Justicia

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La carretera pavimentada presentaba cambios sutiles cuando la máquina poderosa de apariencia intimidante ampliaba su velocidad y el rugido del motor se perdía en la interminable oscuridad del desierto que se extendía entre las gigantes montañas que moldeaban los templos que se fragmentaban por el camino.
El Porsche corría bajo una velocidad abrumadora dirigiéndose hacia el templo que estaba ubicado en Edfu, Templo de Horus, el dios del sol naciente que sacrificó su seguridad bajo el nombre de la venganza por la muerte de su padre Osiris, un dios como aquel que no cesó su búsqueda hasta matar al asesino de quien más amaba y que por fin se convirtió en gobernante de Egipto.
Tuvo un buen final, aunque siempre ha estado claro que ninguna figura política o de poder, sin importar la temporada o los vivos, nunca deja una posición sin detectar un modelo práctico y de carácter mínimo, Karila Aistarabaw no sería una excepción a esta regla, con su título personal vinieron convicciones muy concretas dando pasos en falso, nadie podía detener su voluntad.
Las vías de acceso entre una ciudad a otra estaban completamente vacías aquella hora de la noche, Hadd se dirigía concentrado en la dirección, impasible a cualquier exposición de pensamiento o de expresividad.
Lauren se mantuvo en silencio observando la oscuridad a través de los vidrios oscuros del coche, una vez u otra observando con una visible preocupación el estado desacordado de Karila apoyada en su hombro.
En su mente la preocupación de la búsqueda mixta y conflictiva de la racionalidad la ponía nerviosa al llegar al campo pronto, incluso para la percepción personal vio que habían pasando por el El Kab unos pocos minutos.
Iban a la ciudad más próxima, situada a 26 km de El Kab y Al mahamid, cosa que no le revelo a la historiadora, pero hizo silencio tratando de entender la situación, no era una tonta, sabia que algunas cosas sucederían esa noche para cubrir toda esa locura.
El recuerdo la hizo estremecerse inquieta, sintiendo el estómago revolverse.
Sus convicciones estaban un poco sacudidas.
El Porsche negro se inclinó en la tierra reduciendo la velocidad gradualmente y el guardia la observó de vuelta, desactivando su cinturón y mirando por el retrovisor interno a Lauren urgentemente con el foco en el cristal oscuro.
Él no dijo nada cuando paró el coche en medio de la nada y salió cerrando la puerta detrás de sí.
Lauren se inclinó para mirar por la ventana delantera, donde el faro del coche apuntaba hacia adelante y pudo ver primero las piernas del hombre alto con el shemagh tapándose el rostro y luego lo vio moverse y deshacerse de los tejidos, exponiéndose en un movimiento para apretar la mano de Hadd en un saludo formal y rápido. Akil.
La creciente tensión de Lauren era por no tener idea de nada o no saber lo que sucedería a partir de entonces, tenía en sí un deseo de estirar la pata y renunciar pronto, no se sentía a gusto con la renuncia, quería ayudar a Karila, que quería estar en esa posición al mismo tiempo en que al recordar lo que la mujer pudo hacer la dejaba alerta, ligeramente atormentada.
Lauren tragó preguntándose lo que habían hecho, lo que ella había ayudado a cometer.
Sus pensamientos se trasladaron a otro lugar porque no merecían que a este punto tuviera desconfianza en sí misma y hacer una locura.
Nunca había hecho nada así en su vida, acostumbrarse al hecho hacer de la justicia con sus propias manos era difícil, aunque no tan extraño y sorprendentemente venia de un país donde las torturas y reprensiones sin pruebas cada segundo eran más recurrentes.
Lauren era plenamente consciente al recordar el día en que se reunió con Al Sisi para mentirle al hombre sobre Karila, que ella no mató sólo por venganza, sería inútil vivir demasiado para eso.
Karila mata para sobrevivir, era su condición, esa mujer no estaría allí junto a él si se había convertido en un opresor brutal y cruelmente batallador de sol a sol por su propia vida.
Le habían quitado el privilegio más grande que tiene una mujer, vivir con sencillez.
Y para Lauren, después de leer tanto sobre aquello, de tanto convivir con aquellos peligros que rodeaban a la princesa, de ver todo y aún de todavía sentir que no sabía un tercio de toda la historia.
Sólo quería ayudar.
Estaba abriendo una enorme excepción en su lista nada alentadora sobre su propio carácter, el más peligroso que había practicado por años era simplemente debatir en los anfiteatros de Yale.
De una recién contratada en la universidad y ahora se había vuelto cómplice de un asesinato.
Su confusión se lo estaba diciendo alto y claro:
No quería sentir lástima por él.
Era injusto para sí misma y para su visión personal sobre su propia índole que relacionara su impulso en aceptar aquello de tan buen grado con su atracción por Karila.
No fue la atracción que la hacía ir hasta allí, y aceptar todo y ayudar, antes ya se había comprometido aquello.
Era por la justicia, su sed de justicia siempre ha sido extremadamente atroz desde la infancia, las razones han sido siempre parte de su vida.
Vio a la mujer a su lado que descansada y no estaba de acuerdo porque al no tener un límite superior entre la vida y la muerte, no merecía haber pasado por todo lo que pasó.
Su lamento amargo estaba en la garganta de Lauren por toda la historia de Karila, por la injusticia a la que aquella mujer sufrió, ella se sentía entristecida, con nauseas, impotente y de manos atadas porque si hubiera algún poder dentro de sí, le devolvería a sus padres, a su marido, le devolvería todo lo que perdió injustamente.
Pero no podía, su tono empático se quedó desolado por ser tan pequeña en el universo, por no ser capaz de hacer cualquier cosa, lo único que podía hacer era contribuir en la venganza.
Y no se arrepentía, pues lo volvería a hacer. Recientemente había descubierto que Karila nunca fue capaz de matar a un inocente, no formaba parte de su conducta, de su moral, de su ambigua personalidad.
La mujer tenía un sentido más apurado y aflorado de una justicia tan inalterable.
Los juegos de la justicia han funcionado bien, como ojo por ojo, diente por diente y nada más.
Le demostraría su lealtad siempre a Karila, un hecho que tal vez no sea comprensible para muchas personas que ven las cosas desde afuera pero no le importaba.
Hadd se movió para abrir la puerta trasera del coche y le ofreció una botella de agua a Lauren y un pequeño paquete brillante plateado.
Lauren aceptó la botella y el paquete, curiosa sobre su contenido.
-Trata de despertarla porque probablemente está durmiendo, coloca la azúcar debajo de su lengua, hidrátala, hay un poco de anestésicos naturales para que su boca no se duerma.
Se desmayó por el dolor antes de dormirse, está acostumbrada a ese veneno, pero necesita un cuidado especial-.
El hombre habló apresurado, Lauren nunca notó su acento fuerte cuando hablaba en inglés.
Parecía centrado y preocupado por Karila, lo cual fue suficiente para que Lauren lo mirara con más admiración que antes, tiene una lealtad real por la princesa.
-Bebe un poco también-.
Hablo en voz baja con su tono respetuoso para moverse y cerrar la puerta con cuidado, dejándola de nuevo sola en el coche mientras caminaba hacia Akil, que estaba descansando en uno de los coches de seguridad de Karila, un Land Rover.
Dentro del coche Lauren se enfocó en mover a la princesa para despertarla.
-Karila...-.
Llamó suavemente, tocando el hombro de la princesa con su mano izquierda para equilibrarse con facilidad, con sus ojos buscaba cualquier rastro de dolor en su cara.
La mujer tenía el ceño fruncido y el labio inferior demasiado rojizo, Lauren tragó en seco al darse cuenta de que no era tan banal.
La llamó dos veces más hasta que tocó su mejilla y la vio fijamente a los ojos negándose a mover, su debilidad era visible, pero estaba apática al despertar.
-Hadd pidió que te diera algunas cosas que te ayudarán a descansar mejor-.
Lauren susurró viendo como inclinaba su cabeza en un increíble esfuerzo abriendo un poco los ojos.
La historiadora volvió a encender la luz interna del coche y llevó el el sobre de azúcar a su boca, rompiendo el lateral con los dientes mientras sus ojos no salieron de la expresión de Karila que la miraba un poco confusa, sintiendo la mano de la historiadora en su nuca sosteniéndola con cuidado.
-Abre la boca-.
Le exigió.
Karila la miró, no sabía si era fruto de su propia alucinación, pero observó a Lauren mucho más seria y rígida físicamente que lo usual y aquello le traía una sensación extraña no identificable.
-¿Qué es eso?-.
Preguntó en voz baja, tratando de mirar lo que la historiadora sostenía.
Lauren mostró el contenido del paquete colocándolo en su boca con más prisa que lo usual, probando que era comestible y estaba bien.
-Es azúcar-.
Karila asintió, entreabriendo la boca débilmente, moviendo la lengua para que Lauren colocara el contenido del sobre debajo de ella.
Cuando lo hizo la princesa se tragó en seco, frunciendo el ceño por lo herida que estaba su boca.
-No recordaba lo mucho que dolía...-.
Exclamó en voz baja.
Como si fuera una casualidad, Lauren frunció el ceño extrañada de que ella era tan capaz de cualquier cosa a tal punto de beber su propio veneno y que sorprendentemente no era la primera vez.
-¿Tienes la costumbre de beber tu propio veneno?-.
La historiadora cuestionó al equilibrarse para aproximar la botella de agua a boca de la princesa que se rió sin humor, sintiendo el líquido en sus labios bebiendo con prisa porque odiaba aquel dolor.
Lauren observaba cuánto bebía rápidamente y curvó la botella para atrás negando bajito.
-Tómala con calma, no quieres ahogarte,
¿O sí?-.
Le dijo y negó al escucharla y beber el agua restante con la misma fiebre que antes.
Apretó los párpados cuando se dio por satisfecha y se recostó en el asiento de cuero con un poco más de energía que antes, apoyando las manos sobre su propia barriga.
-¿Estamos en Edfu?-.
Karila preguntó tratando de ver el cristal delantero. Lauren no supo identificarlo mientras bebía el resto del agua en la botella maravillándose con la sensación agradable del anestésico en la parte interna de sus mejillas, usaban lo mejor para la princesa, y se veía que el efecto era optimo.
-Nos encontramos con Akil, así que
¿Esto es Edfu?-.
Lauren la miró confusa.
Karila asintió acomodándose en el asiento con fragilidad, con su cuerpo cansado en el cuero blanco.
-Sí, hemos venido a cambiar de coche...
Quítate esa ropa-.
Karila le avisó indiferente, desviando su mirada al cristal del coche a su derecha tratando de ver algo más allá de la oscuridad.
Lauren arqueó una ceja no entendiendo a dónde iban con aquello.
-Okay, estamos empezando a caminar de una locura hacia otra más grande,
¿Por qué debo quitarme la ropa?-,
Preguntó mirando a la princesa que trataba de mantenerse recostada, pero la proyección de su mirada cambió a ella nuevamente y la historiadora se inquietó para saber más, incluso en un estado anormal, Karila consiguió emplear una mirada intimidante con aquellos ojos marrones.
-Ellos te vieron con esa ropa, no vas a volver con eso a el campamento, así que quítate la ropa, hay algo debajo del asiento del conductor, deja esa ropa aquí...
Llama a Akil por favor, quiero ir a mi coche-.
Avisó cerrando los ojos sintiendo nauseas mientras mantenía sus manos sobre su estómago.
Lauren asintió impresionada al ver que todo fue pensado milimétricamente y ella estaba fuera de todo el contexto de la conversación.
Antes de desprenderse quitarse la ropa llamó a Akil y el hombre rodeó el coche para abrir la puerta de Karila, mirando hacia el asiento.
-Alteza-.
Habló en baja estima.
Karila lo miró y agitó con la cabeza, moviéndose para que él la envolviera por la cintura y la llevara en su regazo con facilidad en un solo movimiento. Lauren lo observó moverse con ella frente al Porsche con los faros encendidos y por unos segundos viendo la fuerza de aquel hombre.
Pero pronto se movió dentro del coche, retirando el blazer y la ropa rápidamente, cogiendo la bolsa debajo del asiento de Hadd.
Ya no era como las anteriores, era una abaya negra más suelta y completamente típica árabe con detalles dorados.
Se desnudó rápidamente y se metió en la abaya, mirando la bufanda negra que tendría que dejar, se rehusó a quedarse con ella aunque quería tenerla, pero su racionalidad le dijo que iba a estropear todo si la mantenía consigo porque podría tener problemas en el futuro.
Dobló la ropa con prisa y las envolvió dentro de la bolsa colocándose en su lugar, hasta moverse y salir del coche sosteniendo su teléfono en manos. Dejando todo el resto atrás y pisando la tierra con un equilibrio milagroso sobre sus pasos.
Hadd percibió su lentitud y se acercó para ofrecerle la mano y guiarla cerca del Land Rover, ella no quiso entrar de inmediato. Mirando a Akil que la observaba.
-¿Normani ya lo sabe?-.
Preguntó en voz baja, no quería meterse en problemas con ella, pero sabía que algo de aquella magnitud no pasaría como si nada.
Akil negó.
-Todavía no lo sabe, Karila no quiso que lo supiera hoy, pero será inevitable que mañana no terminé descubriendo las novedades de lo sucedido, Al Mahamid quedará insuperable, era el hijo del rey de Arabia Saudita-.
Dijo seriamente.
Lauren asintió, sintiéndose ansiosa sobre toda la información que vendría.
-Me dijo que se va en coche,
¿Eso es seguro?-.
Lauren miró a Hadd que asintió.
Estaba con demasiadas dudas y necesitaba resolver algunas de ellas antes de volver a la vida normal de trabajo, quería saber dónde estaba enredada.
-Vamos a Asuán, Akil las cuidará, vamos reunirnos en El Cairo a finales de este mes, resolveremos esto-.
Dijo convencido, no parecía nervioso de que algo fallara. Lauren suspiró mirando dudosa la Land Rover cerrada.
-¿Estará bien con lo que tomó?
¿No necesitamos hacer algo más?-.
Estaba insegura sobre la salud de Karila, todavía no procesaba bien lo que era necesario hacer.
-Hay que seguir hidratándola, a pesar de que no lo pidió, necesita eliminar el veneno de su cuerpo rápidamente, pero está bien, el dolor se neutraliza con la anestesia, está acostumbrada-.
Habló con calma, no parecía estar afligido.
-¿Bebe del veneno recurrentemente?-.
-Su cuerpo se formó para ello, las reacciones se neutralizan con mayor facilidad a este veneno en concreto, lo sabe manejar bien, ya sabe la cantidad del límite que puede beber, estará bien, sólo siente mucho dolor y es natural, es veneno al final y como la ciencia lo prueba, ninguno de nosotros somos inmortales-.
Dijo serio.
Lauren asintió, aún confusa que aquella mujer fuera tan calculadora y fuerte para aguantar algo tan poderoso de aquella magnitud.
Akil se movió para ayudarla a entrar en el auto, y Lauren aceptó su ayuda, sentándose junto a Karila que ya no parecía abierta a hablar, sus ojos estaban cerrados y su respiración tranquila.
Los brazos cruzados frente a su cuerpo con la manta negra que de antes no estaba allí y probaba ser fruto de las acciones de Akil.
Akil entró en el asiento del conductor del coche y con un desvío de mirada que a través del cristal del coche Lauren notó a Hadd entrando solo dentro del Porsche.
Volviendo al campamento para esconder la coartada, una prueba del crimen.
Ahora lejos de la otra, Karila y Lauren se mantuvieron de esa manera hasta la vuelta a El Kab.
Akil iba en silencio y no dio apertura a una conversación, además de que Lauren no tenía mucha cabeza para ser inconveniente.
El guardia disminuyó la velocidad cuando el campamento podía ser visto desde lejos, ya era tarde para despertar a alguien, Lauren presumía que el silencio ayudaría en muchos casos.
