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Esta vez había muerto alguien

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Esta vez había muerto alguien.  Sus ojos aún estaban impregnados en su mirada. La gente aterrada, el helicóptero alejándose.

Todo estaba claro en el plato de cereal que tenía en frente de ella. Lo revolvía pensando en el plan. Había sido muy tonto quedarse hasta el final, ella nunca debió quedarse desprotegida porque era el cerebro de todo.

No volvería a cometer otro error como ese. No podía.

Reproducía una y otra vez el evento en su mente. Los medios estaban como locos hablando de Pérez. Un gran padre de familia, un mexicano ejemplar. Esos ojos cafés parecía que querían perseguirla para siempre.

—Quisiera faltar al trabajo —confesó mientras se sentaba a un lado de sus perros. Ellos le respondieron moviendo su colita y concentrando las miradas en su amiga—. No puedo porque... no lo sé. Es que hoy necesito distraerme y desaparecer al mismo tiempo.

Sus mascotas eran su vida. Por mucho tiempo, no tuvo un oído que la escuchara, pero Max y Pícaro eran esa compañía que el alma requería. No había mañana en el que ellos no la hicieran sonreír, noche en la que no cuidaran sus sueños, o medios días en los que custodiaran su corazón; ese instante no era la excepción.

Una sola lágrima quería asomar por el ojo de Jenny, pero se obligó a secarla con rapidez y apartó su cereal para darle un buen trago al café que había preparado.

—Me ayudará a distraerme —dijo la chica acariciando las orejas de ambos—. Y regresando iremos a su parque preferido. Aprovecharé para comprarles unos juguetes nuevos, creo que lo ameritan.

Aquella vez no prendió la radio, no miró las noticias. No era necesario porque la noticia del asesinato de Pérez había quedado plasmada en las caras de las personas. Estaba ahí, en esa mirada que buscaba olvidar, replicada en todos aquellos que cruzaban su camino.

Hubiera querido que los lentes de sol de la Rosa Negra estuvieran en ese momento con ella, porque los necesitaba. Necesitaba ocultar su rostro, ocultar su cara, ocultar todo lo que le recordara ese instante.

¿Qué era lo que le pasaba? En realidad siempre quería que las cosas salieran así, pero ese último giro la hizo sentir... como que todo fue en vano. Como si el plan hubiera fallado por su culpa.

"Tranquila, las joyas fueron entregadas", pensó mientras acomodaba su escritorio al llegar. Eso era cierto, en definitiva, el plan como tal había sido cumplido, aunque no en las condiciones que buscaba. Otro escalofrío. Odiaba cuando el perfeccionismo la asediaba.

—¿Tacos al pastor?

Aquella voz de nuevo. ¡No! Había olvidado ese problema.

—Hola, Gael —saludó ella con su fingida timidez. Volteó su silla hacia el otro lado, como fingiendo que buscaba algo, y aprovechó para soltar un gesto de hartazgo.

—Entonces, ¿quieres tacos al pastor?

—Traigo mi comida —resaltó ella mostrando su tupper en la bolsa.

—No decía para comer... para cenar. ¿No quisieras?

Aquella pregunta la dejó sorprendida. Se quedó un segundo meditando y procurando la respuesta más coherente, así que simplemente sonrió y se pasó el cabello detrás de la oreja.

—Es que... me da pena comer con tantas personas...

—¡No, no! Seremos solo nosotros —propuso sonriente—. Es que... siento que estás un poco desanimada y quisiera hacer eso, como tu amigo. Porque somos amigos, ¿no?

Jennifer no sabía cómo librarse de esta. Justo como el día anterior, ¿qué era lo que pasaba con ella que ahora los planes no le resultaban?

—Sí, está bien.

Las palabras le supieron heladas y a derrota, pero no tenía energías de rebatir a Gael. Él tenía demasiada fuerza y ella tan solo quería llegar a casa y dormir con sus perros.

El chico siguió trabajando contento. Ella estaba a punto de explotar.

—Esta vez se pasó —escuchó en un susurro cercano. Eran los mismos del grupo que siempre miraban las noticias en sus celulares.

—Sí, siento que de leyenda se volvió algo de terror.

—Nunca fue divertido. Ella robaba, simplemente...

Jennifer se puso los audífonos. Tan solo era un mal día. Sí, un terrible día del que ya no se acordaría. Cerró los ojos y procuró enfocarse en su documento de Excel.

Esa concentración, tan solo le duró un par de minutos porque una nueva pregunta llegó a su mente: ¿cómo deshacerse de Gael?

Claro, la cena la ocuparía para observarlo, analizarlo, sus debilidades, sus fortalezas. Quizá la invitación que le había hecho no resultaría del todo mala porque podría profundizar en el más mínimo detalle del hombre.

Gracias a eso, despejó la mente. Si alguien hablaba sobre el asesinato del guardia, ella dirigía su mirada al cubículo de Gael. Lo miraba acomodar sus informes por colores, llenar su lapicero con plumas. Notó que no lo hacía para utilizarlas, sino porque le gustaba prestarlas si alguien no llevaba la suya.

Observaba con qué cuidado hacía su trabajo. Lo cauteloso que era cuando anotaba las cifras, lo mucho que cuidaba no ser grosero con alguien y la música que solía escuchar.

También marcaba en la memoria, las cosas con las que se distraía. Miraba de reojo, si camina cerca de él, las redes sociales que abría más a menudo, los post a los que le daba "me gusta". Siempre eran sobre mascotas, sobre baseball o sobre vacaciones.

Comenzó a preguntarse de dónde había salido, aunque ese misterio no tomaría demasiado desvelarlo. Pronto, el reloj marcó la hora indicada y la chica tomó su bolso, se acercó con cautela a Gael y le dijo:

—Estoy lista.

—Estoy lista

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She IS DarkWhere stories live. Discover now