Capítulo 69 ♪

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Por lo que entendí, de todo lo que Mía me dijo, su hermana ha pasado por experiencias realmente malas con diferentes personas, en relaciones incluso, por eso su tendencia a cuidar tanto de Mía.

Cuando la chica mencionó su sobreprotección, entendí un poco al traer a mi mente a Alejandro, quien siempre ha tenido mucha predisposición a defenderme de cualquiera sin antes preguntar qué pasó o si yo tuve la culpa.

—Ya entendí —le pedí que guardara silencio.

Ha estado hablando desde el primer segundo de los quince minutos que hemos estado en la plaza donde me pidió vernos que me está empezando a doler la cabeza.

Igual su expresión sigue viéndose angustiada.

—No quiero que tú y mi hermana tengan una mala relación.

«Bueno, no es como que pretenda involucrarme con ella».

—No te preocupes por eso. Yo no hice nada, básicamente ella tampoco y podemos... llevarnos bien.

Estoy hablando como si tuviera la intención de relacionarme más con Mía.

De entre todo lo que dijo, su hermana pensó que yo estaba lastimándola cuando la tomé de los brazos. Fue solo un malentendido.

—... ¿Te la podría presentar algún día?

Me tardé en responder.

Es que no, no quiero.

—... Es mejor esperar a que... se tranquilice y... después vemos —dije para mí.

Sonrió y asintió.

—Bueno —se recogió el cabello—, ¿cómo vas con tu hermano? Dijiste que no estaban bien.

—Bien, hablé con él hace unos días.

Alzó la cabeza y puso las manos juntas entre sus rodillas. Llevamos todo el rato en una banca adentro de la plaza.

Yo no tengo ganas de ir a ningún lado y ella dijo que se lastimó el tobillo en una clase de gimnasia, entonces tampoco quiere caminar.

—No he visto a tus papás —habló.

—Están en Malta.

Me miró.

—¿Europa?

Asentí.

—Están en una gira con la casa de ópera de la familia de mi mamá, que ahora es de mis padres —expliqué.

Subió ambas cejas.

—Eso es impresionante.

—Supongo, si te gusta el teatro y la ópera —divagué—. No le quito el mérito, pero si no te interesa, no te interesa.

—Sigue sonando como algo muy... —miró hacia la nada, luego regresó a mí—. ¿Tu padre es Gil Electra? —Asentí por segunda vez—. ¿Por qué no me habías dicho?

—Yo no me presento diciendo quién es mi padre —me reí.

Sonrió mirándome y luego bajó la cabeza.

—Supongo que no... —su teléfono sonó y atendió enseguida, aunque creo que solo era un mensaje de texto—. Voy a ir con mi hermana a comprar la cena —anunció y guardó su teléfono, para luego mirarme—. Me encantó hablar contigo... —con duda, se despidió de mí con un beso en la mejilla y se fue.

No estoy segura de si debí acompañarla, pero ella dijo que no le dolía tanto el tobillo, solo después de caminar mucho tiempo.

Mi teléfono también sonó y era Alejandro, preguntándome a qué hora voy a volver.

Me lo guardé y eché la cabeza atrás.

—¡Mínimo contesta un mensaje! —me gritó Cecilia detrás de mí, al otro lado de la banca.

—¡Mierda! Te he dicho que no me asustes así —le reclamé.

—Te pregunté si habías salido con Mía y no me respondiste —le dio más importancia a su asunto—. Y ahora te encuentro aquí con ella —recargó la espalda en el respaldo de la banca.

—¿Qué tiene que haya salido con ella?

—Dijiste que saliéramos con alguien más, ¿es Mía con quien sales?

Suspiré.

—No... —estaba por explicárselo todo, solo que, se supone que esto era lo que ella tenía que pensar—. Bueno, da igual...

—No da igual —se quejó—. ¿Hasta cuándo vas a seguir con esto? Te he dado todo el espacio que necesitas, pero siento que, si te doy más... —guardó silencio—. Tienes que darme una respuesta clara.

—No quieres una respuesta clara —repuse—, quieres que te diga que volvamos.

—Pues sí —dijo sin más. Puse los ojos en blanco—. No me hagas esa cara —tensó los dientes. A ella nunca le ha gustado que le volteen la mirada, aunque solo a mí me lo dice.

—No estoy saliendo con Mía. No tengo intenciones de salir con ella —aclaré.

Mirándome, frunció el ceño.

—¿Pero?

—¿Pero qué?

—¡¿Por qué la sigues viendo?!

—Dime algo —recargué un brazo en el respaldo—, ¿estás celosa?

Giró la cabeza hacia mí.

—Sí —contestó segura y se acercó, igual que yo a ella.

—Ahora entiendes cómo se siente —me puse de pie, para irme.

—Ali —vino detrás—, necesito saber qué necesitas.

—Ese es el punto; no sé —volteé y casi choca contra mí—. Necesito tiempo, y tú también.

—Ali, yo te...

—Yo sé que me quieres —interrumpí—, pero en unos meses no pudiste haberte enamorado de mí de la misma manera que yo de ti.

Bajó la mirada.

—Tú no sabes eso. Tú no decides eso —endureció el tono.

—No, pero lo sé, porque te conozco mejor que nadie. Cecilia, no me ayudas diciéndome que me amas, en este momento, cuando la situación está tan mal, porque entonces no puedo aspirar a mucho contigo.

—No me hagas esto, por favor... —murmuró.

—No sientes lo mismo que yo, Cecilia, y eso me está matando —cerré los ojos y suspiré—. Tenemos muchas cosas que arreglar, y no hablo de nosotras, sino de Cecilia-Necrofilia.

Hizo una mueca hastiada.

—¿Fiz se sigue metiendo en mis cuentas?

Desvié la vista.

—No, pero con eso, acabas de decir que, quien sea que te envíe esos mensajes, lo sigue haciendo.

Puso los ojos en blanco.

—No es importante... —miró a otro lado.

—Es muy importante —corregí—. Es por quien estamos en esta situación —me crucé de brazos y ladeé medio cuerpo, mirándola—. ¿O eso no es importante?

Dirigió sus ojos a mí.

—Lo es —dijo. Dejó de mirarme y suspiró antes de volver a verme—. Te daré más espacio y prometo pensar mejor las cosas, solo no salgas con nadie más, yo no lo haré —después de eso, se fue.

¿Ella sentirá lo que yo cada que la veía salir con un chico?

Fueron años y fueron tantos tipos que recuerdo exactamente lo que se sentía.

No eran celos, era desesperación de no poder decirle que solo tenía que mirar hacia aquí una vez y yo me haría cargo del resto.

Miss. Delincuente | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora