EPÍLOGO PARTE 2 RECUERDOS

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Varios años después.

El ligero taconeo de unos pasos sobre el camino de piedra resonaba en la solitaria estancia. Los pasos eran lentos, como si la mujer que los producía tuviera todo el peso de la vida sobre sus hombros, más ese peso no era por los años vividos, sino por la melancolía que aquejaba su corazón. Las líneas que surcaban sus cansados ojos denotaban los 70 años que cargaba a cuestas.

La mujer en cuestión no iba sola, estaba acompañada por un hombre impecablemente vestido de traje y corbata. El tipo era alto, corpulento y de aspecto intimidante, incluso las gafas que usaba acentuaban más su gesto ceñudo; no obstante su comportamiento para con la anciana era en extremo cuidadoso y delicado.

—¿Se siente bien, señorita Pony?

—¡Ahs! Es la tercera vez que me lo preguntas. Si sigues así me soltaré de tu brazo y correré tan rápido como me den las piernas y no me verás ni el polvo.

—Disculpe mi insistencia, señorita Pony, lo que sucede es que cada vez que usted visita el cementerio entristece y pierde algo de esa jovialidad que la caracteriza. Además recuerde que hoy se ha escapado, ha venido a escondidas de Terry. Si él se entera que la traje hasta aquí sin comunicárselo, me ganaré una buena reprimenda.

[suspiro] —Charlie, como comprenderás es imposible no ponerme nostálgica cuando vengo aquí; además, ¿no te parece que ya estoy muy grandecita cómo para salir a donde yo quiero sin que me estén vigilando?

—Bueno...lo que sucede es que usted...ya no está tan...jovencita.

La anciana fingió una molestia que estaba lejos de sentir; con ánimos de jugarle una broma a su acompañante, le dijo.

—¿Acaso me estás llamando vieja?

—¡No, no, no! ¡Yo no he dicho eso! Lo que pasa es que...bueno...ya no es tan joven como cuando correteaba con la niña Sofía y con el travieso de Jimmy.

[risitas] —Bueno, a decir verdad tienes razón, ya mis piernas no son tan rápidas como antes. Además, Sofía y Jimmy ya han dejado mucho sus correrías. Ya están creciendo y sus intereses van cambiando. Por cierto, ya van varias veces en los que te veo conversando muy cerquita de Dorothy. ¿Qué se traen ustedes dos entre manos?

—¿¡Eh!? Este...bueno...yo...¡Caray, señorita Pony! ¿por qué me haces esas preguntas tan complicadas?

—¿Complicado? ¡Ay Charlie! la mirada de una persona enamorada difícilmente se puede ocultar, mejor deja esa cara de espanto que no le he contado a nadie sobre tu coqueteo con Dorothy.

¡Vamos hijo! ayúdame a llegar a la tumba de mi amiga. Hoy tengo planeado un día de chicas. He venido temprano porque tengo demasiadas cosas que contarle.

Con ayuda del hombre, la anciana llegó al pie de la tumba que ansiaba visitar. Con cuidado se arrodilló al pie de la misma y con mucho cariño comenzó a limpiar la lápida de mármol que develaba el nombre de su querida y entrañable amiga.

En memoria de una maravillosa mujer

que supo ser madre, amiga y abuela

Martha Steward

Inolvidable abuela Martha

Un largo suspiro dejó escapar cuando por fin pudo acomodar su sencillo ramo de rosas blancas en el florero dispuesto al pie de la tumba. Sus pequeños ojos surcados por algunas arrugas se alegraron al ver los hermosos tulipanes anaranjados que bailaban con la brisa mañanera. Con mucho cuidado se sentó sobre la hierba fresca para empezar su larga y sentida charla.

AMOR PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora