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Òsirys no estaba bien. El aire y la tierra se estaban contaminando, a pesar de los nuevos protectores de esos elementos en el planeta, nada cambiaba.

El planeta estaba enfermo y la presencia de Athan era la causa.

El cielo de la mañana pasó de rosa con tonos amarillos a estar gris, como un día nublado en la Tierra.

Frío.

Ese frío que anunciaba que algo malo se acercaba.

Lo peor era que ahora cuatro adolescentes estaban tremendamente conectados con ese planeta y podían sentir lo que sentía.

Y actuaban en consecuencia.

La magia elemental era independiente, al menos con ellos cuatro, que para bien o para mal no eran sus padres.

No podían hacer uso total del poder.

No en esos cuerpos débiles y muy humanos que tenían.

Aún así, Demetrius estaba desesperado, sintiéndose enfermo, sintiendo miedo. La alarma de su cerebro que se activaba cuando presentía algo mal empezó a sonar como una alerta.

Generalmente, los viajes lo enfermaban, y un viaje desde Ecuador hasta otro planeta era muy diferente a los que había tenido en su vida. Pero sabía que no era eso, no era el viaje, era algo en él.

—Algo pasa —susurró sentándose en el mueble que había elegido como cama.

No quiso entrar a ninguna de las habitaciones de sus compañeros para avisarles.

No quería molestarlos.

Salió de la cabaña y entonces se sintió peor.

Al tocar el suelo con sus pies descalzos sintió una punzada en el corazón. Un dolor extremo que, aunque quiso retener, lo hizo gritar con fuerza, alertando a los dos jóvenes dentro.

Alcander fue el primero en salir, corriendo se acercó a su amigo, quien gritaba y se agarraba el pecho con fuerza por el dolor.

—Oye —lo llamó asustado—, ¿Qué tienes, Dem? ¿Qué sucede?

Doris llegó a su lado poco después.

Demetrius mantenía sus ojos cerrados y apretados con fuerza.

Quería hablar, pero el dolor no se lo permitía.

Sentía como si un cuchillo hubiera sido clavado directamente en su corazón.

—Maricón, no me asustes, dime qué te pasa —Alcander miraba a Doris esperando que ella entendiera más la situación que él, pero no fue así.

De repente, Demetrius abrió sus ojos, seguido de eso, dijo:

—Están aquí.

Y el verde de sus ojos brilló con más intensidad. Después de eso, se desmayó.

Alcander pudo sostenerlo antes de que cayera al suelo y se golpeara con fuerza, lo acomodó gentilmente y miró a su prima.

—¿Qué hacemos?

Ella alzó los hombros igual de asustada que él.

—Yo... Yo no sé nada de enfermería o algo sobre eso.

Alcander tomó la mano de su mejor amigo y buscó su arteria para tomarle el pulso.

Iba rápido, no estaba contando los latidos, pero al menos ya sabía que su amigo no estaba muerto.

—¿Si está vivo? —preguntó Doris.

Alcander asintió.

—Dijo que alguien estaba aquí.

El Regreso A Òsirysजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें