Epílogo

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Respira, todo saldrá bien.

Terminaba de alistarme para la cita que tendría con Chris, ésta sería la primera vez que salimos solo los dos desde que Amelia nació.

Acomodé mi vestido y me puse las zapatillas para darme un último vistazo al espejo antes de salir de la habitación.

-Te ves hermosa.

Sonreí al ver el reflejo de Chris en el espejo, me regaló una sonrisa ladeada mientras sus ojos recorrían de arriba a abajo mi cuerpo.

-Tú no estás nada mal- sonrió mordiéndose ligeramente el labio. Amaba cuando lo hacía - ¿Estás listo? - giré sobre mis talones para verlo de frente.

-Sí, y puedo ver que tú también lo estás- se acercó con pasos lentos hasta donde estaba parada. Un pequeño escalofrío recorrió mi cuerpo al verlo en ese traje azul marino que le que quedaba demasiado bien.

Sus ojos viajaron por todo mi cuerpo, desde los labios hasta mis pies y regresaron por el mismo camino para terminar de nueva cuenta en mis labios, haciendo latir una sensible parte entre mis piernas.

¡Maldición! Sabe lo que hace.

-Amo tu vestido, pero lo amaría más si estuviera en el piso de la habitación- sus manos se posaron sobre mis caderas acariciándome lentamente de arriba a abajo. Una sonrisa traviesa apareció en mis labios.

-Tendrás que esperar hasta más tarde- dejé un suave beso en la comisura de sus labios. Amaba provocarlo.

Lo escuché soltar un suspiro al mismo tiempo que echaba su cabeza hacia atrás haciendo que su manzana de Adán subiera y bajara con suavidad.

-De acuerdo, solo espero poder contenerme hasta entonces- sonreí y tomé su mano para salir de la habitación.

Su hermano, Scott, esperaba abajo viendo televisión con Amelia en sus brazos. Muy amablemente se había ofrecido a cuidar de ella para que Chris y yo tuviéramos una salida romántica, la primera desde hace un año, cuando la bebé nació.

-Dejé su comida en la nevera, solo hay que calentarla un poco, hay pañales y toallas húmedas de sobra sobre el cambiador. Los números de emergencia están anotados en la pizarra de la cocina junto con...

-Junto con tu número y el de mi hermano, descuida Ally, todo está bajo control. Yo cuidé a todos los hijos de nuestras hermanas cuando eran bebés y nunca ha pasado nada.

Suspiré nerviosa. Era la primera vez que me alejaba de mi bebé por tanto tiempo, había mudado mi oficina a la casa y ahora trabajaba desde aquí, por lo que nunca nos alejábamos.

-Bien, llama si necesitas cualquier cosa- lo miré con severidad.

-De acuerdo, amor, vamos- Chris abrió la puerta para dejarme pasar y salir de casa.

Subimos al auto para dirigirnos hacia el restaurante dónde habíamos hecho una reservación. En cuanto entramos, mis piernas comenzaron a temblar.

Tú puedes hacerlo, no pasa nada.

Nos llevaron hasta nuestra mesa y pedimos la carta para ordenar.

La cena estuvo maravillosa, la comida fue deliciosa, aunque tuve que beber un poco más de la cuenta para calmar mis nervios.

-Cariño, ¿estás bien? - Chris me miró alzando las cejas con sorpresa -Te veo un poco...sedienta.

Tenía razón, esta era mi tercera copa de vino tinto.

-Sí, sí, todo está bien- sonreí intentando ocultar mi nerviosismo, pero esto tenía que acabar de una buena vez -Yo...- suspiré jugando con la servilleta sobre mi regazo. Las manos me sudaban, las piernas me temblaban y por supuesto, mi corazón latía demasiado rápido, haciendo que sintiera su latido en mi garganta.

No me digas que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora