Capitulo seis

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Louis supo en qué minuto preciso entró él en la sala.

Intentó convencerse de que aquello no quería decir que el estu­viera cada vez más pendiente de aquel alfa. Él era terriblemente apuesto; de hecho, no era una opinión, era la realidad. No podía imaginarse que el resto de omegas presentes no se hubieran fijado en él.

Llegó tarde. No mucho, el soprano no podía llevar más de doce compases de su pieza. Pero lo bastante tarde como para que intentara no hacer ruido mientras ocupaba una silla hacia la parte delantera, cer­ca de su familia. Louis continuó inmóvil en su asiento en la parte pos­terior, bastante seguro de que él no la había visto mientras se acomo­daba para la actuación. No miró en su dirección, y aparte, habían apagado varias velas, o sea, que la habitación estaba bañada por un res­plandor tenue y romántico. Sin duda las sombras oscurecían su rostro.

Louis intentó mantener la vista fija en el cantante a lo largo de su actuación. De todos modos, el ánimo de Louis no mejoró dema­siado ya que el cantante no apartaba los ojos de lord Styles.

Al principio Louis pensó que debía de estar imaginándose la fascinación del soprano por el vizconde, pero hacia la mitad de la actua­ción, no había ninguna duda. El omega lanzaba públicamente con la mirada invitaciones sensuales al vizconde.

¿Y por qué eso le molestaba tanto a el? No lo sabía. Al fin y al cabo era una prueba más de que era exactamente el libertino depra­vado que siempre había pensado. Tendría que estar satisfecho de tener la confirmación. Tendría que pensar que aquello le daba la razón.

En vez de ello, lo único que sentía era decepción. Era una sensa­ción pesada, incómoda, que envolvía su corazón y la dejaba un poco hundido en su asiento.

Cuando acabó la interpretación, no pudo evitar advertir que el soprano, tras aceptar graciosamente los aplausos, se dirigió con el mayor descaro hacia el vizconde y le ofreció una de esas sonrisas seductoras, el tipo de sonrisa que Louis nunca aprendería a esbozar aunque una docena de cantantes de ópera intentaran enseñárselo. Aquella sonrisa no dejaba dudas sobre las intenciones del cantante.

Dios bendito, aquel alfa ni siquiera necesitaba perseguir a los omegas, casi se rendían a sus pies.

Era asqueroso. De verdad, muy asqueroso.

Y aun así, Louis no podía dejar de mirar.

Lord Styles ofreció por su parte una misteriosa media sonri­sa al cantante de ópera. Luego estiró el brazo y le recogió tras la oreja un mechón suelto de su pelo azabache.

Louis sintió un escalofrío.

El vizconde ahora se había inclinado hacia delante para susurrar­le algo al oído. Louis se descubrió aguzando el oído en aquella dirección, aunque era obvio que resultaba imposible oír algo desde tan lejos.

Pero de cualquier modo, ¿acaso era un crimen morirse de curiosidad. Y...

Santo cielo, ¿no acababa de besarle en el cuello? Seguro que no se atrevía a hacer eso en casa de su propia madre. Bueno, se suponía que la residencia Styles técnicamente era su casa, pero su madre vivía ahí y su hermana estaría por aquí cerca también. La verdad, este alfa debe­ría saberlo mejor que nadie. Un poco de decoro en presencia de su familia no estaría de más.

— ¿Louis? ¿Louis?

Tal vez fuera un besito de nada, sólo un leve roce con los labios sobre la piel del cantante de ópera, pero no dejaba de ser un beso.

— ¡Louis!

— ¡Bien! ¿Sí? —Louis casi se pone de pie al volverse a mirar a Jay, quien lo observaba con expresión sin duda irritada.

El alfa que me amo (Larry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora