CAPÍTULO 3

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—Sol, he notado que te gusta mucho la música, en particular, esta que siempre escucho cuando vengo al bar.

—Ah, sí, soy un poco extraña en mis gustos y en general me siento identificada con este tipo de voz. Es como si rememorara algo inconsciente en mí.

—Qué fuerte es eso: ¿no crees?

—No lo sé... es algo así como que me transporta y me transmite paz más allá de las palabras, quizás sea todo en conjunto: voz y melodía. —y continué: —Y tienes mucha razón: la música es una gran compañera en mi vida.

—También me sucede, hay canciones que me recuerdan algunas épocas de mi vida, unas bellas y otras no tanto.

—Es así como lo siento.

—Indudablemente, el arte es algo que te apasiona.

—No, todo; no soy una gran entendida, pero no olvides que he viajado mucho y eso me ha dado la posibilidad de conocer otras culturas.

—Es verdad. Se abren las puertas de otros mundos cuando entendemos otros modos de pensar y de vivir.

—Allí comprendes que todo es tan relativo, mi querida amiga.

—¿Por qué lo dices?

—Porque aquello que para ti o para mí puede ser un valor, en otra parte del planeta, puede no significar nada y viceversa.

Es un poco filosófico, pero de algún modo asumes que todo tiene dos caras o más...

—Eres muy inteligente.

—Creo que he aprendido a observar lo que sucede a mi alrededor y me he dado el permiso de cuestionar algunas cosas que para mí eran verdades absolutas.

—¿Cómo cuáles?

—Básicamente, he aprendido que la verdad es un concepto relativo. Tú puedes tener la tuya y yo la mía.

—Sin embargo, existen acontecimientos que marcan una realidad irrefutable.

—Depende. Seguramente que el hecho en sí mismo no se puede modificar, pero tú lo verás de un modo y quizás yo de otro diferente y posiblemente ambos sean acertados: ¿me comprendes?

—Muy interesante. Siento que tienes una percepción de las cosas tan única.

—Y yo pienso lo mismo de ti. Si no, no tendríamos esta afinidad, que no deja de provocarme tanto placer: ¿sabes?, jamás he podido hablar de esto con ninguna otra persona.

—Es increíble porque es mutuo, a pesar de estar rodeada de mucha gente contigo, me he detenido a escuchar y a pensar en todo aquello que expresas y que me resulta tan intrigante.

—Te debo resultar una persona extraña: ¿verdad?

—No, ¿por qué lo preguntas?

—Por lo que puedo analizar pertenecemos a dos mundos completamente diferentes, basta verte y escucharte para comprender que tú debes ser una mujer con muchas responsabilidades y por cierto muy bien integrada a esta ciudad, donde seguramente naciste y te criaste.

Ella me miró algo incrédula —Yo no hablaría de dos mundos tan disímiles, Sol, más bien creo, que se trata de dos lugares geográficos diversos. No veo diferencias de valores entre tú y yo. Seguramente nos dedicamos a labores que no se parecen, pero me atrevería a decir que percibimos muchas cosas del mismo modo.

—Es cierto si no no hubieses comprendido mi manera de ser.

—Yo creo que lo demás es circunstancial y va más allá de las experiencias de cada una. Además, yo también pasé mucho tiempo en el campo cuando era pequeña con mis padres, así que como verás hasta eso tenemos en común.

—No lo sabía y en efecto tienes mucha razón. Pienso que las afinidades entre las personas, seguramente tengan más que ver con las almas, que con el medio en donde se desarrolló cada una. Aunque la psicología dice que somos producto de ese entorno que nos rodea...

—Sí, es cierto, pero ese medio al que te refieres también tiene que ver con los afectos y la gente que nos ayuda a crecer...

—Gran verdad, mi querida, María. La gente muchas veces supone que porque uno crece en una casa grande y con ciertas comodidades vive feliz.

—Y eso no es así, lo económico es parte del bienestar que te quita preocupaciones, pero no compra los afectos que no posees.

—Como se dice, "no todo lo que brilla es oro". Algunos de esos lugares son verdaderas redes donde nos encontramos atrapados...

—No entiendo a qué te refieres, específicamente.

—A nada, María es solo un comentario.

—Mmm... hagamos de cuenta que te creo...—dijo algo preocupada.

Esas horas eran mágicas porque realmente la sentía una persona importante. Podía mostrarme cómo era y me expresaba libremente. Ella siempre parecía estar muy interesada en escucharme y compartir conmigo diferentes vivencias. Y para las circunstancias en las que yo me encontraba, ella, aparte de brindarme cariño, me hacía sentir menos sola en esa ciudad tan grande.

Nada de lo que nos decíamos pasaba desapercibido, ya que lo notaba por sus preguntas...

EL MUNDO DE MIS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora