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Pablo se aleja un poco después de que él empieza a salir con Marco.

Para el resto del mundo, su amistad se mantenía cómo siempre. Pero Robert sabía que algo había cambiado. Se mostraba arisco ante la más mínima mención del nombre de Marco, negándose a salir si él estaba incluido.

Habló con su madre, quien le dijo que Pablo había estado teniendo momentos en los que no controlaba su ira, que era normal para su edad. Robert lo deja pasar, sintiendo el malestar amargo de estarse alejando de su pequeño.

Los garabatos comenzaron a aparecer con más frecuencia. A Robert le preocupaba un poco que los corazones aparecieran en horario escolar, pero no se atrevía a decirle algo, sabiendo que su relación estaba frágil.

Aunque aún podían disfrutar de sus momentos juntos, Robert sentía el malestar de Pablo tanto como si fuera suyo. Lo había visto mirar su marca con ojos vacíos. 

Pasó cerca de un año con su relación tensa, aunque Pablo se acostumbró más con el tiempo, todavía había una duda persistente en su cabecita cada que estaba junto a Robert y Marco.

Le hacía preguntarse si sería buena idea decirle sobre su vínculo, pero no, Pablo seguía siendo demasiado pequeño.

Doce años eran muy pocos para que Pablo pudiera saber la verdad, sin importar que en su cumpleaños Pablo pasó mucho tiempo jugando con su brazalete, sus ojitos cerrados en una expresión de sufrimiento cuando apagó las velitas de su pastel y pidió su deseo.

El cumpleaños de Robert es mañana, tenía planes para salir con Marco, pero...

La puerta de su habitación se abre, Robert observa a Pablo entrar cabizbajo, mirándolo solo por unos segundos y volviendo a ver el piso.

Suspira, palmeando en lugar a su lado en la cama. Pablo se sube, acostándose sobre su costado con la cabeza sobre sus muslos.

Entierra la mano en su cabello, acariciando hasta que Pablo se relaja por completo, con los ojitos cerrados y la boca entreabierta, Robert cree que puede estar babeando un poco.

Acaricia una de sus mejillas, Pablo abre los ojos, pareciendo estar más dormido que despierto, sigue siendo tan adorable como siempre.

—Despierta, conejito.

Pablo niega, enterrando su carita en su muslo y haciéndole cosquillas. Robert regresa a acariciar su cabello.

—¿Te quedas a dormir? No me dijiste nada, así que no pude planear nuestro día como suelo hacerlo. Puedo llevarte al cine o al parque mañana.

Pablo gira su cabeza para mirarlo, Robert deja que su mano se deslice hasta su mejilla, acariciando la piel cálida.

—Pero mañana es tu cumpleaños.

—Lo sé. Podemos celebrar juntos. Te llevaré a comer pizza y no diré nada sobre que no tomas suficiente agua.

Pablo se ríe, sentándose y jugando con su brazalete, el dije de conejo luciendo un poco gastado por el tiempo. Robert agradece la familiaridad, lo normal que se siente todo luego de la tensión que había sentido.

—Creí que ibas a estar con... Con él.

Siente que la habitación se enfría un poco, Pablo suena decaído, evitando su mirada. Robert suspira, negando.

—No. Además, he pasado todos mis cumpleaños contigo desde que nos conocemos.

Eso parece animarlo un poco, una risita contenta escapando de sus labios.

—Si pero... Pensé...

—No te dejaría de lado, conejito.

Parece ser lo correcto para decir durante algunos segundos, antes de que la mirada de Pablo cambie.

—Me habías dicho que no era la persona adecuada para ti. ¿Por qué estás con él entonces? 

Robert lo mira con la confusión en sus rasgos, Pablo nunca le ha hablado en ese tono.

—¿Por qué no? Marco es muy agradable, me demostró que me quiere mucho. Incluso compartió su marca del alma conmigo.

Pablo se enfurece todavía más ante eso, la carita enojada que ha visto tantas veces ahora dirigida a él.

—También has visto mi marca del alma. Muchas veces. Y yo también te quiero.

No está entendiendo nada.

—Es diferente. 

—¿Por qué? No lo entiendo, dices que no lo quieres pero después vas y lo besas y es completamente injusto que sea él quien-

—Marco terminó conmigo hace una semana.

Pablo se queda callado al instante, sus ojitos abiertos de incredulidad. Robert está preparado para escuchar su risa, incluso su actitud molesta diciendo que nunca creyó que fuera suficiente para ser el novio de Robert.

Lo que no espera, es que Pablo se ponga a llorar.

—¡Lo siento! Fue mi culpa.

Robert se apresura a calmarlo, limpiando sus lágrimas mientras niega. —No, claro que no conejito, eso no fue tu culpa.

Pablo solloza, luciendo miserable. Robert lo abraza, sin saber que hacer.

—No me gustaba, Robert. En mi cumpleaños pedí que se alejara de ti, es mi culpa.

Robert besa su cabeza, sin saber cómo sentirse ante eso. Todavía no entiende el desagrado de Pablo por Marco, que llegó al punto de que su pequeño pidió de deseo que se alejara.

—Conejito, te aseguro que no es así.

Pablo solloza, alejando su rostro para poder verse. —¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Pablo llora un poco más, disculpándose entre susurros e hipos. Robert le asegura que no hizo nada malo, que no fue su culpa y que todavía lo quiere mucho.

—¿Por qué te caía tan mal?

Pablo se sonroja, murmurando. —Pensé que iba a alejarte de mi.

Pablo estaba celoso. Por eso es que odiaba tanto a Marco, por celos. La idea le parece tan rara pero a la vez lo explica todo.

Robert se ríe, besando su cabeza. —Mi conejito, te lo he dicho, eres especial. Nada ni nadie te quitará tu lugar en mi corazón ni en mi vida.

Pablo voltea a mirarlo, sus ojitos chocolate luciendo enormes y puros, llenos de inocencia y un sentimiento que Robert no es capaz de identificar. No es que quiera, porque lo mira con algo muy cercano al amor.

—Robert.

—¿Si?

—Te quiero.

—Te quiero más.

BunnyWhere stories live. Discover now