-Llévala a mi tienda-.
Lauren le dijo a Akil cuando salió del coche, mirando con recelo la entrada trasera.
No queriendo hablar, Akil hizo lo que la historiadora le pidió porque ya había sido informado de que ella tenía el control sobre alguna situación y que Karila había dado la orden previa de dejar que Lauren comandara cuando ella no estuviera lo suficientemente bien.
Todo estaba programado para que Karila bebiera el veneno y necesitara ayuda.
Tanto era que tenían varias botellas de agua con anestésicos en el coche con Akil, además de una maleta repleta de dosis diferentes de antiofídicos específicos.
Ellos sabían con lo que tenían que lidiar.
El guardia volvió a coger a la princesa en brazos con facilidad y la misma estaba en una condición débil, la mirada entreabierta a la oscuridad que vino cuando Lauren le ayudó a entrar en el pasillo que daba a las tiendas y lo guió a donde dormía.
Veía si alguien vendría, pero nada de ese punto sucedió.
-Espera así puedo darte algunas botellas con agua si lo necesita esta mañana-.
Le dijo en voz baja al acostar a Karila en la cama y moviéndose alrededor del ambiente.
Lauren esperó afligida, mirando la situación sin poder razonar.
La princesa estaba acostada en su cama, su cuerpo se movió levemente de lado, intentando deshacerse de su cabello que incomodaba mientras la manta la cubría.
Lauren esperó que Akil volviera con lo prometido. Llegó con cinco botellas medianas de agua, colocó todos los frascos sobre la estantería cerca de la cama y observó a Karila en la semi oscuridad.
-Cualquier cosa tendrás que llamar a Normani, situaciones físicas que encubren la intimidad de ella no serán toleradas por nosotros, ella no lo acepta...
Prefiere morir antes que la toquemos y ya lo dejó claro.
De nuevo, llama a Normani-.
Advirtió serio.
Lauren asintió y el hombre se movió, deseándole buenas noches y pisando duramente al alejarse.
La historiadora cerró la entrada de su tienda y se movió por la habitación, encendiendo más las lámparas marroquíes para iluminar mejor el ambiente y observó a la princesa a mirarla sin mucha perspectiva segura, con sus ojos casi cerrados.
Estaban a solas ahora.
-Me molesta...-.
Lloró cuando trató de desabrocharse la blusa, era sofocante.
Lauren se acercó a la cama, rehusándose a hacer algo más allá de lo que ella estaba apta para hacer por Karila.
-¿Te sientes bien físicamente?
¿Con ninguna posibilidad de tener un desmayo?-.
Lauren se rehusó moviéndose, mirando las botellas de agua y Karila con sus dedos frágiles se movían para quitarse la blusa, entreabriendo tres botones de la camisa de seda negra que usaba.
Fue suficiente para dejarla exhausta sobre el colchón, mirando a observarla.
-Necesito un poco de agua de nuevo...-.
Dijo tragando en seco, mirando a Lauren abrir otra botella y acercarse a la cama, sentándose en el colchón y mirándola cuidadosamente.
-Vamos...-.
Lauren dijo en voz baja, moviendo su mano para apoyar el cuello de Karila y levantarla con cuidado para que no se ahogase con el agua, mirando su copa con más calma que antes.
Cuando se dio por satisfecha, le dio un ligero apretón a Lauren para que la quitara de su boca.
Karila observó lo mucho que Lauren parecía preocupada por la situación, incluso afectada, para ella no era una locura lo que había hecho, la historiadora la miraba profundamente para constatar que había bebido el agua, y la dejó sobre la almohada con cuidado y movió la manta para cubrir su cuerpo de manera atenta.
Karila se mantuvo en silencio viendo todas las acciones, no sabía que decir y se sentía bien dentro de sí al ver que era la decisión correcta. Mientras Lauren no lograba entender su mente, estaba confusa y brumosa y mientras esperaba que Karila se durmiese decidió en medio de la confusión llamar a su madre.
Sabía que la zona horaria no sería un problema.
Se movió dentro de la tienda colocando la botella de agua sobre la estantería y se sentó en la esquina derecha vacía de la cama, recostándose en otra almohada tecleando en su celular personal. Asumió que Karila estuviera durmiendo, aunque la princesa estuviera intentándolo, su conciencia aún estaba allí dejándola en un estado débil, entre el sueño y la realidad a su alrededor.
Lauren esperó a que su madre atendiera del otro de la línea, sonó dos veces hasta que la voz le despertara un alivio extraño.
-Hija...
Bueno, me sorprende que me hayas llamado ¿Está todo bien?-.
Clara preguntó con ansiedad en la otra línea. Lauren cerró los ojos, aspirando profundamente.
-Estoy bien madre, llamé gracias a la nostalgia, quería oír tu voz-.
Confesó apreciando la oscuridad y el silencio de su cuarto.
La presencia de Karila acostada a su lado no la hacía desligarse completamente de la realidad.
-Espero que nada te esté molestando al llamar tan tarde donde quiera que estés, no es por esa mujer,
¿Verdad?-.
Clara preguntó con desconfianza, tenía esa sensación de que toda madre siempre tiene. Lauren suspiró negando en silencio, ella le había contado a su madre los problemas que tuvo con Karila al llegar al país, era claro que su madre pensaría aquello.
-No pasa nada con Karila, sólo me sentí nostalgica de una manera más intensa hoy, ¿Cómo van las cosas?
Esta semana anduve en excavaciones, no te pude llamar para preguntarte sobre mi padre y de ti-.
Justificó en voz baja culpable, sintiendo que a veces se concentraba demasiado en el trabajo y descuidaba las cosas.
Karila todavía tan débil podía oír la mención de su nombre, y se quedó alerta, sintiéndose extraña al escuchar a la historiadora hablando de ella mismo a su propia madre...
-Estamos bien, acabamos de llegar de una cena para conmemorar el aniversario de nuestro matrimonio, no nos quedarnos mucho porque mañana tengo clases temprano, esos adolescentes están frenéticos, están cerca de las vacaciones escolares, evaluaciones y toda esa locura...
Tu padre está enfocado en la floricultura, creo que finalmente vamos a conseguir expandir el lugar y comprar la tienda vecina para aumentar el espacio, él está muy feliz con eso...-.
Clara estaba animada y se perdía hablando tratando de actualizar a Lauren de todo lo que había sucedido en el tiempo de una semana desde la última vez que pudieron hablar.
Lauren sonrió al recordar su rutina en Connecticut, que no era como la de Egipto, toda la magia que existe en ese país no era la misma que en la ciudad americana, la locura y la persecución no existía, el mundo parecía más real y menos frenético y loco que tenía la insanidad egipcia y de todas las presencias determinantes que habían.
No había una Karila, Al Sisi, o enemigos y peligro.
-¿Y cómo está Yoda?-.
Lauren preguntó en voz baja.
Recordando el Labrador que su padre había ganado de regalo hace un tiempo, el hombre es un fanático de Star Wars y con el nombre lo dejó muy en claro.
-Él acabó con tres pares de zapatos sólo en una semana, uno era mío...
Tu padre intenta esconder los nuevos pares, pero quitando lo que hace, él ama a ese perro-.
Clara habló con buen humor arrancándole una risa a Lauren que se sintió tan nostálgica como confiada de que estaba en el lugar correcto.
Todo estaba bien, ellos estaban bien...
-No quiero molestarlos demasiado, sólo quería llamar y saber cómo estaban-.
Susurró mordiéndose el labio inferior en reticencia.
-Sé que hay algo en ti, pero no te voy a presionar, siempre sabes cómo resolver tus cosas, sólo no te olvides de nosotros, de tu padre padre, un desastroso perro que destruye zapatos, de tus abuelos en Colombia, de tus sus tíos y primos y de mí, no creas que estás sola porque estás a miles de kilómetros de casa, tienes una casa a la que volver, y una familia que te ama y apoya en todo lo que hagas-.
Clara habló con sentimiento maternal.
Lauren sonrió ligeramente, era lo que tenía que oír, las palabras exactas.
Su buena relación con su madre siempre estaba en el límite donde tenían una cierta intimidad que aunque fuera profesora de matemáticas no era invasiva, algo que a Clara nunca le gustó ser.
-Te amo mamá...
Le mando muchos abrazos a mi padre, dileque lo echo de menos, que lo extraño mucho-.
Lo último lo citó en español porque era ese era el afecto que tenían entre sí.
-También te amo querida, te extraño-.
Lauren apagó la conexión segundos después, manteniendo sus ojos cerrados tirando de una respiración profundamente pesada.
Karila se había mantenido de la misma manera todo el tiempo, algo en ella no quiso perderse en el sueño, fingiendo dormir sólo para oír lo que necesitaba.
Movió un poco su cuerpo, apoyando sus manos hacia la muñeca de Lauren sobre el colchón.
La historiadora se sobresaltó levemente, mirando la mano sobre su muñeca apoyada en la cama, dejó el celular de lado y observó que Karila no soltó el toque, en su percepción la princesa ya dormía estaba profundamente dormida y no quería molestar su sueño, aunque fuera sólo un pretexto personal para no deshacerse del toque.
Lo quería en sí, profundamente.
En la primera hora en que el sol nació en el horizonte, Normani ya estaba despierta, las noticias que tuvo del equipo de seguridad de Al Mahamid no fueron las que ella esperaba, la morena estaba concentrada en vestirse apresuradamente cuando salió de su tienda e invadió la tienda de su hermano, encendiendo las lámparas y haciéndolo sentarse rápidamente.
Sabía que había sido engañada.
-Mani,
¿Qué pasa?-.
Akil preguntó atontado, viéndola moverse con agitación en su tienda, poniendo el shemagh en su rostro rápidamente, los guardias sabían que los historiadores se fueron despertando para iniciar su rutina habitual, mientras su mente se proyectaba en Karila.
-Cerraron Al Mahamid, encontraron el cuerpo de Omar en una habitación de un albergue hace 50 minutos, están enviando a la policía de El Cairo y eso puede sonar sorprendente sólo para mí, ¿No?-.
Se burló mientras Akil se movia de la cama, con manta protegiéndolo hasta la cintura, estaba sin camisa y miraba a su hermana, sintiendo que la mentira no duraría mucho.
El voto de lealtad ante el recuerdo de Hamid y Karila estaba por encima de muchas cosas.
-No es como si fuera un hombre puro, él planeó el ataque en la mansión, no estamos hablando de un inocente-.
Akil se justificó antes de moverse a dar explicaciones.
Normani negó completamente enojada.
-¿Y cómo lo probó?
¿Buscaban pruebas?
¿Enlaces?
¿O ella simplemente salió de aquí con la intención de matarlo sin pensar sólo porque el hombre la irritó?-.
Ironizó impotente.
No era mentira que la hacía sentir irritada, era el simple hecho de que necesitaban seguir perfectamente los próximos pasos o Karila estaba a punto de arrojarse en bandeja de plata a prisión o a la muerte.
-Ella sólo hizo, ella siempre sólo hace, trabajas con ella hace tiempo...
Deberías dejar de sorprenderte-.
Dijo seriamente.
La mujer apretó sus manos, desviando su mirada pensando en lo que podía pasar.
-¿Dónde está ella?
¿Por qué no está en su propia tienda?-.
Preguntó apresurada.
Akil se movió para vestir su protección y comenzar un nuevo día.
-Lauren se hizo cargo de ella, practicó el tahayil-.
Le dijo sabiendo que era una conversación seria. Normani arqueó cejas con la mirada completamente embarbascada de que hubieran sido tan osados.
El tahayil era simplemente beber de su propio veneno, una trampa.
Normani suspiró, cerrando los ojos tratando de entender la osadía del acto.
-¿Lauren ayudó en eso? ¿O simplemente cayó en eso en medio de la nada?-.
Normani preguntó.
Akil se negó mientras veía la camisa negra.
