2 •| Un sinfín de recuerdos

1.3K 137 44
                                    

Christopher

Cada mes qué pasó fue maldita agonía.

Más de una vez estuve a nada de marcar el número de mi investigador privado y ordenarle que la encuentre cueste lo que cueste.

Pero desistí cada vez que ese pensamiento se cruzó por mi mente, no podía hacerlo.

Era arriesgar su vida y complicar aún más las cosas, simplemente por querer tenerla aquí conmigo.

«Donde pertenece»

El no saber si está bien, si está sola, si alguien la ronda esperando una oportunidad como imbécil... me carcome.

Lanzo el vaso con fuerza haciendo que se estrelle contra la pared fracturando el objeto. Miles de fragmentos caen dispersos sobre el piso de mi despacho atrayendo la luz reflejando los colores en las paredes oscuras.

Paso las manos por mi cabello sin sutilezas. No sé lo que es dormir sin ingerir litros de alcohol mucho antes, hasta hace 7 meses me libré de antojos pendejos y altas ganas de comer mierdas extrañas. Pizza recalentada con leche y trozos de galletas saladas, no sé cómo logré comer esa mierda sin vomitar en el proceso.

Aunque, no duré mucho con ello en el estómago, 30 minutos después estaba con la cabeza dentro del retrete expulsando todo.

Fui al doctor más de 4 veces en 6 meses. Nunca me dió un maldito diagnóstico, imbécil incompetente. Ni para hacer su maldito trabajo sirve.

Por otro lado, puedo declararme virgen fácilmente a mis 28 años.

Porque siendo lógico con ¿qué tiempo sería capaz de follarme a alguien? Si respirar y comer a medias ya me es difícil, follar no está en mi lista de prioridades.

«Sigue mintiéndote»

Eso pasó a segundo plano —o último siquiera— desde que no tengo a cierta pelinegra de ojos azules y cuerpo de infarto, conmigo. Las pajas matutinas no pueden faltar, tomo una de las tantas bragas que le robé y me la paso por la polla hasta descargarme sobre ella.

Es una rutina. Pajearme, "comer", beber, trabajar, trabajar más, cazarle el culo a Antoni, beber y trabajar más, durmiendo solo un par de horas como mucho y reiniciar la rutina al día siguiente.

Día tras día. Semana tras semana y mes tras mes. Soñando con ella en cada oportunidad que tenía y con un par de ojos grises extraños combinados con azul.

Creo que el alcohol me jodió el cerebro.

—Tengo algo —avisa la castaña entrando a mi oficina sin inmutarse por los trozos de vidrio sobre el suelo.

—Más te vale que sea importante, Isabella. Éstoy harto de ésta mierda, solo falta darle el último golpe al maldito de Antoni y acabar con ésto.

—Sí, estamos muy cerca. Al debilitarlo a lo largo de los meses lo hemos acorralado hasta el punto de no saber que hacer. Resulta que a Antoni no se le ocurrió en ningún momento que podríamos llegar a él a través de su hermano menor —comenta con entusiasmo.

«Mmm»

—¿Hermano menor? —repito con confusión—. ¿No qué estaba muerto?

—Así nos hicieron creer esos hijos de puta. ¿A qué no sabes quién es Philippe Mascherano? Y dónde se ha ocultado a lo largo de los años.

Me entrega un folder que recibo ajustando mis gafas de lectura sobre el puente de mi nariz.

Ojeo documento tras otro y me obligo a mí mismo a demostrar la furia que no hace otra cosa que aumentar, años metido en nuestras filas, burlándose del juramento de lealtad y confianza. Pasando información sumamente valiosa a los suyos.

•| 𝑨𝒈𝒐𝒏𝒊𝒂 |• Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz