Parte 15

94 16 4
                                    

- Padre, han pasado 11 días. ¿No crees que deberías ir a trabajar?

- Tengo unos empleados muy eficientes. No necesitan mi supervisión cada minuto para que la empresa funcione perfectamente.

Javier suspiró y se sentó a su lado.

- Dante estará bien. Él es fuerte.

- ¿Cómo estás tan seguro? ¿Acaso has recibido alguna noticia suya?

- No. Ya te dije que en cuanto lo hiciera, te avisaría.

- ¿Y si le ha pasado algo? No tenemos forma de ponernos en contacto con él.

- Jamás pensé que llegaría el día en el que te viera tan preocupado por Dante.

Javier le dio otro sorbo a su té antes de hablar.

- Hice valorar los regalos que me diste... que me dio Dante durante estos años. Solo en libros, hay millones en mis estanterías. ¿Por qué me regaló cosas tan caras, aunque yo lo traté tan mal?

- ¡Venga, padre! Sé que a veces eres despistado, pero no es algo tan difícil de comprender.

- Creo que te voy a defraudar. Tienes demasiadas expectativas puestas en mi si piensas que es algo lógico que debería saber. Llevo todo este tiempo intentando averiguarlo, pero no hay forma. ¿No me lo puedes decir?

- Si fuera cualquier otro, no me importaría decírtelo, pero Dante es mucho más que un amigo para mi.

- ¿Estás enamorado de él?

Javier soltó una carcajada.

- Ya te dije que no tenemos esa clase de relación. Quiero a Dante, pero como a un hermano. Además...

De repente la voz de Kurama les interrumpió.

- Dante ha encendido el dispositivo remoto. Ha pedido evacuación para 17 niños y niñas.

- ¿Cómo está Dante? - Preguntó Javier.

-No ha pedido ayuda sanitaria de ningún tipo para él, pero si que haya un grupo de psicólogos y pediatras preparados para atender a los niños cuando estén a salvo.

- ¿Cuándo llegarán? - Preguntó Oscar.

-22 horas 52 minutos.

Si los 11 días que habían pasado se le habían hecho largos, esas pocas horas fueron un infierno.

Cuando por fin llegó el autobús, de él bajó Dante con una niña de 6 años con pelo largo y rubio que se abrazaba fuertemente a su cuello y otro niño de grandes ojos marrones se cogía a su pantalón. Detrás de él, un adolescente cargaba a otra criatura en brazos y poco a poco, salieron del autobús el resto de niños.

Dante les hablaba en voz baja y todos se pegaban a él tanto como podían hasta que apenas podían andar.

Oscar y Javier habían preparado la antigua sala de música con camas para todos porque pensaron que se sentirían más seguros estando juntos y en el salón habían hecho los arreglos para que hubiera un bufet libre.

Los psicólogos estaban preparados, pero habían determinado que lo mejor sería presentarlos poco a poco e ir introduciendo a más gente en su entorno tal y como fueran sintiéndose a gusto.

La mayoría de niños recordaban a sus padres, pero uno de ellos, el más mayor, llevaban tanto tiempo en la isla que ni si quiera recordaba de donde era originario o cual era su idioma materno. Y los dos más pequeños no habían conseguido que hablaran.

Excepto ellos tres, lo demás fueron abandonando la casa poco a poco tal y como encontraban sus hogares.

Durante todo el tiempo, los niños más pequeños lo seguían como si fueran polluelos y los psicólogos no habían podido conectar con ellos tanto como lo había hecho Dante, aunque el más mayor lo miraba con desconfianza.

La protección de un DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora