CAPITULO 80: MOMENTOS DE TROPIEZO

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El silencio se apodera de la sala. Literalmente, nadie se mueve ni dice nada. Amanda parece estar en shock, mira a los lados con cara de borrego degollado. Christian exhala frustrado, se aleja de ella y enseguida Elizabeth salta a alcanzarla para no dejarla sola en medio de todas esas miradas puestas en ella, incluyéndome. Empero, justo cuando la mamá de los muchachos intenta volver a consolarla, Amanda hace un mal movimiento con la mano, tropezando esta con la bebida que Elizabeth trae consigo, ocasionando pues, que el contenido que porta salga disparado hacia todas partes. Creo que ese salpique les saldrá caro. Qué oso.

¡Joder! Exclamo en mi mente y este incidente causa un repentino brote de carcajadas en los presentes, incluso en el propio Robert. Se burlan en su cara, pese a lo chistoso que ha sido. Amanda sale corriendo sollozante.

Después de las risitas y los chascarrillos, Christian y yo decidimos irnos. La gratitud por el recibimiento y la cortesía salen de mí con naturalidad e increíblemente, por parte de ellos también.

Una vez dentro del ascensor, examino al rubio ya que me llama la atención el semblante que le veo. Sin lugar a dudas, no es el mismo que llegó en comparación con el que se va, tanto así, que comienza a ponerse más cariñoso de lo habitual de repente.

—¡Oye, ya! Nos pueden ver —le advierto sabiendo que diagonal hacia nosotros hay una cámara apuntándonos.

Christian me hace caso y se aleja de mí risueño. Él sabe que tengo razón, pero también es obvio que su comportamiento puede que se deba a que tiene unas copas de más.

—¿Estás mareado? ¿Te sientes mal? —indago al verlo sacudir su cabeza de manera inusual.

—No, amor. Estoy perfecto.

Presiento que me miente, así que mientras caminamos por el estacionamiento rumbo al auto, lo apoyo en mí y le afirmo que yo seré la que maneje. Él de inmediato se niega, pero a mí me vale su oposición.

—Ya, Christian, dame las llaves —le exijo mordaz.

—No, amor, tranquila. De verdad que yo estoy perfecto.

Cruzada de brazos y casi al borde de perder la paciencia, le vuelvo a replicar. Detesto cuando me lleva la contraria.

—Algo me dice que no... Sé que te estás sintiendo mal ¡Joder, se te nota! Ya hasta te ves pálido y cansado. Yo voy a manejar y punto. —Creo que nunca le había hablado con tanta autoridad.

—¿Pero luego cómo te llevo a tu casa? Me dijiste hace un momento que querías ir para allá —replica.

—Sé lo que dije, pero ahora estoy haciendo un cambio de planes. —Christian enseguida me mira cejijunto y yo le sonrío—. No vamos a mi casa... Ahora nos vamos a nuestro departamento —musito de forma pícara acercándome a él con seducción.

De inmediato, Christian capta mi mensaje.

—¡UUUUH!, pervertida —murmura sonriente.

El rubio osado me arrincona sobre las puertas del auto, se acopla a mi cuerpo tomándome con su mano derecha de la cintura, mientras que con la otra, rodea mi cuello para poseerme con besos apasionados y caricias exquisitas. El fuego sube y es más que evidente en ambos; sin embargo, y utilizando mis tácticas discretas, meto la mano en el bolsillo de su pantalón y saco las llaves. Afortunadamente, toqué el bulto correcto.

—¡YO MANEJO! —manifiesto cortando drásticamente el candelero. Christian me sonríe y al mismo tiempo, queda mudo con mi jugada.

Minutos después, ya nos encontramos en carretera rumbo al departamento, en donde, porsupuesto, voy guiada de él y del GPS por si acaso.

SECRETOS DE SANGRE ©🗡️🛡️ |NUEVA EDICIÓN| #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora