de las cosas, cargando a un Pablo medio dormido.

—Parece cansado. ¿Por qué no vas a acostarlo? Yo puedo terminar lo demás.

Robert asiente, lleva al niño hasta su cuarto que sigue siendo el desorden de juguetes y peluches de siempre. Cierra la puerta con cuidado y prende la lamparita de noche para poder ver. Acomoda a Pablo sobre el colchón, quedándose junto a él cuando nota sus ojitos mirándolo. Pablo se sienta, extendiendo su bracito izquierdo. 

Robert lo toma con el corazón agitado. Ahí, en su muñeca, están grabadas dos letras de color negro. 

RL.

Robert le sonríe, acariciando la marca con añoranza. —Te dije que tendrías tu marca, conejito.

Pablo también sonríe, mirando las letras. 

—¿Ya has tratado de comunicarte? —Pregunta, curioso de si Pablo ya dibujó algo. 

El niño niega con la cabeza, parece nervioso. Robert cree que puede entenderlo, ya tendrá tiempo después para hablar durante horas con su alma gemela, quizás cuando sea más grande.

—Está bien. No tiene que ser inmediato, puedes esperar todo el tiempo que quieras. Ahora, dijiste que querías cubrir la marca porque es especial. 

Pablo asiente, Robert saca una cajita que le entrega. Pablo la toma con cuidado, rasgando el papel y quitando la tapa. Es un brazalete de plata, hecho para ajustarse a Pablo según vaya creciendo, es una cuerda trenzada con un colgante de un pequeño conejo. 

Pablo lo saca de la caja, admirando el diseño. Con las mejillas rojas, se lo entrega a Robert para que se lo ponga. Las letras quedan perfectamente ocultas de la vista, justo como Pablo quería.

—Gracias.

—No es nada, conejito. Ahora vamos a prepararte para dormir.

Acompaña a Pablo a lavarse los dientes, poniéndole una pijama suave con dibujos de vaquitas. Pablo se mete a la cama, abrazando el conejito de peluche que él le dió. Robert se asegura de cubrirlo bien con las mantas, acariciando su cabeza con cariño.

—Descansa, conejito.

—Decansa.

Apaga su lámpara, abandonando la habitación en silencio. Se toma un momento para despedirse de la madre de Pablo antes de salir de la casa hasta la suya propia, sonriendo todo el tiempo.

Realiza su rutina nocturna antes de caer sobre su cama. Pablo recibió su marca, Robert solo necesita asegurarse de que su alma gemela sea alguien que lo ame, lo cuide y lo haga feliz. 

Si es honesto, tiene miedo de que Pablo crezca. Quizás después dejará de necesitar que lo cuide y entonces, Robert estará fuera de su vida.

Suspira, está demasiado apegado a él. 

Mira su brazo izquierdo, cubierto por pulseras y brazaletes para ocultar la ausencia de marca. No se los ha quitado en años, decidido a superarlo. Acaricia la piel de su antebrazo, distraído. 

Vuelve a suspirar, es demasiado mayor para albergar esperanzas infantiles sobre obtener su marca. No tiene un alma gemela, debería quedarle claro. Robert se queda dormido, sin saber que en su piel habían aparecido un par de brillantes letras negras.

PG.

Y en sus sueños, cree que puede ver un par de ojos chocolate mirándolo con amor.

BunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora