CAPÍTULO 12

47 4 0
                                    

El sonido del timbre me volvió a la realidad y cuando abrí la puerta para mi sorpresa me encontré con él:

—Perdón, Sol, que venga sin avisar, pero me quedé muy preocupado por ti.

—Gracias, Guillermo, eres muy amable; adelante, pasa...

—Quisiera saber cómo estás y qué cosas rondan por tu cabeza... imagino, que no deben ser muy positivas.

—No he comprendido nada de lo sucedido... Es extremadamente agresivo y no creo merecerlo. Yo no podría jamás usar alguna situación para sacar provecho de eso y menos tratándose de María, que es una persona que se ha brindado con especial afecto.

—Sol, eso lo comprendemos todos. Ella no está sola en este proyecto, tiene gente que la contiene, que la informa y asesora. Si alguien pensase semejante cosa de ti, pues se lo hubiésemos advertido.

—Comprendo lo que dices, pero igual algunas cosas no me quedan claras...

—¿Cómo cuáles?

—No te preocupes, Guillermo, en realidad son solo pensamientos que pululan por mi mente.

—Entiendo.

—¿Te gustaría cenar conmigo? —pregunté.

—Por supuesto, solo si yo invito.

Sonreí... y continuó: —Pedimos algo y así te relajas un poco.

—Acepto.

Ya más distendidos comenzamos a intercambiar algunas experiencias de vida y así él me contó cómo es que había sido convocado para formar parte de la tienda.

—Yo comencé trabajando para Giovanni en su empresa y cuando mencionó el proyecto con María me pidió que me hiciera cargo de ambas cosas, lo cual me alegró, ya que me había costado mucho poder recibirme.

—¿Por qué? —interrumpí.

—Cuando era pequeño, mis padres se separaron y él se olvidó que yo existía. Eso produjo que mi madre se ocupara de mí, con todo lo que ello implicaba.

Ella era empleada en la casa de Giovanni y prácticamente me crie ahí. No tengo recuerdos de mi padre.

Los estudios eran caros, pero yo quería trabajar para poder llevarlos a cabo.

—Qué difícil.

—Al poco tiempo de lograr mi objetivo, ella se enfermó y falleció, así que me quedé bastante solo en la vida. No tengo hermanos y de mi madre me quedaron algunos parientes lejanos.

—Lo siento mucho... —y tomé su mano con afecto.

—Fue terrible. —expresó con dolor.

—Perdón Guille, pero: ¿no buscaste a tu papá, al menos por curiosidad o para conocerlo?

—Sinceramente, no sentí la necesidad. Uno sabe dentro del alma cuando es rechazado u olvidado. Además, él sabía dónde encontrarme o al menos visitarme: ¿no te parece?

—Es justo lo que dices.

—Luego me casé.

—Ah, no sabía, que tenías una esposa.

—Bien has dicho, la tenía... Después de cinco años de vivir juntos, nos separamos. Fue lo mejor para ambos... no quedaron rencores. No tuvimos hijos y cada uno siguió su camino. Yo fui progresando cada vez más y debo decir que la idea de María, me parecía muy bella y todo un desafío para mí.

—¿En qué sentido?

—Yo estaba acostumbrado a trabajar con hombres, en la empresa de Giovanni, que nada tenían que ver con la sensibilidad que se maneja en la tienda. Y hacerme cargo, a nivel legal, de ambas cosas, al principio me preocupaba.

—Pero noto que lo llevas muy bien porque todos te aprecian mucho.

—En general soy un hombre tranquilo y conciliador, aunque en determinados casos, suelo reaccionar mal.

—No he visto nada de eso, en ti.

—No, no soy agresivo. Pero cuando catalogo a una persona como no digna de mi confianza, es muy difícil que cambie de idea...

—Ojalá yo tuviera ese don, a veces pienso que soy tan estúpida...

—Ni lo digas. Eres sensible y creo que por tu crianza no te has rodeado de gente que te inspirara cosas malas.

—No lo sabría definir. Fui más sumisa que otra cosa, tuve motivos para desconfiar de algunas personas, pero no lo afronté en su debido momento y hoy no tiene caso preguntármelo.

—Lo que demuestra que eres una mujer inteligente.

—No lo sé, pero no vivo del pasado. Si así fuese no estaría aquí, habiéndome embarcado en esta aventura, con una persona que conocí en un bar y en la que confié plenamente.

—Eso es cierto, pero también te ha ayudado la intuición y la transparencia de María. Basta mirarla a los ojos para comprender que es un ser sin maldad alguna.

—Así es.

—Sol...

—Dime.

—Yo quisiera que comprendieras, más allá de este episodio de hoy, que para todos los que trabajamos contigo, eres una persona muy importante. Has sabido ganarte tu lugar, pero también el afecto de cada uno de nosotros.

—Menos el de Mauro.—respondí de modo irónico.

—¡Paciencia! ¡No se puede caer en gracia a todo el mundo!

—La verdad es que no lo pretendo tampoco. Lo que no quisiera es que alguien, de algún modo, arruinara la bella amistad que tengo con María.

—Creo que ese afecto, no lo perderás jamás. La confianza es mutua, si no no te hubiese ofrecido formar parte de esta empresa que para ella es muy importante: ¿no lo crees?

—Sí, indudablemente, vio en mí algo que no todos notan.

—Y opino que eso debería darte confianza en ti misma...

—La tengo, Guille. Solo que, como a todo ser humano, no me gusta ser acusada y juzgada por lo que no soy.

—Sí, pero debes tomarlo de quién viene.

—Cierto.

—Bueno, reinita... es un poco tarde y mañana debemos trabajar. Me gustó mucho esta conversación y espero que la repitamos con más tiempo. Quiero dejarte descansar. Sé que ha sido un día duro para ti.

—Gracias, seguramente organizaremos otro encuentro en cualquier momento. Te agradezco mucho tu visita, porque me ha hecho mucho bien.

—Gracias, a ti por recibirme y no olvides que siempre cuentas conmigo.

—Lo tendré presente. Una cosa más...

—¿Qué será?

—Tú también cuentas conmigo.

Sonrió y eso me provocó mucho placer.

—Ah, olvidaba algo... mañana vamos a ver tu auto. Ese sí es un buen proyecto para ti.

—Eres una gran persona.

—Con quien lo merece.

—¿Y yo pertenezco a ese grupo?

—¿Tú? —me miró a los ojos y yo a él. —Tú eres, para mí, mucho más que eso...

Me sonrojé y apenas pude responder: —Gracias.

Él sonrió.

Nos saludamos con un beso y cuando cerré la puerta me sentí diferente, de pronto la angustia se había ido... y me había afectado mucho más esa mirada profunda y esa frase que sentí tan fuerte, que lo sucedido.

Ya no me importaba ni Mauro ni sus acusaciones. Al fin y al cabo: yo sabía quién era y lo que sentía dentro de mí.

Indudablemente, Guillermo había provocado en mí una nueva sensación.

EL MUNDO DE MIS SUEÑOSWhere stories live. Discover now