Parte 14

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- No está.

- ¿Esperabas que estuviera? – Preguntó Miguel.

- Si... No... Le dije que dejara el collar en la cocina si no venía o que se lo pusiera... pero no ha sucedido ninguna de las dos cosas

Dante se pasó la mano por el pelo.

- Ahora entiendo porque lo hizo Oscar. – Dijo Miguel.

- ¿A qué te refieres?

- Cuando ayer admitió tan fácilmente no solo que le parecía bien que estuvieras con su padre si no que te alentaba a ello, no lo entendía. Quiero decir, yo nunca le cedería mi padre a nadie tan fácilmente por muy bueno que fuera, pero si fueras tu... creo que también te lo cedería. Sabía que te gustaba, todos los sabíamos, pero... Supongo que lo tuyo está a otro nivel. Pero él es totalmente hetero y es imposible que te corresponda.

- ¿Me tienes lástima?

- ¿Lástima? No me jodas, hombre. Eres guapo, multimillonario y tienes un cerebro prodigioso. No sería justo para el resto de los mortales que encontraras también fácilmente el amor.

- ¿Guapo? ¿Se te olvida la cicatriz que me cruza la cara?

- Me ponen los tipos con aspecto rudo. – Dijo Miguel encogiéndose de hombros.

Dante cogió una taza de café recién hecho y se sentó a la mesa de la cocina sonriendo ligeramente ante las palabras de su amigo.

Sabía que a Miguel le gustaban más los chicos pequeños, femeninos y con rasgos suaves. Justo todo lo contrario que él, pero lo acepto por lo que era: un intento de subirle el ánimo.

- No pongas esa cara. Si no quiere ir contigo, yo tampoco soy moco de pavo. –Dijo Miguel acercándose moviendo las caderas de forma exagerada e hizo que Dante separara la silla de la mesa y se sentó a horcajadas pasándole las manos por detrás del cuello. – Qué tal si practicamos un poco.

Dante dejó que Miguel le besara sintiendo agradecido. Después de la reacción de Javier el día anterior, calmaba su ego que alguien quisiera besarlo y no como un castigo para redimir su culpa como le veía Javier.

Si tan solo... Pudiera amar a cualquier otro...

Dante rodeó la cintura del hombre con sus manos y le besó profundamente intentado sentir algo... cualquier cosa...

Pero más allá del deseo sexual que cualquier hombre podía provocarle, no había nada. Lo besó guiado por la desesperación... Quería sentir pasión por otro hombre... quería sentirse deseado... quería sentirse amado...

Miguel soltó un pequeño gemido antes de separarse para respirar.

-Maldita sea. Sabes besar.

Cuando Dante levantó la cabeza pudo ver a Javier con el collar en la mano detrás de Miguel y apretó los dedos ligeramente clavándolos en la cintura del hombre.

Miguel no tuvo que volverse para saber quien estaba a la entrada de la cocina.

-Está bien. – Le susurro Miguel a Dante. – No estamos haciendo nada malo. ¿Lo sabes?

Dante no le contestó porque era cierto que no estaban haciendo nada malo, pero ¿Por qué se sintió como si le estuviera siendo infiel?

Y por muy loco que pareciera, quería que Javier le gritara, que le dijera que era un maldito por ponerle los cuernos, quería verlo furioso por estar con otro.

¿Por qué era tan doloroso que en realidad no le afectara?

Porque era la confirmación de que no sentía nada por él.

Era inútil. Todos esos sentimientos... Eran inútiles y cuanto antes lo aceptara, mejor.

- Dame el collar. – dijo Dante acariciando suavemente la espalda de Miguel que se estiró como un gato para prolongar la caricia. – Tenemos que coger el avión en poco tiempo y no podemos irnos sin él.

Javier se quedó mirando a Miguel, que se acurrucó en los brazos de Dante como si perteneciera a ellos.

- ¿Sois amantes?

- ¿Por qué quieres saberlo?- Preguntó Dante aun acariciando al hombre en sus brazos.

- ¿Hubieras ido conmigo siendo Miguel tu amante?

- Sigues pensando lo mejor de mi, como siempre. – Dante dejó escapar el aire al darse cuenta de que en su interior aun tenía esperanzas de que Javier se fijara en él. – Solo estamos practicando para cuando estemos en la isla. Se supone que somos amantes y debemos acostumbrarnos al tacto mutuo. Aunque no hace falta, como puedes comprobar, a él no le desagrada que lo toque.

- Completamente de acuerdo. Normalmente me negaría a que alguien jodiera mi culo, pero siendo tú, me muero porque me claves tu enorme polla.

Dante palmeó el culo de Miguel que gimió.

- No seas soez.

-Eso es lo que pasa cuando me pones caliente. ¿Quizá podamos ir a tu habitación y hacer un ensayo general antes de coger el avión?

Dante le dio un ligero beso en los labios antes de ayudarle a ponerse en pie y levantarse él mismo rodeándole aun la cintura con un brazo.

- No hay tiempo.

Estiró la mano hacia Javier y le repitió.

- Dame el collar.

Javier miró el collar en su mano un momento mientras jugaba con la cerradura. Lo abrió y cerró varias veces y en algún momento detuvo sus manos y pareció tomar una decisión.

Abrió el collar, lo puso alrededor de su cuello y lo cerró.

Dante controlo su expresión para que no se notara lo alterado que estaba, pero tuvo dificultades con la aceleración repentina de su respiración y el engrosamiento de su pene.

¡Maldita sea! esta era muy mala idea.

- Javier, ni si quiera puedo tocarte sin que te pongas a temblar de miedo ¿Cómo quieres que vayamos a una isla donde se supone que debemos tener gran cantidad de sexo, y la mayoría de veces de forma pública?

Esas palabras parecieron sorprender a Javier.

- La gente va a ese lugar porque puede tener sexo donde, cuando y con quien quiera sin que nadie levante una ceja ¿Por qué pagarían una cantidad aberrante de dinero solo para mantenerse dentro de su habitación? Eso lo podrían hacer en cualquier hotel del mundo y sería muy sospechoso si nosotros lo hiciéramos. Además, mi prioridad es salvar al niño, no darte el gusto a ti en tus caprichos. –Aclaró Dante.

- No me vas a hacer cambiar de opinión.

- Está bien. Si eso es lo que quieres.

Dante se acercó a él y asaltó su boca como el hombre hambriento que era, intentando trasmitirle en ese único beso lo mucho que lo anhelaba y el amor que sentía por él.

"Te amo. Te amo. Te amo"

Cuando se separó, Javier lo miraba sorprendido.

- Normalmente no me importa tu cabezonería infantil. Incluso me parece divertida. Pero esto no es un juego así que, por una vez, compórtate como alguien de tu edad y quédate en casa.

Diciendo esto, salió de la cocina sin mirar atrás, con el collar en la mano.

Cuando entraron en el coche camino del aeropuerto, Miguel le preguntó con cuidado.

- ¿Estás bien?

- No. Pero lo estaré.

La protección de un DragónWhere stories live. Discover now