5: Mini magdalenas

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Habían pasado un par de días. Gordo evitaba hablar con Ox sobre los Bennett por más que eso enojara al chico. Pero sabía que cuando encontraron a Robbie no sería la última vez que Mark se presentaría en su garaje sin avisar.

De nuevo, Gordo estaba en su oficina cuando golpearon la puerta.

—¿Qué pasa, Ox? Si es Mark de nuevo... —estaba diciendo.

—No es Mark —negó Ox mientras abría.

—¡Gordo! —El mencionado escuchó un chillido, y Robbie corrió a abrazarlo.

—Robbie —suspiró Gordo, abrazándolo y sentándolo en sus piernas—. ¿Qué haces aquí? Te dije que no podías venir.

—Gordo. —Tanner estaba en la puerta junto a los otros tres, y lo miraba divertido—. ¿Y ese chico?

—Entró y nos preguntó dónde estabas, que tenía que darte esto. —Rico le mostró una canasta.

—¿Qué tiene? —le preguntó el brujo a Robbie, quien se bajó para agarrar la canasta. Se sentó de nuevo sobre Gordo y se la dio.

¿Su contenido? Mini magdalenas. Eso gritaba un solo nombre: Mark Bennett.

—Oigan, recuerdo que a Gordo le traían lo mismo cuando éramos más chicos —recordó Tanner.

—¿Es el mismo, papi? —preguntó Rico.

Gordo ignoró a ambos y suspiró, para luego mirar a Robbie.

—¿Quién te dijo que me los des? —le preguntó, acariciando su pelo.

—Mark —respondió Robbie.

—¿Mark te...? —estaba preguntando Chris, cuando Gordo lo calló.

—Cállate, Chris, cállate —le dijo y miró a Robbie—. Adivino: él te dejó aquí y se fue.

—No. Está allí todavía —respondió Robbie.

Gordo le sonrió para disimular su frustración: el chico no tenía la culpa.

—Gordo, ¿quién es él? —le preguntó Tanner.

—Soy Robbie —dijo con timidez éste—. Mark y Gordo me encontraron anteayer —añadió, y se escondió en el cuello de Gordo.

—¿Vendrás aquí siempre? —le preguntó Ox.

—Mark me dijo que venga —susurró Robbie, aún oculto.

—No, Oxnard, no va a volver a venir. De hecho, cuando lo encontramos y tuve que irme le dije que no viniera, que era peligroso. Pero el estúpido de Mark no hizo caso y bueno... —dijo Gordo.

—Parece de la edad de Joe —comentó Ox.

—Tiene once; un año más —respondió Livingstone.

—¿Se puede saber quién es Joe? —preguntó Rico, bastante harto de no saber.

—El sobrino menor de Mark/mi amigo —respondieron a la vez Gordo y Ox.

—Mézclate con ellos lo menos posible, Ox, creeme que sé de lo que hablo —le advirtió Gordo.

—Mira quién lo dice —se burló Ox—. Tú no pareces seguir tu propio consejo.

—Quiero seguirlo, pero con el estúpido de Mark detrás es muy complicado. Si no fuera porque ellos volvieron al pueblo nunca más los hubiera vuelto a ver —le gruñó Gordo—. Váyanse todos, quiero estar solo con Robbie.

Sus amigos se burlaron mientras salían.

—¿Por que dijiste que Mark es un estúpido? —le preguntó con inocencia Robbie.

—No lo entenderás, pequeño —suspiró Gordo.

—Por favor, dímelo... No se lo diré a nadie —prometió Robbie.

—Los Bennett se fueron hace años del pueblo, pero volvieron. No importa por qué, créeme. Volvieron y como fui su brujo, se creen que tienen derecho a pedirme ayuda. Las cosas no terminaron bien entre nosotros porque no me dejaron irme con ellos —susurró Gordo—. No cuentes nada de esto.

—No lo haré —sonrió Robbie, y con timidez comió algunas mini magdalenas.

—Tengo que ir a hablar sobre algo con Mark, quédate aquí, ¿sí? Vuelvo en un rato —le dijo Gordo. Robbie asintió tomando su mano. Gordo acarició su cabello una última vez antes de irse.

Salió de su oficina, y la verdad era que esperaba encontrar a Mark afuera, pero no. El idiota estaba adentro, hablando con sus amigos.

—¡Mark! —gritó, sintiendo como el cuervo tatuado en su brazo se removía 

—Ah, Gordo —sonrió Mark, levantándose.

—Eres un idiota —le dijo Gordo, acercándose para empujarlo—. Te he dicho que dejes de seguirme y lo sigues haciendo. ¿Haces que Robbie lo haga? ¿En serio, Bennett? ¿En serio intentas seguir cortejándome y ahora por medio de Robbie? Eres demasiado idiota.

—¿Me vas a perdonar, no? —le preguntó Mark, ignorando todo lo que acababa de decir Gordo.

—¿Ustedes no escuchan? —dijo éste—. ¿Saben entender un maldito no?

—Claro que sabemos, pero tu corazón me dice lo contrario, Livingstone —le sonrió Mark. Luego, al ver que la caja que le había dejado a Gordo la estaba agarrando Rico, gruñó.

—¡Rico! —le gritó Gordo al ver que estaba por tocar esa caja. Se la arrancó de las manos.

Por algún motivo que desconocía, el cuervo de madera que escondía celosamente en su ropa, se le cayó. Todos pudieron ver el regalo que Mark le había hecho hacía años, incluso el mismo Mark.

—¿Ves lo que te digo? —sonrió con burla Mark, pero su sonrisa se borró al ver que Gordo se acercaba a él con la caja en la mano—. G-Gordo, no. No...

Claro que sí. Ya lo hice una vez, no tengo problema en volver a hacerlo. Llévate el maldito lobo, sabes bien que te rechacé y creer que no lo haré porque Robbie nos quiere a los dos habla de lo muy idiota que eres —le dijo Gordo, clavándole la caja en el pecho. Se agachó para buscar el cuervo y por si acaso observó que no se hubiera roto. Al comprobar que estaba bien, volvió a guardárselo.

—Gordo —le rogó Mark, acercándose.

—Thomas me dijo hace años que si lo rechazaba, te dolería pero aprenderías a vivir con ese dolor. Bueno, tendrás que aprender. De nuevo, por lo que veo. Vete, vete antes de que te incruste una maldita bala de plata en el pecho y no piense sacártela. —Gordo le dijo todo eso sin una pizca de piedad.

—¿Y Robbie? —susurró Mark, alejándose lentamente.

Gordo sintió el momento exacto en que volvió a romper el corazón de Mark por segunda vez. Y estaba bien. Estaba bien porque los Bennett ya le habían roto el corazón hacía tiempo.

—Se quedará conmigo, cuando termine de trabajar le preguntaré si quiere ir con ustedes o a mi casa. Y ni se te ocurra ir a mi casa, Mark —le dijo.

—Pero...

—Sabes perfectamente lo que puedo hacerte, Mark —lo amenazó Gordo, mientras sus tatuajes brillaban.

—Gordo... Está bien, está bien —suspiró Mark—. Pasado mañana es domingo, recuérdalo.

—No voy a ir —le dijo tajante Gordo.

—¿Tú sí? —le preguntó Mark a Ox, quien asintió sin hacerle caso al gruñido de Gordo—. Robbie también irá, Livingstone, y me aseguraré que así sea.

—No me amenaces, Bennett, no me amenaces, que no eres rival para mí si me haces enojar. Y sí, irá, irá porque tiene que integrarse a ustedes aunque a mí no me guste, porque es uno de ustedes.

—Tú también lo eres —le recordó Mark.

—Hace mucho que no lo soy —le dijo Gordo—. Vete. —Giró y se fue a su oficina.

Mark gimoteó, y lentamente se fue, sin hacer caso al llamado de Ox.

Volver (Green Creek)Where stories live. Discover now