CAPÍTULO 33

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Volví al departamento, con el tiempo justo para cambiarme y salir con mi padre.

Él había reservado una mesa en el restaurante de Roberto.

Cuando llegamos, nos estaba esperando muy contento.

—¡Adelante hermana!

—Gracias hermano. —saludé con simpatía.

—Hola, Giovanni.

—Hola, Roberto, ¿cómo va todo por aquí?

—Muy bien, gracias a Dios, como verás casi todo completo.

—¡Me alegro mucho!

Nos acompañó a la mesa y ambos nos sentamos.

El mozo se acercó para traernos la carta y pedimos la bebida.

—Mi princesa, te miro y me parece increíble que seas mi hija.

—Yo de alguna manera lo intuía o quizás lo deseaba inconscientemente. —dije.

—¿Sentías eso por mí?

—Cuando te conocí me impactó tu amor hacia ella, con el tiempo me sentí identificada con tus valores y tus modos de proceder. Y cuando lo pienso detenidamente me doy cuenta de que tu palabra fue siempre aquella que me dio seguridad. En todos los momentos busqué tu mirada para sentirme aprobada y contenida.

—Mi pequeña del alma...

—Y Diego era cada vez más extraño; su comportamiento era insólito: nunca vino a hablar conmigo y siempre se mantuvo ausente de lo que estaba sucediendo.

—A mí también, me llamaba la atención, pero ahora comprendo su actitud.

—Sí, claro.

—Cuéntame, Solcito ¿cómo estás llevando todo esto?, pienso como tu madre que debes estar viviendo situaciones complicadas. No debe ser fácil adaptarse a todo lo nuevo.

—A decir verdad, son muchas emociones juntas; y en este momento siento que he perdido el hilo conductor de mi propia historia. A veces dudo de todo y de todos. Otras me siento hija de María, por lo que tenemos en común y siempre creo que voy perdiendo a diario a la Sol que fui.

—¿Y cómo era tu vida antes de todo esto?

—Poco feliz, papá, pero tranquila: no me cuestionaba nada, aunque tenía una gran soledad en mi alma. Con Pedro tuve una relación fría y distante. Yo siempre supe que él no me quería. Y Renata era lo único positivo que, según yo, la vida me había dado.

—Mi princesa, ese no era tu padre.

—Es cierto. Yo fui un negocio que tuvo con Alfonso, por eso creo que jamás llegó a quererme. Únicamente se limitó a cuidarme como la propiedad del Sr. Gutiérrez y ciertamente signifiqué muy buen dinero para él.

—Me hace mal oír eso, querida. Te merecías otro papá.

—Lo que no merecía fue que me quitaran la posibilidad de vivir mi verdadera historia. Seguramente mamá te hubiese dicho que era tu hija.

—No sé qué responderte.

—Pero todo es parte del pasado... aunque ¿sabes que me duele?

—¿Qué mi princesa?

—Que todo ese inmenso amor de ustedes, por el cual nací, haya sido tristemente derrotado.

Él se puso serio. Yo continué: —Cuando fui al departamento con mamá y me dijo que se había enamorado de ti desde la primera vez que te vio: no lo podía creer.

EL MUNDO DE MIS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora