CAPÍTULO 44

43 7 2
                                    

—Abuela. Ya te conozco.

Ella sonrió gentilmente.

—Tengo que admitirlo, siento que lees mi mente.

Me reí. —Espero tu opinión sobre este punto.

—Creo que lo que acabas de decir es increíble, pero como sabes hay algo que me tiene muy preocupada.

—Sí, lo supongo.

—A mí lo que le suceda a Renata no me interesa. Aunque interpreto que su reacción no será muy positiva al respecto. Lo que me hace dudar es cómo podrá repercutir en ti: ¿Será motivo de otros sinsabores? Y lo más complicado, creo que difícilmente puedas mentir delante de nadie y menos de un juez.

—Opino como tu abuela. —dijo papá.

—¿Mamá?

—Pienso que debes hacer lo que sientes. No vas a mentir, vas a omitir, en todo caso, y es por una causa justa. A fin de cuentas es para no crearle un problema. Aquí lo importante eres tú, hija querida y tu necesidad.

—Me conoces muy bien mamita: detesto el apellido del hombre que me ignoró, me menospreció y me consideró un objeto. Y amo y respeto a mi padre: jamás se dio por vencido ante nada y me aceptó con amor. La decisión está tomada. —dije.

—Gracias, hija de todo corazón.

—De nada, papá. ¡Lo mereces!

—Una vez más mi querida nieta debo decir que te admiro y me siento orgullosa de ti y tus ideales.

—Es lo que ustedes tres me han transmitido de diferente modo. En todo caso, la agradecida soy yo.

A los pocos segundos recibí un mensaje en mi celular que decía: Reinita, creo que debemos hablar a solas. Te espero mañana en mi oficina cuando llegues a la tienda

Ellos me observaron angustiados, pero yo no quise hacer más comentarios...

Cuando subí a mi habitación me encontré con la abuela esperándome. Ella volvió a insistir:

—Sol querida, siento que nos estás ocultando algo muy grave y quisiera ser digna de tu confianza para saber de qué se trata. A diferencia tuya, yo soy una mujer grande que ha pasado por muchas cosas difíciles y quisiera que tú tuvieras la certeza de que puedes contar conmigo, aunque sepas que voy a sufrir. Soy tu abuela y quiero poder cuidarte y no a la inversa: ¿lo comprendes?

—Cuando considere que es el momento hablaremos de ello.

—Sí, mi querida...

Unos instantes después requerí: —Abuela.

—Dime.

—Algunas noches siento que vienes aquí y me pregunto cómo te estás sintiendo con todo esto que vamos viviendo desde que llegaste.

—Pues verás, seguramente pensarás que estoy loca, pero aún me parece mentira que te hayamos recuperado y cuando me desvelo por alguna pesadilla necesito pasar por tu habitación y mirarte. Eso me da un sentido de realidad que me calma y ayuda mucho.

—No puedo dimensionar cuánto has sufrido... 

—Fue un desastre, no voy a negarlo, pero apenas te veo, me pasa todo y me siento francamente feliz.  A veces cuento las horas para verte entrar por la puerta de casa, cuando regresas del trabajo, porque sé que vendrás directo a darme ese abrazo que hoy necesito como el aire para vivir.

—¿Sabes? Yo siento algo similar

—¿Lo dices de verdad?

—Sí, abuela. Llegar a casa y encontrarte es algo muy especial para mí. Sé que estaremos juntas y que conversaremos... en fin nada es igual desde que llegaste.

EL MUNDO DE MIS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora