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Catnap fue el primero en despertarse, sus ojos se abrieron lentamente y se encontraron con la adorable escena de Dogday atado por su gran cola felina y el peluche descansando plácidamente sobre su torso.
Con movimientos cuidadosos, Catnap se levantó, manteniendo a Dogday y al peluche firmemente sujetos por su cola. Descendió del techo, moviéndose con agilidad en sus cuatro patas mientras llevaba a sus amigos hacia la habitación de Dogday.

Con delicadeza, los depositó sobre la cama, colocando al peluche con ternura sobre el pecho de Dogday. Una sonrisa jugueteaba en sus labios al observar cómo dormían pacíficamente, sus rostros relajados y serenos. El peluche emitía suaves suspiros mientras dormía, y Dogday ocasionalmente movía una pata o agitaba suavemente la cola, como si estuviera soñando.
Aquellas semanas juntos habían sido una revelación para Catnap. Con cada día que pasaba, se encontraba más y más conectado con Dogday, admirando su amabilidad, su valentía y su corazón generoso. Dogday no solo era su mejor amigo, sino también una inspiración constante para él, recordándole la importancia de la amistad y la bondad en un mundo a menudo oscuro y confuso.

En ese momento de quietud, Catnap se permitió reflexionar sobre la fortuna que había tenido de conocer a Dogday y de compartir su vida con él. Y con esa gratitud en el corazón, se quedó allí, observando con cariño a sus amigos dormidos, sabiendo que no había otro lugar en el mundo donde preferiría estar.

La mañana transcurrió tranquila, Dogday abrió los ojos con una sensación agradable de descanso. Al levantar la mirada, se sorprendió al ver a Catnap sentado en la esquina de la cama, con su cola felina envolviendo su pierna. A su lado, el peluche descansaba plácidamente.
"Buenos días, rayito de sol. ¿Cómo dormiste?" preguntó Catnap, con una sonrisa cálida.
"Bien... muy bien de hecho... Gracias"
respondió Dogday, un tanto ruborizado al encontrarse con la mirada del felino.

Catnap se acercó más, arrodillándose a su lado y tomando suavemente su mano. Dogday se sorprendió ante el gesto, sintiendo un cosquilleo en el estómago mientras el calor se extendía por sus mejillas. "¿Catnap? ¿Pasa algo?" Intentó preguntar, pero su voz fue silenciada por la cola del felino que se enroscó en su boca, deteniendo cualquier palabra que intentara escapar.

"Dogday... me he encontrado con... algunos sentimientos que me abruman desde hace días. No entiendo del todo qué significan, ya que ambos somos solo simples juguetes creados para entretener a los niños de la guardería. Pero no puedo contener toda esa tormenta de emociones que están creciendo por ti... Desde el principio me has acompañado, protegido y querido, incluso cuando no podía controlar mi otra forma. No seré perfecto, pero quería que supieras todo esto porque de verdad te aprecio y no quiero que nada malo te suceda. Tú eres la luz que ilumina mi camino, y te quiero mucho..." confesó Catnap, con voz temblorosa pero llena de pasión, mientras sus ojos buscaban desesperadamente la mirada de Dogday.

Dogday estaba completamente rojo por las palabras de Catnap, su corazón latía con fuerza y sentía un torbellino de emociones en su pecho. "Catnap... nunca imaginé que pudieras sentir así... Yo también... siento algo por ti... algo que no puedo explicar con palabras, pero que me hace sentir completo cuando estás cerca..." respondió, susurrando con voz temblorosa pero sincera, mientras su mirada se encontraba con la del felino.
Catnap, incapaz de contenerse más, se levantó y robó un beso apasionado a Dogday. El perro respondió con la misma intensidad, envuelto en el torbellino de emociones que lo embargaban. El peluche, que había estado fingiendo dormir, abrió los ojos sin poder contener su alegría y comenzó a saltar y a dar vueltas por la cama, emocionado por el amor que veía entre sus dos amigos.

Tanto Dogday como Catnap se separaron del apasionado beso al darse cuenta de la presencia del peluche, intercambiando miradas cómplices entre ellos mientras reían, todavía ruborizados y tomados de la mano.
"¿Así que estabas fingiendo dormir, pequeño? ¡Qué travieso eres!" bromeó Catnap con una sonrisa juguetona, lanzándole una mirada pícara a Dogday, quien se ruborizó aún más y desvió la mirada tímidamente.
El peluche, al escuchar el comentario de Catnap, comenzó a chillar suavemente y se acercó torpemente a él, abrazándose a su pelaje.
"Tranquilo, pequeño" tranquilizó Catnap, acariciando con ternura la cabeza del peluche. Dogday, entre risitas, observaba la escena, agitando su cola con alegría.

Amor en los límites del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora