Cuentos de amor y pasión y dolor

La Ausencia de lo que Fue

Entre nosotros, el silencio se convirtió en un torrente que arrastró nuestras palabras sin escuchar, un eco de daño que resonó en cada rincón de lo que construimos juntos. A pesar de mi intento constante de comunicar, de compartir las verdades que yacían en mi corazón, ella eligió la sordera emocional, una elección que dejó cicatrices profundas.

Hubo un tiempo en el que nuestras palabras eran un puente que unía nuestros mundos, pero la falta de escucha rompió ese vínculo, transformándolo en escombros de lo que fue. Quise explicar mis pensamientos, expresar mis miedos, pero sus oídos estaban cerrados, sellados por la obstinación y la terquedad.

Las palabras que intentaban construir entendimiento chocaron contra un muro de prejuicios, y la comunicación se desmoronó en el abismo de malentendidos. A medida que el daño se acumulaba, la conexión que compartíamos se desgarró, dejando detrás un vacío lleno de palabras no dichas y heridas no curadas.

El eclipse de la comunicación nos envolvió en sombras, donde las suposiciones y las interpretaciones erróneas se multiplicaron como criaturas de la oscuridad. Quise gritar mi verdad, pero la cacofonía del silencio ahogó mi voz, relegándome a un rincón donde la soledad se convirtió en mi única compañía.

El daño que nos hicimos, como astillas enterradas en la piel, dejó cicatrices invisibles pero profundas. Aprendí que la comunicación es más que palabras; es escuchar, comprender y estar dispuesto a ver más allá de las sombras de nuestras propias percepciones. Lamentablemente, ella eligió creer lo que quiso, y ese acto eclipsó la posibilidad de una verdadera conexión.

En el eco del silencio que quedó entre nosotros, encuentro la tristeza de lo que pudo haber sido. Y mientras enfrento las secuelas de nuestro desentendimiento, sé que la lección más valiosa es la importancia de escuchar y comprender, para construir puentes en lugar de muros en las relaciones.