Capítulo XII

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Apesar de todos los esfuerzois por minimizar a la repercusión del intento de secuestro de Emilia, la noticia apareció en todas las televisones, radios y periódicos.

Sergio rechazó conceder entrevistas y exigió respeto a su vida privada. Sus empleado impedían el acceso de los medios a la casa y Max mantenía a Emilia dentro de la mansión.

Se recordó a todo el personal su compromiso de confidencialidad y Sergio puso a Antonio a cargo de la oficina de Madrid mientras el trabaja desde su casa.

Emilia parecía ser el objetivo principal de los medios de comunicación, y Max raramente la perdía de vista. Gracias al eficiente trabajo de Oscar, la niña parecía haber superado el trauma.

Pero los medios de comunicación no renunciaron. Un helicóptero con el logo de una cadena de televisión sobrevoló tres veces la mansión con la esperanza de conseguir una foto.

Para Max aquello fue la gota que derramo el vaso y, al tercer día, abordo a Sergio después de acostar a Emilia.

-Tenemos que hablar.
-Vamos a la habitación ¿De acuerdo?
No, en la habitación no. Demasidos recuerdos y necesitaba ser fuerte.
-Prefiero el despacho.

Lo observó con detenimiento, notó la mirada sombría y el gesto de determinación y se preparó para un combate civilizado. Con un gesto indico la dirección del despacho.

-Da lo mismo-Cuando llegarón, cerró la puerta tras ellos y le indicó el cómo sillón de cuero-Siéntate.
-Prefiero estar de pie-No quería mirarlo desde abajo.
Sergio cruzó la habitación y se recargó en la mesa.

-¿De qué quieres hablar?
-Me voy a llevar a Emilia a casa, a Perth-Empezó mostrando sus intenciones-Puedo viajar en un veulo comercial o pedirte que nos lleves en un vuelo privado.
-Tú hogar es este-Dijo sin inmutarse.
-No. Teniamos un acuerdo y me diste tu palabra-Le recordó sosteniendole la mirada-Insisto que la cumplas.

-Las circunstancias han cambiado.
-¿Por que me has convencido de que tenga sexo contigo?
Sergio guardó silencio unos segundos y arqueó una ceja con gesto interrogativo.
-Sexo...¿Es así como llamas a lo que hemos compartido?
-Aliviamos mutuamente nuestras frustraciones sexuales-Mintió Max, era mucho más.

Permaneció inmóvil sosteniendole la mirada como si su vida dependiera de ello.
-¿No hay nada que pudiera decir o hacer para hacerte cambiar de opinión?
"Garantizarme que siempre me amarás, que el amor es la razón por la que me arrastraste de nuevo hasta Madrid... y no el deseo de vengarte del pasado"

-No-Fue la única palabra que pudo pronunciar.
-¿Cuando pretendes volver a Madrid?
Aquello era lo más difícil que había tenido que hacer munca.
-Acompañaré a Emilia cuando venga a verte-"Y me moriré cada vez"
-¿Esa es tu última palabra?

No podía permitirse echarse para atrás, por mucho que la decisión lo destrozara ¿LO sabría Sergio? ¿Lo supondría?

A lo mejor ni siquiera le importaba. El sexo era...bueno, sexo. Y para un hombre, sin amor que lo hiciera especial, cualquier persona podría valer. Debía haber una lista de hombres dispuestos de pasar por su cama en cuanto su esposo lo volviera a...dejar.

-Sí-Dijo con determinación.
Escrutó su rostro en busca de algo más que mostrael efecto de su afirmación...pero no encontró nada.

Al pensar en cuando hacian el amor, y era hacer el amor, quería hecharse a llorar para que él le enjuagara las lágrimas.

-¿Cuando piensas irte?
¿No iba a discutir? ¿Intentar convencerlo? Pero ¿Qué había esperado, que rompiera su promesa? Ese no era su estilo.

-Lo antes posible.
Sergio no se movió, simplemente inclinó la cabeza.
-Daré intrucciones al piloto para que el avión este listo mañana.
-Gracias.
Tenía que salir de allí antes de venirse abajo. Se dirigió a la puerta.

En la cama de su maridoWhere stories live. Discover now