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El metro venía igual de lleno que siempre

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El metro venía igual de lleno que siempre. Pero, en esta ocasión, algo le resultaba raro. Todos intentaban entablar una conversación con ella. Así fuera para preguntarle qué estación seguía o cómo llegar a cierto punto de la ciudad. Y por más que lo intentara (sacando sus mejores respuestas cortantes), no podía continuar el camino sin algún comentario o interrupción.

Aquello provocó que percibiera al monstruo de la violencia, que trepaba por la columna vertebral y quería tomar el control de ese día... pero no. Aquello no era prudente. La personalidad que había armado alrededor de "Jenny" era esencial para que el plan funcionara. Si se mantenía dulce, inocente y amable, por supuesto que nadie sospecharía de ella. Así que se tragó toda la furia y recompuso la pose de persona tímida para continuar avanzando hacia el trabajo.

Una vez llegada a la oficina, la gente de allá siguió el mismo patrón. Todos en la oficina la conocían y por supuesto que le hablaban de vez en cuando, pero tan solo era para cosas pequeñas como regalarle algún dulce o comentar sobre el clima. Hoy parecía que todos esos momentos aleatorios en los que alguien tenía una pequeña oración para decirle, se habían unido; ya fuera el guardia de la entrada que se puso a quejarse sobre unos manifestantes, o la recepcionista que le habló de lo caro que estaba el arroz.

Cada conversación la tenía sin cuidado, hasta la coronilla, pero con una sonrisa hipócrita que mantener. De a momentos, para mantener su energía guardada, se imaginaba que en ese instante era la Rosa Negra. Se veía a sí misma llegando con esos hermosos stiletto que la acompañaban a todos lados, con su presencia impecable que le permitía hacer lo que quisiese. Y después, ¡bam! Los callaría de una... pero no podía, ahora tan solo se sonrojaba de vez en cuando para que todos pensaran que era demasiado tímida para opinar.

Cuando alcanzó su cubículo estaba tan, pero tan harta, que subió al máximo el volumen de los audífonos antes de sentarse... ¡Tras! Otro error, porque aquellos dejaron de sonar de un solo momento a otro, como si no hubieran podido soportar ser la barrera entre Jennifer y el mundo.

—No puede ser, no puede ser —se lamentó mientras movía la conexión.

Su celular era de los pocos que aún tenían una entrada auxiliar para los audífonos, así que tuvo la leve esperanza de que se arreglara con tan solo moverlos de posición una y otra vez.

Se encontraba concentradísima en esa tarea cuando los pasos de otra persona que llegaba a interrumpir, empezaron a ponerla nerviosa.

—¡Hola, Jenny! ¿Estás ocupada? —preguntó una voz conocida.

Era la chica de Recursos Humanos, la que le había dado el chocolate la última vez y aquella que simplemente poseía una energía que no iba con ella en ese momento (y nunca, en realidad).

—Es que... —Seguía intentando reparar la música, porque para ese punto ni siquiera tenía la computadora prendida para inventar una excusa—. Yo, bueno... no. No, no estoy ocupada.

Jenny levantó la mirada por primera vez desde que había iniciado la conversación y finalmente notó que había otra mirada curiosa que la observaba.

—Mira, él es Gael. Es nuevo aquí, entrará a tu departamento también. Quería ver si podías ayudarle en lo que necesitara. ¡Siempre es bueno tener una cara amiga!

Esa energía que en ese momento detestaba de la chica de Recursos, era triplicada por la del supuesto "Gael". Los ojos brillantes, llenos de vida, llenos de sonrisas, aunque mantuviera un gesto tranquilo.

—Sí, claro. Hola, Gael —saludó Jenny en papel.

El chico la admiró con detenimiento. Parecía que estaba realmente desesperada por reparar sus audífonos, así que sin pensarlo, el chico bajó la mochila que cargaba y sacó los suyos para extenderlos.

—Es una lata, ¿no? Se descomponen a cada rato. Ten, sé lo que es vivir sin música —expresó Gael mostrando su cálida sonrisa.

Karen no sabía cómo reaccionar, así que se quedó un momento balbuceando, como la haría su alter ego, pero esta vez fue genuino. Después de aquellos segundos eternos, tomó los auriculares y se los colocó. La música volvió.

—Oh, amo esa canción. El solo de guitarra... una joya —resaltó el muchacho volviendo a sonreír.

—Bueeeeno, veo que no tendrán problemas en llevarse bien. Nos vemos, Jenny. ¡Bienvenido al equipo, Gael!

Colocarse los audífonos de inmediato sería grosero, así que decidió esperar hasta que Fernanda entrara de lleno en su oficina para dirigirle una mirada tímida al muchacho. Encendió la computadora para sentir que al menos algo ajeno a esa extraña interacción estaba sucediendo.

—Jenny, ¿verdad? —preguntó mientras se recargaba en el cubículo.

—Sí... Jennifer —El silencio no le resultó incómodo, pero esa comodidad repentina sí, así que procedió a deshacerse de ella lo antes posible—. Yo... no quiero ser grosera, pero es que tengo trabajo que terminar. No me gusta que me regañe el jefe —expresó con semblante temeroso.

—Oh, claro, claro. Platicamos luego. Además... mira —dijo alejándose de donde estaba para después aparecer por encima del cubículo de la chica—. ¡Somos vecinos! Podremos platicar cuando sea... En fin, lindo día... Jenny.

Si lo que quería era paz ese día, definitivamente no la tendría. Claro, porque ese tal Gael era el tipo de persona que no necesitaba: alguien que tenía sobre ella un reflector.

La acompañó al comedor, con la excusa de no saber en dónde estaba. Le compartió de su postre e incluso le regaló un jugo extra que compró en la máquina expendedora.

De vez en cuando, asomaba su cabeza por la derecha del cubículo para decir alguna broma o preguntarle cómo se nombraban ahí los archivos. Jamás había hablado con alguien durante tanto tiempo en la oficina y eso la tenía nerviosa.

🖤

Maldecía por lo bajo mientras subía las escaleras de su edificio. Tan solo quería echarse en el sofá y nunca más volver a interactuar con otro ser humano. Tenía la esperanza de que aquello tan solo hubiera sido de esos días excepcionales. De esos que uno recuerda como algo aleatorio que jamás se volvió a repetir... Sí, seguro, al siguiente día, el nuevo estaría mucho más tranquilo. Ya habría hecho más amigos y a ella la dejaría en paz.

Giró la llave de su casa, esperando que la recibieran sus dos amigos caninos, pero en cambio, Santoro la miraba desde el sillón, con ambos a sus costados.

—Creí que nunca llegarías... Tengo algo nuevo para ti.

Nota: ¡Perdón por el retraso! Pero les dejo el capítulo que tocaba el lunes :3 *abacho*

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Nota: ¡Perdón por el retraso! Pero les dejo el capítulo que tocaba el lunes :3 *abacho*

She IS DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora