La pérdida

217 15 3
                                    


El aumento de la llovizna de la noche en El Cairo causó que Hadd se precipitara hacia adelante listo para abrir las puertas del restaurante y dejar que Karila entrara de primera antes que Hamid.
La pareja venían juntos en pasos tranquilos, la sonrisa hacia su esposa era tan consciente y suave que todo lo que ella podía ver más allá era su sonrisa tan hermosa que se desvanecía a medida que su rostro se volvía al frente.
La abrazó tan fuerte que por meses después de aquella noche ella todavía podía sentir su apretón alrededor, blindándola de cualquier amenaza.
Un hombre en un traje, un verdadero suicida, se acercó lo suficiente para dispararle secuencialmente a Hamid y en una prisa alucinante empujó a Karila hacia adelante arrojandola de cara al suelo, aunque no era su pretensión que fuera así, su prisa era inmediata en hacer lo que tenía que hacer, un cuchillo estaba en su palma cortándole el labio a la princesa,pero no le importó aquella fisura al sentir que Hamid estaba en el piso sosteniendo a Karila por la cintura desfalleciéndose a sus pies.
Hadd volvió a toda prisa, con el grupo de guardias de seguridad corriendo por la acera por el suceso tan inesperado.
Empujó al hombre contra el cuchillo haciendo que la hoja de metal atravesara su palma en un corte profundo, pero lo ignoró empujándola contra el suelo y dándole un golpe terrible, no extrajo el arma porque los disparos procedentes de otros lugares pusieron a tres guardias de seguridad en el suelo y a Faruk, el autor de Karila, que estaba con la princesa en todas partes, todos los días.
El baño de sangre era grande cuando Karila terminó de caer al suelo.
Pero ella no se dejó ir, buscaba de arrastra a Hamid más a ella, de rodillas al verlo sangrar en su cuerpo, sus manos agarrando su vestido pidiéndole que no se fuera.
Sus ojos decían tanto...
-Me siento...
Tan...-.
Hamid susurró contra su cuello abrazándola desesperadamente buscando de desaparecer la sangre.
Hadd tocó su hombro nervioso.
-Alteza, por favor, tenemos que salir de aquí-.
Le pidió desesperadamente, agachándose hacia ella, sus manos con guantes blancos estaban completamente sucias de la sangre de Hamid, así como su cara, su barbilla y su cuello con la propia sangre mezclada con el salado sabor de las propias lágrimas.
Una completa escena de terror.
-Váyanse...
Protéjanse...
Cuida a Normani...
Te amo...-.
Hamid habló en un árabe débil con sus labios manchados de sangre, el tono de su piel cambió a pálida en solo segundos.
Hadd no esperó respuesta de Karila, sacó fuerza de donde no creía que tenía, llevándola consigo a la parte izquierda de la acera, mirando a los coches aparcados en el estacionamiento oscuro y lejos de la visión de otras personas, su primera acción fue para protegerla y cumplir su promesa.
Se encontró con un pequeño coche utilitario, y su acción se basó en la desesperación y manteniendo a Karila detrás de él, comenzó a romper el cristal del coche con sus propias manos, dando golpes sin prever el dolor de sus dedos rotos y la sangre del cristal cortando su piel.
El dolor parecía inferior a la desesperación, hasta que lo abrió y como cualquier coche antiguo ni siquiera una alarma sonó, él abrió la cerradura por dentro y la movió.
-Acuéstese por favor, acuéstese...-.
Pedía desesperado, moviendo a Karila con las manos porque no podía hacer nada al mirar al grupo de hombres peleando y los disparos que no parecían parar.
La locura fue tremendamente sustituida por la oscuridad completa al ser acostada en el asiento trasero del coche de un desconocido y cerrar la puerta.
Hadd volvió al restaurante para ayudar a sus compañeros de trabajo, pero parecía demasiado tarde cuando en vio que el restaurante cerró sus puertas y los hombres que habían aparecido para cometer el crimen ya se había ido.
Los guardias solo miraron sus manos cortadas y su cuerpo magullado cuando finalmente el silencio reinó en la nada y miraba la escena más inquietante que presenció en toda su vida.
Cuatro de sus compañeros estaban muertos en el suelo, el autor Faruk acababa de salir del coche y asesinado a brazos abiertos en el coche, la carpeta que llevaba estaba tirada en la acera con todas sus pertenencias mojándose por la lluvia.
Y a Hamid Shaer...
Siete tiros, entre estos cuatro en la región del vientre y el pecho.
El príncipe de Irán estaba muerto, su mano derecha sobre la barriga y la sangre por haber sido brutalmente asesinado manchaba el suelo de la calle pero no era ese el detalle más perturbador de toda la situación, aún así...
El pañuelo rojo de Karila estaba tendido en su hombro.
Con un aliento final, incluso en su fin brutal y definitivo, aun así aquel hombre tuvo la misericordia de la intromisión divina de sentir el perfume de su amada por última vez.
En estado de shock, Karila no sentía el dolor del corte en su rostro, no sentía miedo del oscuro temblor o del silencio perturbador que se siguió dentro de aquel coche extraño cuando los disparos ya no podían ser oídos, ella apenas lloraba copiosamente, sintiendo sus manos mojadas de una sangre que no era suya, el vestido completamente manchado y un pedazo del hijab rasgado colgado en su cuello.
Sentía más dolor en los profundo de sí misma.
En la tarde, después del incidente, sostenía su mano sobre la almohada, Hamid dormía de esa manera, siempre entrelazaba sus dedos con los de ella antes de acostarse, decía que eso le daba fuerza para el día siguiente.
Era tan importante para ella sentir aquella sensación que después de su muerte, nunca más consiguió al dormir, no con la paz y la verdad de un buen sueño.
Esos fueron los momentos en que ella sólo se adormecida, independientemente de si despertaba o no a la mañana siguiente muerta.
Nadie la había vuelto hacer sentir segura, no hasta ahora.
No hasta que llegó Lauren.

Hidden  (Camren Gip)Where stories live. Discover now