Capítulo XI

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Dos días después, Ramón entró en un coma del que nunca saldría. Su funeral fue un acto familiar privado seguido de un servicio funerario al que asistieron los amigos más allegados, la familia, empresarios.

Fue un momento muy triste para todos, especialmente para María, que se quedo muy decaída y canceló su vida social indefinidamente.

En su testamento, Ramón distribuyó su importante fortuna a partes iguales entre María, Sergio, Antonio... y Emilia. Sergio y Max eran nombrados fideicomisarios de la herencia de Emilia, quien se había convertido en una niña muy rica.

La presencia de Sergio fue requerida en la ciudad durante la semana siguiente en numerosas ocasiones. Días en lo que marchaba pronto y volvía tarde, muchas veces Emilia ya estaba dormida. Para compensarla, llamaba a su hija durante el día varias veces.

Max ocupaba los días lo mejor que podía: supervisando los progresos de Emilia en natación, leyendo, pintando con los dedos o haciendo figuras con plastilina.

También se ofreció para ayudar a María en cualquier cosa que necesitara, pero no tuvo éxito.

-Déjala con su aflicción-Le advirtió Sergio cuando se lo había comentado-Tiene que asumir la muerte de Ramón a su ritmo, a su modo.
Lo miró atentamente y se dio cuenta de las arrugas que surcaban los bordes de sus ojos y las ojeras.

-¿Y tú, SErgio?
-¿Preocupado por mí, cariño?
-A lo mejor, un poco.
Se quitó la chaqueta del traje, aflojo la corbata, se quito los zapatos y después lo abrazó y besó largamente.

-Dúchate conmigo.
-Eso podría ser peligroso-Lo miró inclinando la cabeza.
-Arriésgate y disfruta la vida-Dijo en tono de broma.
-¿En la ducha?

Le agarró el borde de la camiseta y tiro de ella para sacarla de la cinturilla del vaquero, se la quitó en un sólo movimiento, después le desabrocho los vaqueros.
-¿Desde cuando ha sido eso un problema?

Le bajó la cremallera y bajó los pantalones.
Era tan agradable acariciar sus suaves formas, recorrer con los dedos la base de su cuello, besarlo en la nuca...La suave exploración desperto un caprichoso deseo que fue haciendose imperioso.

Lo besó con una fuerza primitiva con la que exigía su consentimiento para poseerlo.
Max empezó a sentirse deseoso de unirse a él con cada ataque....y lo urgio hasta un punto salvaje en él que Sergio lo poseyó hasta conseguir un orgasmo demoledor.

Después Sergio, sencillamente apoyó la mejilla en la sien de él mientras recuperaban el aliento y la cascada de agua caía dulcemente sobre sus cuerpos. Dijo algo en español y lo besó de un modo increíblemente tierno. Max tenía los ojos inundados de lágrimas.

Con cuidado, Sergio le enjabono el cuerpo, cuando él termino, Max le quitó el jabón de las manos y le devolvio el favor.

Salieron de la ducha, se envolvieron en dos albornoces y volvieron al dormitorio. El móvil de Max sonaba de forma intermitente avisando de la llegada de un mensaje, cuando leyó el mensaje frunció ligeramente el sueño.

-¿Algo urgente?-Preguntó Sergio quitándose el albornoz y metiendose a la cama.
-Es Mick-Dijo volviéndose a mirarlo-Quiere saber cuando vuelvo.
-No volveras a Perth-Dijo mirandolo con tranquilidad.
Max abrió la boca y volvió a cerrarla.

-Sergio, mi trabajo, mi vida, todo esta allí.
-Dejó de estar allí cuando descubrí la existencia de Emilia.
-No entiendes nada.
-Explícamelo-Empezó Sergio en un tono peligrosamente suave-¿Cómo puedes perderte en mis brazos noche tras noche y luego querer irte?

De pronto se quedo sin palabras por la vergüenza que le suponía admitir que Sergio tenía el poder de despertar su pasión de un modo incontrolable, una pasión, que sin él, sencillamente no existía.

En la cama de su maridoWhere stories live. Discover now