Capítulo 81 ♪

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Recargué la nuca en el muro, pensando. Las personas que pasaban delante de mí, me volteaban a ver, solo que ninguna me preguntó o dijo nada.

Este lugar es diferente a como lo imaginé. Nadie aquí tiene un mal gesto ni parecen estresarse.

Tienen un ambiente laboral muy tranquilo.

Por lo que estoy aquí, esperando afuera de la oficina de Sandra Álvarez, es porque Cecilia está ahí dentro hablando con ella.

No sabía que el segundo apellido de Cecilia es Álvarez. Solo se presentaba con el primero.

No me encanta la idea de haberme quedado aquí, sin embargo, yo hago lo que Cecilia me diga.

Además, escucho los tacones de la mujer, entonces, si se gritan o suben la voz, lo sabré.

Solo están hablando.

Volví a respirar y justo salió Cecilia.

Para cuando volteé, vi a la señora cerrar la puerta, luego de mirarme.

La chica vino a sentarse a mi lado.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—... Sí —respondió—. Me dijo cosas que ya sabía, pero... —miró al techo—, que quería escuchar de ella —volteó a verme—. En serio no le intereso.

Tomé su mano.

—A ella —dije.

La madre de Cecilia vive en Mérida, por eso la idea era que mi madre nos trajera, o mi papá, para que mi mamá no creara un problema con esa mujer, en cambio, buscando dónde encontrarla, Cecilia supo que llevaba seis meses en Ciudad de México, a no más de una hora de distancia, entonces, desde ahí entendió que era nulo su interés por verla.

Volvimos en autobús y ella se quedó dormida, mientras que yo solo pensaba en lo difícil que es quererse a uno mismo cuando los primeros que deberían aceptar a una persona no lo hacen.

Los padres de Cecilia simplemente la rechazaron y no hay nada que nadie pueda hacer al respecto, es ella la que tiene que aceptar que no es culpa suya.

Ese día fue sábado, 𝔤𝔯𝔢𝔦𝔠𝔨 se presentó en la cafetería por primera vez luego de tantas ausencias y fue un alivio el recibimiento que tuvieron.

Algunos incluso preguntaron por 𝑀𝑖𝑠𝑠. 𝐷𝑒𝑙𝑖𝑛𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒.

Yo no iré todavía, antes, tengo que hablar con Cameron y no lo estoy posponiendo, sino que tenía varias cosas que hacer y el tema de Helena podía esperar.

El domingo, Cecilia amaneció en mi casa y nadie más que ella y yo bajamos a desayunar.

Creo que todos tenían cansancio acumulado.

Poco antes de las once de la mañana, Cecilia ya estaba tomando sus cosas para irse.

—¿Hasta cuándo se quedarán tus padres? —me preguntó.

—Se irán la próxima semana.

Su gira sigue, así que se reintegrarán una vez que estén seguros de que ya nos encontramos bien.

—... Esta vez me quiero despedir —dijo al tomar su chaqueta.

Asentí.

La acompañé hasta la puerta, abrí y ella salió, mientras que yo me quedé en el marco.

—Oye —le hablé antes de que se alejara del pórtico. Volteó—, ¿tienes algo que hacer mañana?

—... —giró la cabeza, escondiendo la sonrisa—. ¿Por qué?

Miss. Delincuente | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now