XLVII: A las puertas de una ceremonia que lo cambiará todo

22 3 0
                                    

Mañana voy a casarme.

Para Blanche es extremadamente difícil pensar aquello. La locura que fueron estos últimos meses aún no han sido procesadas por sus sentimientos, mucho menos esta cosa extraña que siente en su interior. No se atreve a llamarlo amor; eso sería aceptar su existencia, y lo último que necesita es eso. Matthew Whitby tiene que morir, y ya está. No importaba lo que dijera Louise o cualquier otra persona.

Alguien tocó la puerta. Estaba sola en casa; Lavinia y su madre habían salido a buscar los vestidos para la ceremonia del día siguiente. Blanche abrió la puerta para encontrarse con lady Emma Ashton, quien llevaba un ramo de flores en una mano y una canasta de panecillos en la otra.

—He traído esto, cariño —la saludó su amiga, extendiéndole los panecillos—. Y esto lo dejaré en la entrada. Me gusta cómo has decorado todo.

En realidad, era Lou la que había insistido en decorar con ayuda de Lavinia. El pasillo que guiaba al comedor estaba cercado por tulipanes amarillos y flores de aromo, parecido a los colores del vestido de novia que Blanche iba a usar. Habían traído manteles nuevos para todas las mesas, y su madre había sacado una vajilla de porcelana sajonia que debió haber costado una fortuna.

No comprendía toda la parafernalia para un evento que, para la señorita Whitby, debía ser discreto más que cualquier otra cosa. Después de todo, los dos jóvenes novios habían ido a Escocia juntos —y solos— antes de casarse. ¿Por qué eso no había encendido las llamas del escándalo ante toda la buena sociedad de Londres? El baile de lady Kelsey era el que se debía llevar el estrellato de la jornada, no una patética boda por dinero.

No estaba tan segura de que siguiera siendo una boda por dinero. Matthew le había confesado sus inseguridades sobre si sería el hombre perfecto para ella, y, dejando de lado todo el asunto de la fortuna, sí que era perfecto. La había defendido contra un hombre asqueroso y se había comprometido de todo corazón en ayudar a su familia. Era atento, simpático, y no tan tonto como había pensado que era. ¿Qué más podía querer? Era único en el mercado.

Aun así, era difícil ahogar esa vocecilla que le decía que debía matarlo. No sabía si era la voz de su necesidad o la de su orgullo, dictaminando que no se podía enamorar de un hombre como todos los que había asesinado en el pasado. Ese había sido el plan. Ese era el plan. Pero ese hombre ni siquiera pretendía arruinar a su familia; todo lo contrario. Ya no sabía qué pensar. Atravesando su pecho con una daga la noche de su boda todos sus problemas podrían o resolverse todos sus problemas o acabar con su propia vida. La horca era ya una visión familiar en el horizonte, presente ahí desde que mató por primera vez. No era un futuro lejano.

—Sí, Lou y Lavinia ayudaron en todo —contestó Blanche, volviendo a la realidad después de un momento—. ¿No quieres pasar?

La expresión de Emma se tensó. La última semana se había visto extraña, como si algo pasara en casa. Ahora sabía que eso era imposible, pues su marido ya había muerto y sus sirvientes eran tratados con su tan característica cercanía y amabilidad. Su mirada parda rehuía el rostro de la señorita Whitby. Quizá la boda la ponía nerviosa. De todas formas, la última boda en su círculo cercano había sido la suya con lord Ashton. Tal vez ver todo esto le recordaba a peores épocas.

—No, no. Se hace tarde. Debo volver a casa. ¿Tú te sientes bien?

—Perfectamente —contestó la novia. No iba a molestar a su amiga con sus tormentosos pensamientos. Esos se dejaban para la oscuridad de la noche.

—En momentos como estos siempre es mejor escuchar al corazón, Blanchie. Si haces eso no hay nada de qué preocuparse.

—Gracias... creo.

Mercenaria de bodas [SS #1]Where stories live. Discover now