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Es el cumpleaños de Robert. 

Está cumpliendo veintiun años y otros de su edad estarían organizando una gran fiesta.

Robert está sentado en el suelo, batallando con la televisión y los múltiples cables que vienen con la consola que recibió. Esperando poder conectar todo antes de que Pablo llegue a su casa.

Le toca cuidar de él nuevamente, ya que sus padres tuvieron que salir por trabajo. A Robert no le molesta pasar su día cuidando de Pablo, disfruta mucho la compañía de su pequeño. 

Pablo se ha pasado mucho más apegado a él desde que recibió su marca, constantemente buscándolo y haciendo pucheros cuando no puede dedicarle tanto tiempo.

Robert sabe que empezará a ser un problema cuando el niño entre a la escuela, no hay manera en la que puedan estar pegados cada segundo del día y Pablo debe entender eso.

Por ahora, pueden pasar un buen día. Después de todo, Robert también va a extrañar su constante presencia en su vida.

Logra conectar la consola justo antes de que Pablo llegue, aunque aún tiene que aprender sobre como funcionan todos esos botones.

Lleva al niño emocionado a la sala, riendo ante su entusiasmo al ver los juegos disponibles. Nota también que Pablo trae una pequeña mochila consigo, cuando no suele traer nada a su casa.

Deja que Pablo elija un juego mientras va por un plato con sandía y manzanas picadas, lo deja frente a Pablo, quien empieza a comer casi de inmediato. Robert lo mira con ternura, su niño sigue sin saber cómo comer sin usar toda la cara.

—Robert.

—¿Si? 

Le limpia la carita a Pablo, ignorando su expresión molesta. Robert observa como toma su mochila, buscando en su interior hasta sacar una hoja que papel que le entrega.

—Feliz cupleaños.

Toma la hoja, sonriendo inmediatamente al ver su contenido. Es un dibujo de ellos dos. Pablo tiene una enorme sonrisa y un brazo extendido para tomar el de Robert, que es cómicamente demasiado alto al lado de la versión dibujada de Pablo. 

Están sonriendo dentro de un corazón gigante en color rojo. La letra desordenada del niño en la parte inferior con las palabras "mi persona favorita" en distintos colores.

—Gracias, conejito. Me encanta.

No le miente, el dibujo puede ser bastante curioso en cuanto a las formas, pero Pablo lo hizo con cariño para su cumpleaños, es un gesto bastante lindo. Robert cree que es el mejor regalo que le han dado.

Robert logra entender cómo funciona la consola y pasa un tiempo divertido con el juego que eligió Pablo, que es de carreras. Robert incluso se deja ganar un par de veces, viendo la gran sonrisa de su pequeño y sabiendo que vale completamente la pena ver su felicidad.

Nota a Pablo jugando con el brazalete, el recuerdo de las letras grabadas en su mano llega a su mente. Si Robert hubiera tenido una marca, habría dibujado cualquier cosa con tal de poder comunicarse con su alma. Aún así, Pablo es bastante tímido. Tiene sentido que este dudando en hacer algo ahora que las letras han aparecido. 

—¿Qué tal si le escribimos algo?

Pablo niega, inflando sus mejillas sonrosadas. 

—¿No? Bueno, al menos puedes dejarle un pequeño dibujo.

Toma una pluma azul brillante, sosteniendo con cuidado el brazo de Pablo. Robert traza un corazón sobre su piel, esperando hasta que la tinta se seca para mirar a Pablo con una sonrisa.

—Me gusta.

—Eso es bueno, conejito. 

Pablo sonríe, acariciando el dibujo recién hecho. Su mirada llena de brillo hace feliz a Robert, sabiendo que su pequeño encontrará a su alma, alguien que lo cuide, que lo ame.

Pasan un poco más de tiempo juntos antes de que Pablo caiga dormido. Robert lo carga junto a su mochilita, llevándolo en silencio hasta su casa. Se entretiene un poco hablando con su madre antes de llevarlo a su cama.

Arropa al pequeño, acariciando una de sus mejillas y acomodando sus mantas más veces de lo necesario hasta estar satisfecho. Sale de su casa con el corazón contento, pensando en lo buen cumpleaños que fue.

Regresa a tu propia casa, sintiéndose ligeramente cansado. Recoge la sala antes de subir a su habitación, mirando el cielo nocturno durante algunos minutos, sumido en sus pensamientos.

Su vista se fija en la ventana que da a la habitación de Pablo, su pequeño ya debe estar profundamente dormido, soñando con una gran sonrisa en su bonita cara.

Robert sonríe, cómo lo hace siempre que piensa en su adorable pequeño. Está tratando de hacerse a la idea de pasar más tiempo separados que juntos cada segundo del día como están acostumbrados, pero cree que lo superará con el tiempo. 

Después de todo, desea ver a Pablo crecer. Quiere estar ahí para verlo convertirse en una gran persona, conocer a su alma gemela y tener una vida bonita. Cierra su ventana cuando el frío le pone la piel de gallina, tarareando en voz baja en su camino al baño.

Se quita la camisa, dejándola caer en algún lugar del suelo. Toma su cepillo de dientes y se congela al notar una mancha en su antebrazo izquierdo.

Es un corazón en tinta azul. 

Es familiar, demasiado, y no tarda mucho tiempo en darse cuenta de por qué. Se siente mareado, su respiración se acelera al igual que su pulso. Él dibujó ese corazón hace algunas horas en la piel de Pablo.

—No. No no no no. Esto no puede ser verdad. Por favor, no puede ser cierto. 

Abre la llave del agua, tomando una gran cantidad de jabón para intentar lavar el dibujo. Las lágrimas pican en sus ojos cuando el corazón sigue ahí, brillante y bonito. 

Se detiene de raspar la piel con las uñas, sabiendo que el daño se reflejará en la piel del otro. Se le escapa un sollozo, cubriendo la marca con una mano. Por qué eso es lo que es. Su alma gemela lo dibujo en su propio brazo y ahora está en suyo. Con dificultad, se quita los brazaletes, sollozando una vez más cuando ve su temor grabado en tinta negra.

PG.

Pablo Gavira.

Su alma gemela.

BunnyWhere stories live. Discover now