Capítulo V

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El lujoso avión empezó a descender hacia el aeropuerto de Barajas. Había sido un largo vuelo durante el que Max había tenido mucho tiempo para reflexionar... y preguntarse por que había aceptado abandonar la relativa seguridad de su propio territorio e ir a una ciudad que le traía demasiados recuerdo, no todos buenos.

La presencía de Oscar ayudaba a romper la excesiva intimidad de una cabina con pocos pasajeros; además era un hombre agradable, alto, delgado y alaerta como correspondía su puesto.

"Todo irá bien" Se decía Max en silencio.
Tenía el control, había pensado en cada contigencia y era una visita muy corta.

Emilia viajaba bien, sobrecogida por lo que la rodeaba, el vuelo y su desesperado deseo de agradar. Sergio se había convertido en el nuevo amigo de Emilia durante la semana que había llevado confirmar su paternidad y arreglar toda la documentación del viaje. Sólo había habido un momento cuando la niña preguntó.

-¿Eres mi tío?
-Estoy emparentado con el lado español de tu familia-Había respondido él amablemente y unos ojos abiertos de par en par lo habían visto con solemnidad.

-¿Conoces a mi padre?
-Sí.
-¿Lo conoceré yo?
"Oh no, aún no" Había pensado en silencio Max.
-Te prometo que sí.

La innegable compenetración que había entre ellos tenía que ser buena, se decía constantemente Max mientras comprobaba la paciencia que Sergio exhibía con la niña.

Eso le hacia pensar en otros tiempos cuando él había disfrutado de las caricias de sus manos, de su cálida sonrisa... y de su amor. Porque había sido amor lo que los había unido de un modo tal que Max nunca había pensado que algo podría separarlos.

Pero había sido así y estar en su compañía y volver a Madrid revivía todo de nuevo.
Podría soportarlo, tenía que hacerlo por Emilia.
La felicidad, seguridad y alegría de su hija era lo primero. Así que tenía que sobreponerse.

El avión aterrizó suavemente, completó el recorrido de las pista y luego se metió en un hangar, donde desembarcaron. Sergio se ocupo de su equipaje y de las formalidades, antes de llevarlos a la limusina que los esperaba.

La temperatura de Madrid en octubre no era muy diferente de la de principios de verano en Perth. Una agradable época del año en ambas ciudades, ni mucho calor, ni mucho frío.

Max miró a Emilia sentada en el medio del asiento trasero, después se colocó a su lado, consiente de que Sergio podía sentarse a la derecha de la niña.

Sergio se había duchado, afeitado y cambiado de ropa durante el vuelo, lo mismo que él. Había dormido con Emilia en un compartimiento dormitorio, pero sólo había podido dormir a ratos.

El trayecto hasta el centro de la ciudad les llevaría menos de media hora. No le preocupaba el alojamiento que Sergio había elegido...solo deseaba llegar pronto porque eso significaba dejar de verlo hasta el día siguiente.

Él podía estar acostumbrado a cambiar de huso horario con frecuencia, pero Emilia y él no.

Madrid, una ciudad de espléndida arquitectura, una combinación fascinante d elo antiguo y lo moderno, su cacofonía de sonidos, el tráfico, voces en un idioma que llevaba sin escuchar casi cuatro años.

Sintió que los dedos de su hija se entrelazaban con los de él y la miró con detenimiento  mientras ella observaba lo que pasaba por la ventanilla ligeramente tintada.

-Es diferente-Dijo Emilia con vacilación.
-Los coches van al lado contrario a donde tu vives, te acostumbraras pronto-Le aseguró SErgio y se encontro con las cejas alzadas de Max.
¿En tres semanas? No lo creía. Sergio esbozó una ligera sonrisa cuando se dirigió a la niña.

En la cama de su maridoWhere stories live. Discover now