Capítulo 8: 7 de septiembre

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Capítulo 8: 7 de septiembre

—Venga, venga, venga. Vamos tarde. —Jade tiró de la manga de su prima escaleras abajo.

—¿Por qué te pones así? No es ninguna novedad. —Sophie resopló intentando apartar los mechones rojos que tapaban su visión. —Jade no veo nada, voy a matarme.

—Te he dicho hace veinte minutos que teníamos que irnos, pero ¡no! La señorita quería darse un baño.

—Díselo al idiota de Lyall, es quien me ha tirado todo el zumo de naranja encima.

Aquella mañana, su primo Lyall había sido lo opuesto a la coordinación. Después de haber lanzado una tostada por los aires, haber untado mermelada en la servilleta y haber tirado dos vasos de zumo de naranja; sus primos le habían prohibido desayunar.

Cuando por fin llegaron a la planta baja de la sala, Jade se lanzó hacia la puerta. La abrió dándose de bruces con una mata de pelo oscuro y unos ojos grisáceos que conocía muy bien.

—¿Qué haces aquí? ¿Sabes que hora es?

Regulus miró a su prima, después a su hermana que apareció jadeante tras ella. No supo decir cual de las dos parecía más loca. Su prima tenía el pelo recogido en una trenza completamente desecha y sus ojos azules parecían querer calcinar a todo el que se pusiese por su camino. Llevaba la corbata suelta y la mitad de su camisa estaba metida por dentro de la falda, la otra mitad por fuera. Su hermana, llevaba el pelo estilizado a modo de nido de pájaro, llevaba un calcetín blanco y otro negro y no había rastro alguno de su corbata.

—¿No tenéis un espejo en vuestra habitación? —Sophia pasó junto a él golpeándole en la cabeza.

—Idiota. Venga. Vamos tarde y no quiero escuchar un sermón. —Los tres se encaminaron escaleras arriba intentando salir del castillo lo más rápido posible y sin que nadie les detuviese. —¿Qué hacías en nuestra puerta?

Regulus se tropezó con una de las piedras del camino. Bajo la cabeza para impedir que su prima y hermana viesen el sonrojo de sus mejillas. ¿Cómo explicar que ni él lo sabía? Era difícil entender el lío de pensamientos con los que se había levantado esa semana.

—Buscar a Isaac. —El susodicho estaba al borde del lago y levantaba la mano saludándoles. —Aunque supongo que no era necesario.

Sophia frunció el ceño mirando a su hermano. Algo raro estaba pasando. Pero antes de poder responder fueron abordadas por un Harry muy energético que tiro de sus brazos en dirección a las flores que decoraban la orilla del río.

—¿Os ha visto alguien?

—Llevas siete años haciendo esto, Harry. ¿De verdad te crees que mágicamente McGonagall no nos ha pillado a ninguno saliendo en siete años?

Harry asintió y empezó a dar instrucciones a cada uno de sus primos. Ninguno protestó, nunca lo hacían. Desde el primer año en que Harry pisó Hogwarts, un ramo de flores llegaba cada siete de septiembre al hogar de los Lupin. Un recuerdo de un lugar que también fue su casa, para un día que resulta doloroso.

Tras hacer el ramo más bonito que pudieron reunir, todos se dejaron caer en la hierba, disfrutando del sol en sus caras y del sonido del lago tras ellos.

—Oye, ¿qué ha con esa idea del periódico? —Gaia puso una mueca y se dejó caer sobre el costado de su hermano.

—Me han dejado hacerlo. —Marcus le pinchó el costado. Gaia se revolvió palmeando su mano.

—¿Por qué estás refunfuñando entonces?

—Porque Minnie me ha puesto supervisión.

Gaia cruzó los brazos, un puchero se dibujó en sus labios. Lo cierto era que todo su entusiasmo por el periódico había desaparecido al saber que tendría que pasar más tiempo con William. ¿Cómo podía olvidarse de él? Lo peor, es que esa semana en la que le había visto cada día y había tenido que hacer como si no le conociese había sido la peor semana de su vida. Su corazón dolía. Literalmente.

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⏰ Last updated: Dec 29, 2023 ⏰

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