XXXVI: Fiestecillas en Londres perfectas como sede para apariciones

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Por una vez en su vida, Emma Ashton había arrastrado a lady Kelsey a un baile. Ella, por lo general, era muy afín a las fiestas, pero las últimas noticias en su casa no habían sido agradables. Claro está que lady Ashton no conocía nada de estos detalles.

Pero Lou sí notaba el cambio en su propio comportamiento. Odiaba que un hombre como él pudiese manipularla incluso sin estar presente. Ya había tenido suficiente de individuos así en su vida. Con solo una carta que debió haber sido una conversación, trastornó por completo sus planes para el futuro.

—¡Lou-Lou, cariño! —exclamó Emma, obligándola a subir la escalera.

El embarazo ya empezaba a notarse. Aunque había una explicación perfectamente lógica para este —explicación por completo falsa que tanto el doctor Swinburn como la condesa se habían ocupado de divulgar—, Louise no podía sacudirse las miradas de encima. Sí, siempre era la estrella de todos los folletines de chismes, pero por lo general eran rumores graciosos de los que podía defenderse con abrir su abanico. Esto era serio.

En alguna parte de su interior siempre supo que no tenían oportunidad. ¿Un criado y su señora? ¿En qué clase de cuento de hadas quería vivir? Sin embargo, la renuncia de Heywood no había dolido menos. Se sentía más sola que nunca, y, con Blanche en Escocia y Emma ignorante de todo lo que ocurría en las vidas de sus amigas, nada mejoraba ese estado.

La sala a la que Emma la había empujado estaba atestada de gente comiendo, conversando, bailando... lo que fuera. Era un montón de personas desagradables en un entorno aún peor. No, los bailes de invierno en Londres se habían vuelto terribles y vulgares.

—Discúlpame un segundo, voy a tomar aire.

—Louise, por favor —se quejó lady Ashton—, acabamos de llegar. ¿Qué se supone que haga aquí?

—Bailar con tu marido, yo qué sé. Si tengo que usar mi embarazo para salir de esta, lo haré.

Emma soltó una risita y volvió adentro, donde comenzaba a sonar música alegre. Sí, Lou nunca había sido muy fanática de bailar. Era más de lucirse cuando lo necesitaba, y, cuando no, se quedaba atrás con sus amigas a hablar sobre los rumores que corrían en la alta sociedad londinense.

Salió al balcón y respiró el aire nefasto de Londres. Las calles estaban vacías excepto por un par de caballeros que caminaban borrachos a sus hogares. Ignorando el rumor de la música proveniente del salón, la noche era oscura y pacífica.

—¡Lou!

Louise miró a su alrededor. No había nadie. ¿Estaría imaginando cosas?

—¡Louise!

No había nadie. Lady Kelsey bufó.

—Mira, bebé —dijo a su vientre—, si haces que parezca una loca, no terminará bien para ti.

Sí, probablemente parecía una loca. Por el rabillo del ojo, notó que alguien la observaba.

—No pensé que te vería aquí —dijo Blanche Whitby con una sonrisita.

—Por Dios, Blanche Whitby. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar teniendo una luna de miel de mentira en Escocia?

—Es terriblemente aburrida. Tengo que lidiar con caballeros oportunistas y damas sin cerebro...

—Suena muy parecido a Londres, en mi opinión —sonrió la condesa—. ¿Qué diablos haces aquí?

—No tengo mucho tiempo. Vine porque Matthew también se disponía a venir aquí. No podía perder la oportunidad.

—Ay, Blanche, cariño. Suenas como si estuvieras enamorada.

—No digas tonterías —le espetó ella—. Él cree que estoy en Edimburgo. Todos lo creen. Vine a caballo y casi no he dormido para lograrlo. Si alguien muere en circunstancias misteriosas mientras "estoy allá" se levantarán todas las acusaciones en mi contra. Lo único que me falta es deshacerme de los que saben la verdad y volver como si nada hubiese pasado.

Mercenaria de bodas [SS #1]Where stories live. Discover now