XVI: Voy a ayudarte con eso.

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𝆺𝅥𝅮 Saint Van Dooren:

Habían pasado dos horas y yo por fin había recordado lo que era una sesión de estudio con Mc Clarence. Y, aunque jamás lo admitiría en voz alta, puede que tal vez haya extrañado aquella parte de él. La seriedad que cubría sus facciones era diferente a la cara de culo que siempre portaba, y renacía un brillo extraño y fiero en sus ojos cuando debatía o explicaba un tema que se conocía de pies a cabeza. Cualquiera se quedaría hipnotizado ante la sonrisa que regalaba cuando le daba la razón en una discusión, o cuando entendía por fin el punto que explicó con anterioridad.

En otra vida, tal vez habría sido un buen profesor. Mostraba más pasión y coherencia en su forma de decir las cosas, que lo posicionaba en un nivel superior a muchos de mis profesores a lo largo de toda mi vida académica. Y eso era un halago demasiado grande viniendo de mi parte.

Lastimosamente le tocó ser un heredero insoportable a la que la mayoría de las veces, quería golpear.

En ese momento, por ejemplo, el hecho de que se paseara por toda la sala mientras yo estaba sentado en el suelo con un montón de apuntes suyos y míos comenzaba a irritarme. Necesitaba que se detuviera y pegara el culo formado que tenía en el sillón o enloquecería y lo mataría.

Porque una cosa era reconocer su inteligencia, otra era tenerle paciencia por más de una hora.

Hice una mueca mientras masajeaba mi nuca, sintiendo todo el cuerpo medio tenso por la posición. Quería que alguien me tronase los huesos y, de paso, la vida entera para quitar la tensión que reinaba en ella.

El estirado captó el movimiento, deteniéndose de una vez por todas. La mirada preocupada que dominó su expresión solo aumentó mi irritación. Me sentía muy a gusto con el Ethan académico, no estaba de ánimos para enfrentarme a aquel que decía estar enamorado de mí.

—Ahórratelo —solté antes de que las palabras que estaba formulando en esa cabeza suya tomarán más fuerza para salir.

Ethan cerró la boca de golpe, apretando los labios con descontento, pero no refutó. Bien, punto para él. Solté un suspiro dejando las fotocopias de lado y cambiando el piso por el sofá. Como era de esperarse, era demasiado cómodo. Lastimosamente, me sentía demasiado inquieto entre aquellas paredes como para estar también en un solo sitio, aunque lo demostrase con cambios de posición sutiles —a diferencia del que casi había hecho un hoyo en el piso—.

El departamento del estirado tenía algo que no gritaba su nombre en ninguna esquina. Porque todos los muebles y decoraciones parecían sacados de un catálogo de la revista "Cómo decorar un departamento para un robot snob". No habían muchas fotografías y las ya existentes solo mostraban a Ethan y a sus padres vestidos de gala en distintos eventos. Sus sonrisas eran superficiales y las poses demasiado tensas y rectas como para ser naturales. No habían fotos de vacaciones o fiestas, tampoco de Ethan haciendo cosas que le gustaran. Mi madre se volvería loca viendo sus cuadros.

Y los colores... dios. No odiaba el oliva, pero la distribución del color no me decía si era su favorito o si lo odiaba con toda su alma. La gama de todo el lugar seguía aquella estética, dividiéndose entre un roble claro, beige y oliva. Los muebles eran de color negro, mullidos y con un par de almohadas del mismo color beige de algunas zonas de las paredes. Junto a las puertas corredizas del balcón se posicionaban dos helechos colgando del techo.

Teniendo en cuenta el tamaño del lugar, aquella combinación de colores lo hacía ver más oscuro y pequeño. Más... solitario.

El living estaba conectado al pequeño comedor y la cocina estaba separada por una isla de mármol. Sobre ella había otro helecho, aunque más pequeño que los otros dos. Tenía cierta curiosidad de si su habitación seguiría aquel mismo estigma o tendría algo que por fin me hiciera sentir como que estaba invadiendo su espacio. Porque en el que me encontraba solo me daba la idea de que me encontraba en un programa cutre de H & H.

De Perdedores y Otras CatástrofesWhere stories live. Discover now