Día 4. Amnesia

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—No creo que tenga nada, jefe.

Mencionó el joven moreno, saliendo del interior del taller, limpiándose las manos. Entre el ruido de las sierras, las máquinas de soldar y los martillos, que los demás ingenieros y mecánicos utilizaban al trabajar y arreglar los autos eléctricos o los androides descompuestos ahí situados en el gran almacén. Detrás de él venía A. W. E. S. O. M - O a pasos lentos, el cual al volver a ver al pelirrojo se situó a su lado.

—Volví, señor —comentó.

—¿En serio? ¿No encontró nada? —Cuestionó, ignorando al robot, y no sabiendo el nombre del muchacho. Vio de soslayo el bordado en el overol oscuro—. ¿David Rodríguez?

—Sí, ese es mi nombre. Bueno, sobre su pregunta... —se rascó la nuca—, a decir verdad no pude revisar su disco duro. Encontré una parte de metal reforzado por encima de su "cerebro" que no logré abrir, sin tener la necesidad de dañar toda la base de datos del robot. Si quiere que ingrese, necesitó la clave de acceso.

—¿Clave? —se cruzó de brazos, confundido.

Arqueó la ceja al ver al robot a su lado.

«¿Quién le puso una clave? ¿Y por qué motivo? —se preguntó, un poco nervioso de que el robot no fuera ex propiedad de algún psicópata o anciano demente».

—Sí. Creí que usted tendría más detalles sobre eso. Pero, como dice que se lo regalaron... creo que no habrá mucho que hacer. Probablemente las conductas que dice que tiene, como salir a pasear por el jardín, contemplar largo rato la ventana, cocinar y poner la radio sin que usted se lo pida; sea la rutina que tenía con su anterior dueño.

"Si le soy sincero, este modelo de robot no es para nada común. Comparte ciertas partes con los nuevos modelos, pero la mayoría de su mecanismo es viejo y no lo conocemos... ¿de dónde lo sacó?

***

El celular timbraba en su oído al hacer la llamada.

Awesomo paseaba por el frente de la casa, solitario, mientras Kyle lo observaba desde la ventana de la sala; a veces el robot hacía dos rondas de caminata y hablaba solo o escuchaba música desde la radio incorporada en su sistema operativo. Cuando comenzó a observar ese tipo de conducta extraña en él, no se atrevía a interrumpirlo o tan siquiera preguntarle por qué lo hacía. Si era una rutina de su anterior dueño... ¿quién habría sido? ¿Acaso los robots de segunda mano no tenían un formateo antes de volver a venderse?

—¿Hola? ¿Kyle?

—¿Stan? —volvió a la realidad al escuchar la voz del pelinegro. A través del cristal vio que Awesomo se detuvo en la acera, observando de nuevo la calle y los pocos autos pasar entre el pavimento cubierto de nieve—. Hola, amigo, ¿estás ocupado?

—No, amigo, ¿estás bien? ¿Sucedió algo?

—No pasa nada —se sentó en el sofá, cansado después del viaje al taller. Ese día tampoco pudo probar bocado y por lo mismo se sentía desganado—. Solo tengo algo de dudas sobre el robot, ¿sabes dónde fue que Kenny lo consiguió?

—No lo sé. Creo que no me dijo de dónde lo sacó, solo lo trajo... ¿Te está causando problemas?

—No, pero es extraño —miró el reloj de su muñeca. La máquina regresaba casi siempre antes de que se ocultara el sol—. Desde que te fuiste se comporta de manera rara. Hace rutinas que yo no hago y también hace cosas que yo no le pido; casi como si hubiera sufrido un formateo o una especie de amnesia. Creo que tuvo un dueño antes de mí. ¿No tienes el contacto de Kenny de casualidad?

—Sí, si quieres ya te lo envío. Aunque dudo que te conteste... cuando me dejó el robot dijo que iría de vacaciones a Bali y no sabía cuándo regresaría.

—¿En serio?

—Sí. Según quería despejarse de la ciudad, de Denver y de South Park y sus frías montañas... No dudo que se vaya con un par de mujeres, por ahí —conjeturó, un poco celoso.

—Bueno, bien por él. Esa fortuna que se ganó por sus creaciones le sirve de algo, por lo menos.

—Sí, claro... Pero, ¿en serio estás bien? ¿No necesitas nada? Me tomaría tres horas llegar a tu casa, si es que-

—No hace falta, Stan, en serio —le interrumpió. No deseaba que su mejor amigo le tuviera compasión. Stanley tenía su propia vida y no quería ser una carga—. No te preocupes, estoy bien.

Ambos quedaron en silencio. Sin saber qué más decir, aunque Stan seguía preocupado. Podría trabajar desde casa de Kyle, si tan solo él se dejara ayudar.

—¿Has seguido tomando la medicación? ¿Qué dicen tus pequeños muñecos? —cuestionó, ya sentía nostalgia y quería ver de nuevo a sus pequeños sobrinos.

—Sí. Me ayuda a controlar el dolor, pero a veces este se torna insoportable —se frotó el cuello al pensar en las veces que, por el mismo suplicio de su cuerpo, no podía andar o tan siquiera pensar—. Sobre ellos, solo me envían mensajes de texto, pero no responden mis videollamadas... iré por ellos en unos cuantos días, así que-

—¿Qué? ¿Irás por ellos? ¿No se supone que ella los traería a tu casa?

—Así era, pero los planes cambiaron. Desde que pedí el divorcio se está complicando todo. Ella quiere que me haga responsable de ellos, si es que deseo seguir viéndolos en lo que me queda de vida. Hablé con Tolkien sobre esa petición tan absurda, pero me dijo que tenía razón y no podía hacer más. Si quiero que Elijah y Abby me visiten las dos semanas que me corresponden, tengo que demostrar que aún soy competente.

—Eso es una gran estupidez! Estás enfermo, Kyle, ¿en serio harás un viaje de un estado a otro con tu condición? Si quieres puedo ir por ellos, ¡ayudarte, hermano!

—No lo sé, Stan, sabes lo que pienso —suspiró, poniendo su dedo índice y pulgar en el puente de su nariz, cerrando sus ojos—. Te lo haré saber cuando te necesite... Por lo menos el armatoste andante me ayuda un poco y podría hacer el viaje con él —comentó sonriendo de forma sincera.

—Dijiste que te desharías de él, ¿no funcionó? —rió.

—Lo intenté —bufó—. Al parecer ese robot es más terco que yo.

Su visión comenzó a tornarse borrosa en ese punto de la conversación y sus párpados estaban más pesados, tenía sueño. Las pastillas causaban ese efecto secundario en él, eran demasiado fuertes para su débil sistema inmune, pero eran lo único que lo hacían mantenerse en pie y olvidarse del dolor de sus huesos por un rato.

Su respiración se hizo más lenta.

Tendría que irse a la cama antes de quedarse dormido por completo. La última vez que quedó inconsciente en el sofá, amaneció con varios hematomas en su espalda.

—¿Sabes?, debo colgar —se talló los ojos, bostezando—. Que no se te olvide enviarme el contacto de Kenny, por favor.

—Cuenta con ello. También te devolveré la llamada para ver lo del viaje. Cuídate, amigo.

—Claro, tú también.

Colgó por fin.

—Hola, señor, ¿necesita algo?

El robot de bronce volvió a la sala de estar por la parte trasera, ya terminó su extraña rutina.

—No, Awesomo, gracias —dijo comenzando a subir las escaleras—. Descansa. Te veré después.

—A la orden.

AWESOM-O (CARTYLE)Where stories live. Discover now