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A pesar de todo, Pablo ha manejado muy bien el asunto de que son almas gemelas.

Parece más contento y algo relajado, aunque todavía se mete en uno que otro problema. A veces deja pequeños dibujos en su piel durante algunos días, colocando una sonrisa en el rostro de Robert cada que los ve.

Se ha atrevido a dibujar cosas en su propio brazo. Pequeñas frases como "ten un bonito día" o "recuerda lo mucho que te quiero". También ha colocado dibujos, corazones y estrellas que Pablo responde con los propios.

A veces le deja cosas más útiles, cómo recordatorios para tomar agua y que tiene examen la siguiente semana. Incluso una vez tuvo que regañarlo cuando sugirió usar su vínculo para hacer trampa en un examen.

En general, llevan bastante bien el ser almas gemelas. Robert no ha vuelto a tener episodios en los que la culpa lo ahoga y Pablo está mucho más feliz. 

Vuelven a pasar mucho tiempo juntos, aunque Robert sabe que algo ha cambiado, no puede precisar qué. 

Pablo está... Diferente, no en un mal sentido, así que Robert no se preocupa, pero sabe que algo pasó. Evita su mirada con nerviosismo cuando están solos, volviéndose un pequeño desastre nervioso, a veces se distrae los días que ven películas estando abrazados, teniendo la cabeza en las nubes.

No quiere creer que Pablo está enamorado, pero lo parece. Su cerebro se niega a pensar que puede ser él, recordando la gran diferencia de edad que existe entre ambos. 

Pablo cumplió catorce hace poco, se está volviendo más alto y mucho más bonito de lo que era antes, lo cual no debería ser posible.

A veces, piensa que él se está enamorando de Pablo. 

Se sacude esos pensamientos al instante, diciéndose a sí mismo que eso no puede suceder. Almas gemelas o no, sigue siendo dieciséis años mayor que su conejito. 

Incluso referirse a él como "suyo" lo pone algo tenso, le gusta bastante la idea de que lo sea una vez sea mayor, pero no puede dejar que eso suceda, uno de los dos debe pensar con claridad y ese no será Pablo.

Su dulce conejito.

Es el primer cumpleaños de Robert que no pasarán todo el día juntos, Pablo tuvo que asistir a la escuela por un examen que no podía perderse, lo que lo tuvo molesto toda la semana.

Robert preparó su comida favorita, Pablo vendrá después de clases. Su conejito le aseguró que le tenía un regalo increíble, así que está curioso sobre que será.

Pasa el tiempo mirando su celular, un poco abrumado al saber su edad, se siente como un anciano. Pablo llega, lo reconoce por la manera en que toca la puerta, con impacienta.

Le abre con una sonrisa, Pablo de inmediato entra para abrazarlo con fuerza.

—¡Feliz cumpleaños!

—Gracias, conejito.

Le murmura, besando su cabeza y llevándolo adentro. Pablo le cuenta sobre su día mientras ambos comen, hablando con rapidez sobre sus amigos y comentando orgulloso que evitó meterse en una pelea. 

Robert lo mira todo el tiempo, con un ligero malestar al notar que está desarrollando sentimientos para nada platónicos sobre él. 

Pablo sigue siendo un absoluto desastre cuando come, cosa que le recuerda a Robert cuando era más pequeño y comía usando toda su cara.

Pero ya no es tan pequeño, aunque ahorita tiene más cuidado, todavía deja una mancha de la salsa de la pasta en la comisura de sus labios.

Robert quiere limpiarlo con su lengua, pasarla por sus suaves labios y reclamarlos en un beso adecuado, uno que les robe el aliento y pueda saciar esa necesidad en su interior de tener a su alma gemela para él, con los ojos brillantes y las mejillas sonrojadas sentado sobre su regazo mientras él se encarga de llenarle el cuello de besos y-

—¿Estás escuchando? 

Parpadea, negando con la cabeza. Pablo se encoge de hombros, volviendo a contar una historia que Robert a penas escucha, demasiado mortificado por sus pensamientos descarrilados para ponerle la atención que merece.

Dios. ¿Qué le pasa? Tiene treinta años, debería controlar mejor lo que su estúpido cerebro piensa.

Terminan la comida sin mayor incidentes, Robert limpia y recoge todo mientras Pablo hace un poco de tarea. Ambos disfrutando de la comodidad y lo agradable del silencio, todo se siente bien entre ambos.

Robert suspira, mirando a Pablo, no sabe que hacer con todo lo que está sintiendo y antiguos pensamientos de alejarse de su conejito regresan con más fuerza. Quizás sería lo mejor.

Besa la cabeza de Pablo, acariciando su cabello y sintiendo la tranquilidad de estar con la mitad de su alma. Pablo le sonríe, sin cuestionar porque Robert parece ponerse algo pegajoso.  

Ambos se mueven a la sala cuando Pablo termina su tarea, eligiendo una película cualquiera para ver. Robert se distrae cuando pasan diez minutos, dejando su mente vagar por su situación con su conejito.

No quiere alejarse de él, pero su elección se siente mucho más egoísta y equivocada que hace nueve años, cuando se decía que mantendría un vínculo platónico. No cree que Pablo quiera eso y no sabe si eso es lo que él quiere.

Mira las letras en su brazo, ambos habían acordado dejar las marcas libres si solo estaban ellos, regalando sonrisas tímidas al otro al ver sus iniciales en la piel del contrario.

Robert es sacado de sus pensamientos cuando Pablo le toca el hombro. —Estás muy distraído hoy.

—Lo lamento. ¿Estabas preguntándome algo?

Pablo asiente, mordiendo su labio inferior, su mirada adquiere un toque nervioso que lo hace adorable.

—Tengo tu regalo de cumpleaños.

Sonríe, enternecido. —No tenías que conseguirme nada, conejito.

—Yo quería. Así que... Cierra los ojos, por favor.

Robert obedece, siente el peso sobre sus muslos y a penas reprime el impulso de levantarse de golpe. Pablo no se ha sentado en su regazo desde hace un tiempo y que lo haga ahora, lo pone tenso.

Sabe que Pablo está nervioso, incluso si no puede verlo, puede sentirlo por la manera en que sus manos se acomodan sobre sus hombros. Robert espera, con el corazón latiendo tan rápido que cree que se le va a salir del pecho hasta sentir un suspiro suave contra sus labios.

Pablo lo besa.

Y el corazón de Robert se rompe. 

BunnyOnde histórias criam vida. Descubra agora