Sinfonía de despedida

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Elegiste el camino de la distancia y el silencio, desgarrando el mundo que nuestros corazones soñaron construir juntos. Tu elección, aunque dolorosa, me tomó por sorpresa, pero quizás era lo que debía suceder. Te diste cuenta de que no estabas preparada para la intensidad de nuestra relación, y la responsabilidad de amar parecía pesar demasiado en tus hombros. Juntos, no logramos curar completamente los corazones heridos que se encontraron en el camino, a pesar de habernos ayudado mutuamente a sanar en el pasado.

La sombra de la filofobia se hizo presente, y ambos sentimos su impacto. ¿Acaso buscar el consuelo en los labios de otro fue una distracción temporal de nuestro amor? ¿O acaso repetías las palabras "te amo" como un reflejo inconsciente, sin sentir realmente su peso? A lo largo del tiempo, noté un cambio en ti, una falta de empatía que oscureció la percepción de cuánto afectaba a tu compañero.

Tu indiferencia fue palpable, y la facilidad con la que te desprendías de los sentimientos dejó cicatrices en el corazón que no pudieron sanar. Decepcionarse en una relación es normal, pero enfrentarse a esa decepción tres veces en dos meses no es sano ni sostenible.

La confianza murió, arrastrando consigo la motivación con cada muestra de indiferencia. Perdimos la capacidad de comunicarnos efectivamente y nos refugiamos en la distancia, aceptando que quizás venimos de lugares demasiado diferentes y que nuestro encuentro, aunque significativo, tal vez no fue del todo natural.

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