19. Preguntas sin respuesta

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C A P Í T U L O  19

«La vida se vive mejor si hay drama de por medio»

Previamente en "El diario de la muerte"...

Descubrimos que River Reed es el ladrón del diario, pero asegura no ser el asesino que incrimina a Anya Stone de matar a las personas de su lista. Tal vez solo es buen chico muy entrometido que no supo en lo que se estaba metiendo cuando lo tomó ¿cierto?

La policía está involucrada en el caso de los tres chicos desaparecidos que coinciden con los nombres escritos en el diario de Anya y han visitado su escuela.

Si Reed no es el asesino, ¿podría ser Nathan Ainsworth? Tenía un diario idéntico al de Anya y lo confundió con Reed por unos minutos cuando este último planeaba devolverlo. Además, es el cuarto nombre apuntado en el diario. ¿Correrá con el mismo destino de los demás?

*Suena música imaginaría de una serie*

*Para más información debido a esta escritora tardona, revisar el capítulo llamado "Recapitulando". Muchas gracias por esperar la historia <3*

...


Observé a los policías pasar caminando a mi lado como en cámara lenta.

De seguro completamente inexpresiva, pero, por dentro, miles de pequeñas yo estaban en pánico a punto de lanzarse por una ventana ¿Tan rápido ha llegado mi fin? ¿Seré señalada como culpable? ¿Revisarán los casilleros?

Lo sé, seguro te estás preguntando: "¿A quién le importan los casilleros, mujer? ¡Puedes ir a la cárcel!"

Bueno, te recuerdo que luego de ser incriminada por el asesino la segunda vez, decidí dejar algunas pruebas que no podía esconder mi habitación —la barra de metal y el cuchillo, para ser más específica— en nada más y nada menos que mi casillero, aquí en Eistlen. Sí, no tomo buenas decisiones cuando entro en pánico.

Muy mal yo del pasado.

Y muy mal yo del presente.

Ni si quiera me di cuenta de que me había puesto así de nerviosa hasta que mi mochila resbaló de mi hombro y cayó al suelo con un estruendo fuerte.

Fantástico.

Llama la atención todo lo que quieras, tú tranqui.

Los policías y algunos estudiantes que llegaban tarde como nosotros detuvieron su camino y se ladearon con desconcierto. En lugar de golpearme la frente con una mano, levanté la mano y los saludé con una sonrisa de estúpida.

Sentí que pasó una eternidad hasta que se dieron media vuelta con encogimiento de hombros y siguieron su camino con normalidad.

Reed soltó una corta risa y recogió mi mochila del suelo.

—No te rías. ¿Cómo puedes estar tranquilo después de ver eso? —señalé el camino de los policías.

—Estoy malditamente nervioso, pero intento no demostrarlo como tú, señorita obvia —respondió hasta que ellos se perdieron doblando la esquina—. Está bien, ahora que se fueron me veo en la obligación de decir que van a tomar nuestra declaración e iremos a la cárcel —informó con tranquilidad, incluso parecía un poco feliz—. Es una pena, hay tantas cosas que no hice.

Mis ojos se abrieron con pasmo al ignorar sus tonterías e imaginar un escenario en el que le preguntaban a todos los que los conocían, tal vez a todos los de nuestra clase, cosas como: "Cuando fue la última vez que los viste" o "¿Cómo era tu relación con ellos?".

El diario de la muerte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora