désespoir

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Jaehyun parpadea repetidas veces, sus ojos empiezan a cristalizarse a medida que los minutos avanzan y el paisaje a través de la gran ventana de su departamento que observa en búsqueda de una distracción se torna borroso.

Apreta con fuerza su puño, los nudillos poniéndose blanquecinos. La mano que sostiene el celular se pega más a su oreja.

El número al que usted marcó no se encuentra disponible. Por favor, inténtelo más tarde Contesta una voz automático, agravando la presión en su corazón.

Con pasos temblorosos se acerca a la pared de un costado, recarga su espalda y se desliza lentamente hasta permanecer sentando en el suelo. Tira el teléfono móvil y se cubre el rostro con ambas manos para ocultar las lágrimas de frustración y dolor mezclados que escapan de sus ojos, el nudo en su garganta se hace más grande y la respiración se le vuelve pesada.

Una semana ha pasado desde aquel día en donde traicionó estúpidamente la confianza que Taesan tenía en él. Aquel día en donde fue tan idiota como para consumir alcohol hasta el punto en que sus sentidos estuvieran entumecidos y no supiera ni siquiera en dónde estaba parado, excusándose vaso trás vaso de que quería aplacar el sentimiento de añoranza que tenía por su novio cuando éste había salido fuera de la cuidad para visitar a sus abuelos y no lo veía desde más de tres días, arrepintiéndose ahora a cada segundo haber sido tan idiota como para dejarse guiar por esa chica de sonrisa amable que prometía hacerlo olvidar y no decirle en un principio que no.

Jaehyun está seguro de que cometió el peor y más gran error de su vida: herir el corazón de su novio Taesan. Todos los días llega a su mente, como si estuviera grabado en sus retinas, la imagen del menor parado en la puerta, con esa expresión de dolor tan desgarradora que dejó ver.

Lastimó a la persona que más ama y no se animó a hacer algo cuando éste se despidió de él. Cree que ni él podría perdonarse a sí mismo.

Desde ese día el pelinegro no ha contestado sus mensajes, sus llamadas o los golpes a su puerta. Tampoco lo ha vuelto a ver, no logra encontrarlo en ningún lado y los amigos de éste simplemente lo ignoran cada vez que pregunta por él.

—Mierda —Murmura, sacudiendo sus negros cabellos. Se sienta jodidamente desesperado.

Los primeros rayos del sol se reflejan brillantemente por el ventanal y, como si de una señal de esperanza se tratara, recuerda algo.

Vuelve a coger su móvil del suelo y se pone de pie para acercarse al mueble del plasma en la sala y rebusca entre uno de los cajones hasta encontrar una notita de color fluorescente que tiene escrito un número telefónico; el número profesional de Taesan, el cual siempre permanece abierto en caso de que alguien necesitar sus servicios de fotografía que tiene como buen pasatiempo. Lo transcribe al aparato y llama, su mano tiembla mientras espera.

Hola, soy Han Taesan Responde su meliflua voz grabada, y aunque no es en sí su chico, se conforma con tener la oportunidad de decirle algo—. En este momento no puedo responderte, pero déjame tu mensaje después del tono.

Jaehyun sonríe con cierta nostalgia. Recuerda el momento en que Taesan grabó esa contestación, ambos estaban en el departamento del menor y él estaba sentado en el sofá con un libro de estudio en manos mientras que Han intentaba mantenerse neutro y lo suficientemente profesional al recitar esas palabras, tratando de ignorar las constantes miradas que él le daba y que parecían ponerlo tímido y un poco risueño. Al final sí se había reído, tuvo que grabar un par de veces más para que todo estuviera como quería.

Beep.

Cuando se percata de su despiste, aclara su garganta y rápidamente decide hablar antes de que pase más tiempo.

—Hola, Tae... soy Jaehyun, aunque eso ya lo sabes —Una risa sin gracia tiembla en sus labios—. Te busqué por todas partes; en la universidad, en tu departamento y en cualquier otro lugar en donde podrías estrar, pero no logro encontrarte. Estoy asustado, ¿sabes? Ninguno de tus amigos quiere responderme cuando les pregunto sobre ti.

Comienza a caminar por la sala del departamento, su corazón se oprime y no puede evitar que la humedad vuelva a sus ojos.

—Sólo quiero decirte que lo lamento tanto y cuán arrepentido estoy. Y sé que no es algo que puedas perdonar fácilmente, pero lo único que quiero es que me des otra oportunidad y me dejes ganar nuevamente tu confianza —La voz se le estanca, intenta tragar el nudo en su garganta —...porque te extraño mucho. No quiero perderte, Sanie. Perdóname, por favor.

Corta la llamada y se deja caer en el sofá, las lágrimas se convierten en un llanto que se hace más fuerte a cada minuto que pasa. Entre el dolor que lo consume, se queda dormido, deseando antes de cerrar sus ojos obtener una respuesta.

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