Capitulo dos

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En el baile de los Heartsi de el miércoles por la noche, se pudo ver al vizconde Style sbailando con más de una omega sol­tera. Esta conducta sólo puede calificarse de «sorprendente», ya que normalmente Styles evita a los omegas recata­dos con una perseverancia que sería admirable si no resultara tan frustrante para todas las mamás con intenciones matrimo­niales.

¿Es posible que el vizconde haya leído la columna más reciente de Esta Autora y que, haciendo gala de esa actitud perversa que todos los alfas parecen compartir, haya decidi­do demostrar a Esta Autora que se equivocaba?

Podría dar la impresión de que Esta Autora se atribuye más importancia de la que de hecho ejerce, pero está claro que los alfas han tomado decisiones basándose en mucho, mucho menos.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY SWIFT,

22 de abril de 1814

Para las once de la noche, todos los temores de Louis se habían mate­rializado.

Harry Styles le había pedido un baile a Zayn.

Y aún peor, Zayn había aceptado.

Y mucho peor todavía, Jay estaba contemplando a la pareja como si quisiera reservar la iglesia en aquel mismo minuto.

— ¿Vas a dejarlo? —le dijo Louis entre dientes, al tiempo que pro­pinaba a su madrastra un codazo en las costillas.

— ¿Dejar qué?

— ¡De mirarles de ese modo!

Jay pestañeó.

— ¿De qué modo?

—Como si estuvieras planeando el menú de la boda.

—Oh. —A Jay se le sonrojaron las mejillas con el tipo de rubor que denotaba culpabilidad.

— ¡Jay!

—Bien, es posible que lo haya hecho —admitió la omega—. ¿Y qué tiene de malo, me gustaría preguntar? Sería un partido inmejora­ble para Zayn.

— ¿No nos has escuchado esta tarde en el salón? Ya es bastante malo que Zayn tenga tal cantidad de vividores y libertinos pisándole los talones. No puedes imaginarte la de tiempo que me ha llevado separar a los buenos pretendientes de los malos. ¡Pero Styles! —Louis se encogió de hombros—. Es muy posible que sea el peor libertino de todo Londres. No puedes querer que se case con un alfa como él.

—No se te ocurra decirme qué puedo y qué no puedo hacer, Louis William Tomlinson —respondió Jay cortante e irguió la espalda hasta enderezarse en toda su altura—. Sigo siendo tu madre. Bien, tu madrastra. Y eso cuenta para algo.

Louis se sintió de inmediato como un gusano.

Jay era la única madre que había conocido y nunca, ni una sola vez, le había hecho sentirse menos hijo que Zayn. La había arropa­do por las noches, le había contado cuentos, la había besado y abraza­do, y le había ayudado durante esos años difíciles entre la infancia y la edad adulta. Lo único que no había hecho era pedir a Louis que la lla­mara «madre».

—Sí cuenta —dijo Louis con voz suave, bajando avergonzada la mirada a los pies—. Cuenta mucho. Eres mi madre, en todos los sentidos y en todo lo que importa.

Jay se la quedó mirando durante un largo momento, luego em­pezó a pestañear de forma bastante frenética.

—Oh, cielos —dijo con voz entrecortada mientras buscaba en su cartera un pañuelo—. Ahora ya me has dejado hecha una regadera.

—Lo siento —murmuró Louis—. Mira, ven aquí, vuélvete para que nadie te vea. Así, así...

Jay sacó un pañuelo blanco de lino y se secó los ojos, iguales que los de Zayn.

El alfa que me amo (Larry)Where stories live. Discover now