Parte 17

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A la mañana siguiente sintió que algo le tocaba la cara.

Alessia estaba tocándole la mejilla con un dedo mientras Ajax se tapaba la boca intentando no reírse.

- ¿Qué es tan divertido? – Dijo Javier con voz de recién despertado.

- Supongo que no tienen muchas oportunidades de ver a adultos a los que se les cae la baba mientras duermen. Se han entretenido un buen rato jugando con tu cara.

Dante estaba sentado en una silla tomando un café, mientras leía un libro.

- ¿Y porque les has dejado jugar con mi cara?

- ¿Y porque no? Ellos se estaban divirtiendo y a ti no parecía molestarte. Además, ya son las 10 de la mañana. No es como si se hubieran metido en tu cama a mitad de la noche para despertarte. – Dijo Dante sin ningún tipo de vergüenza.

- ¿Ya son las 10?

Javier miró su reloj. No podía creer que hubiera dormido hasta tan tarde.

- Aun así. ¿No crees que es demasiado permisivo dejarles jugar así con alguien dormido?

- Solo estaban tocando tu cara. No es como si hubieran querido pintar en ella con rotulador indeleble.

- ¿No me digas que quisieron hacerlo?

- Quiso hacerlo alguien, pero no fue ninguno de mis hijos.

- ¡Oscar!

- No te moleste. Se fue temprano a una reunión con unos clientes.

- Ya pillaré a ese desagradecido, pero mientras tanto...

Javier empezó a hacer cosquillas a los niños mientras Dante los miraba divertido.

- Chicos, es hora de que todos nos pongamos en marcha. Vuestro profesor particular está a punto de llegar y yo tengo trabajo que hacer.

Alessia y Ajax corrieron hacia Dante que los cogió en brazos antes de darles un beso sonoro en sus mejillas sonrojadas. Luego los acompañó hasta la biblioteca donde les esperaba su profesor y se fue a trabajar a la sala de ordenadores.

Cuando Javier se dio una ducha y se cambió de ropa, fue directo a donde estaba Dante y vio que podía ver y oír todo lo que pasaba en la biblioteca en una pequeña pantalla que compartía espacio con su trabajo.

- ¿No te fías del profesor que elegiste?

- Lo he investigado de arriba abajo y no he encontrado nada por lo que tenga que preocuparme, pero eso no significa que no lo vaya a tener vigilado. Además, si en algún momento dicen su primera palabra, no quiero perdérmela.

- De verdad, has nacido para ser padre. – Dijo Javier cogiendo una silla que había cerca de donde trabajaba Dante y sentándose.

- Siempre quise una familia: Marido, hijos, casa con jardín... Quizá no ha empezado en el orden correcto, pero no me voy a quejar.

- Ya tienes dos de tres. No está mal. Por cierto, ¿Dónde está Valen?

Dante señaló una pequeña pantalla en la que Javier no se había fijado donde Valen estaba sentado ante un tipo que parecía estar hablándole suavemente, pero no se oía nada.

- Está con su psicólogo, pero por ahora lo único que hace Valen es escuchar.

- ¿No te parece demasiada intromisión? Se supone que estar con el psicólogo es algo privado.

- No quiero escuchar lo que dice, solo asegurarme de que alguien en el que tendría que confiar, no se toma muchas libertades.

Javier le miró sorprendido por lo sobreprotector que era.

- Te lo advertí. No soy ningún santo, y me importa una mierda lo que tenga que hacer para proteger a la gente que quiero. ¿Es esto lo suficientemente malo para que me odies?

Tenía razón, cuando entró en su habitación por primera vez e intentó disculparse por todo lo que le había hecho durante años, le dijo que no era tan bueno como creía, pero, por alguna razón, incluso esta falta de consideración con la privacidad de los niños, lo hacía más admirable a los ojos de Javier.

- No lo es.

- No te preocupes. Encontrarás algo, tarde o temprano.




La protección de un DragónWhere stories live. Discover now