4. La primera desgracia

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C A P Í T U L O  4

«¿Cómo que desapareció? Ya valiste madres»

...


Después de un regaño del profesor, pude entrar al salón de clases.

Me senté en un pupitre aun abrumada por lo que había sucedido con ese chico en el pasillo, y mi deseo de querer olvidar esa experiencia solo hizo que las imágenes pasaran por mi cabeza como una especie de tortura.

Fue todo tan rápido. De un momento a otro, una de sus manos se deslizó desde mi hombro hacía la parte trasera mi cuello para que no pudiera alejarme. Estaba demasiado cerca, invadía mi espacio personal y eso me molestaba, pero antes de que pudiera golpearlo, sus labios se estamparon sobre los míos.

Mis ojos debieron abrirse como platos, pero no me moví un solo centímetro. De hecho, estuve paralizada hasta que el sonido de mi mochila abriéndose, me hizo reaccionar.

Le di un empujón y me cubrí la boca de forma automática. Volví la mirada hacia él, todavía desconcertada por completo. No se veía avergonzado o arrepentido en lo absoluto, incluso pude vislumbrar una pequeña sonrisa querer escapar de sus labios.

—Quiero aclarar que no suelo hacer eso antes de... —intentó escusarse.

Pero dejé de escucharlo al darme cuenta de que, a pesar de la poca distancia que puse entre ambos con el empujón, él no se había alejado demasiado y todavía sostenía mi cintura con una mano. Sin pensarlo mucho, estampé mi mano en su mejilla y corrí como si mi vida dependiera de ello.

Me había besado siendo una extraña solo para distraerme, abrió mi mochila con su mano libre e intentó robar el diario. ¿Quién demonios hace eso? En definitiva, este día está en mi Top 10 de los días más extraños. Solo espero olvidarlo pronto. No quiero ver a ese chico nunca más.

Pero el destino es maravilloso.

Y un segundo después, apareció por la puerta del salón.


...

¿Pensaste que ese chico solo quería molestarme un rato y luego se iría?

Pues yo también, pero me ha seguido de forma desesperante las dos primeras clases, hablando sin parar. Agradecí que su cerebro no relacionara los nombres que había visto en mi diario y los rumores que escuchó, porque al parecer no sospechaba nada.

En el receso, prácticamente corrí fuera del salón de clases huyendo de su molesta presencia. Primero quiere saber del diario, luego me besa y por último intenta robarlo. ¿Qué demonios le sucede?

Me apoyé en la pared de un pasillo lejos del comedor para esconderme de él y tiré la cabeza hacia atrás. Cerré los ojos y solté un suspiro de alivio. Por lo menos no me siguió. Por fin paz.

—¿Todo bien? —escuché una voz a mi derecha.

—Sí —respondí aun sin abrir los ojos—, solo tengo que evitar a ese acosador todo lo que queda del...

Me detuve al escuchar una risa ronca, lenta y pausada. Abrí mis ojos como platos y ladeé la cabeza lentamente con el corazón martilleando a mil por segundo. Era él. Estaba apoyado en la misma pared que yo y su atractivo, pero molesto rostro también estaba ladeado en mi dirección con una estúpida sonrisa.

El diario de la muerte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora