XXXV

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El tiempo es una cosa caprichosa.

Hace que los momentos se vuelvan algo preciado y efímero.

Tener su vida juntos tomo más tiempo del que pensaban, las cosas no siempre salen como uno quiere y los problemas son inevitables.

Tuvieron conflictos, peleas y discusiones, algunas estúpidas que otras.

Pero lograron superar esos problemas, con algo de terapia y unos jalones de orejas.

La boda fue pequeña, bonita y familiar.

Solo acudieron los amigos de confianza, ya que no fue del todo legal.

Genya no tiene documentos reales, técnicamente el no existe, así que no demasiada gente debia saber que se casaron.

Claro que, eso los demás no lo saben, solo saben que al azabache le gustan las cosas más discretas.

En ese momento, ambos creyeron que sería el día más feliz de su vida.

Se equivocaron.

†.........Viernes, 8:30 p.m........†

El día de Sanemi estuvo del carajo, como siempre, está cansado y harto de su alumnos.

No odia su trabajo, solo odia con quiénes debe hacerlo.

Detestaria admitirlo, pero la generación de Genya, con todo y sus conflictivos amigos, fue la mejor que tuvo.

Y no solo por qué su zorrito estuvo en ella.

Intenta no pensar en ello, porque lo extraña, extraña verlo todos los días por la escuela, besarlo y robarselo en ratos.

— ¡Ya llegué! –exclama entrando a la casa

Sin esperar alguna respuesta, camina escaleras arriba hasta la habitación de la izquierda y luego se asoma en silencio.


— ¡Papi!

Sonríe con ternura al escuchar la aguda voz.

— pensé que no llegarías a tiempo –le reprocha el azabache con una pequeña sonrisa.

Su mirada es profunda y penetrante, oculta algo que hace que la piel se le erice.

— perdóname, cariño, me entretuve más de lo previsto –explica acercandose y besando su frente.

Su zorrito lo mira con ojitos de venado, parpadeando lentamente, como luciendo sus bonitas pestañas.

— está bien, sabes que es importante para Demian verte antes de dormir.

No puede evitar quedarse completamente embelesado en su rostro, olvidando por un momento la razón de casi chocar un par de veces en el camino para llegar a tiempo.

— papá...

Su mirada viaja al dueño del reproche, que no es ni más ni menos que su hijo, quien lo mira con su entrecejo fruncido,  exigiéndole atención.

Esos ojitos grandes y brillantes de largas pestañas y forma rasgada siguen cada movimiento que da mientras se acerca a el, su brillo un poco azulado lo hace ver más tierno.

Sus orejitas están bajas hacia atrás y su colita está quieta denotando su concentración.

Sus cabellos salen un poco de la holgada trenza que su madre le hizo, de color ligeramente grisaseo, volviéndose negro en las puntas en un precioso degradado natural.

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2023 ⏰

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