-Lauren estuvo consciente de todo lo que hicieron, Karila dejó órdenes totales de dejarse a su cuidado, no quería involucrarte porque afirmó que necesitabas darte un descanso a toda esta locura, no creo que ella le haya mentido, sabes que ni siquiera tienes el poder para contenerla, ella no iba a usarla-.
Akil avisó.
Normani sabía bien de eso, sólo no sentía que Karila estuviera coherente en sus anhelos antiguos. La princesa nunca mató por capricho, siempre había una razón fuera como fuera.
No era que creía que Omar fuera un hombre puro, él nunca lo fue y ella siempre desconfió de eso, pero era un apoyador de las ideas de Karila, eran aliados a Dayna, un trío fuerte que siempre tuvo conspiraciones intensas.
No podía imaginar que un hombre tan inteligente no hubiera dejado en su casa una coartada para represalias.
La represalia vendría, y ella se quedaría tratando de contener todo lo que pudiera, porque sabía que las cosas serían fáciles a partir de ese momento.
-¿Está bien?
¿Tomó el anti-veneno en la dosis correcta?-.
-Sí, todo estaba bajo control...
Le dije a Lauren que te buscara por la noche si algo no estaba bien con la princesa, es una cáscara dura, toma de su propio veneno, no es como si todo esto sea nuevo, esta mujer es... Otro nivel Mani...
Calculó todo, dejó una serpiente en la habitación, se atrevió a provocar un ataque animal, nadie va a pensar haya sido un asesinato-.
Dijo con convicción.
Su hermana pensó sobre la situación, no sintiéndose tan confiada como él.
-Pueden no probar que fue ella, pero eso no va a quedarse así, Akil...
Ellos sólo necesitan el 1% que diga que es ella y la llevarán al infierno.
El hombre se armó con rapidez, colocando el shemagh frente a su rostro mientras la miraba-.
Empezó él, Mani.
-Él fue el idiota que intentó poner miedo en ella y casi mató a uno de nosotros con esa broma por poder, sólo tuvo lo que merecía-.
Habló con sequedad.
-¿Su conversación dejó sospechas?
Karila no me dijo nada, premeditó toda la conversación...-.
Su mente era rápida en ligar los hechos.
-No lo que hablaron, ella sólo avisó lo que teníamos que hacer, y lo hicimos-.
Guardó su pistola en la funda dentro de sus pantalones y se movió para organizar la manta en su cama apresurado.
Su hermana lo observó hacerlo con atención, hasta que se dio por satisfecho con la organización y se acercó a abrazarla con fuerza, apoyando su barbilla sobre su cabeza.
Ella lo dejó, durante años no estaba acostumbrada al afecto, Akil y Karila era todo lo que tenía.
-Si hay una cosa que he aprendido en el ínterin desde que estoy aquí es que la locura y su falta de miedo la hace vivir, si se convierte en una chica, expondrá su debilidad, ellos la destruirán, tiene que hacer todo esto, no le podemos ayudar a hacer las cosas mejor, sólo podemos mejorar los métodos, hice algo que no sabía...-.
Advirtió la cabeza mirando lejos de su pectoral.
-¿Qué?-.
Preguntó desconfiada.
-Uno de los guardias del príncipe eran uno de los nuestros, estaba infiltrado, él sabía que era Lauren cubierta de hijab, Karila no tenía noción de eso y yo creía necesario que ella no supiera para que actuara con más temeridad, él se aseguró de que no desconfiaran de Lauren, por la cercanía de Al Mahamid...
Hadd está en Asuán, fue a desaparecer el coche que usaron, nos encontramos en Edfu por la noche, regresamos a salvo.
Nada puede cambiar eso, el juego es de ella en este momento-.
Le contó exactamente lo que hicieron, no tenía miedo de lo que estaba previsto, porque así fue todo exactamente.
Con la afirmación de Akil, Normani se tranquilizó, aunque aún estaba desconfiada, trazando lo que pasaría.
-Me parece mejor que vuelva a El Cairo como una casualidad, antes de que expiren las excavaciones, no puede quedarse aquí en ese período de investigaciones-.
Normani advirtió.
Con eso su hermano estuvo de acuerdo.
-Vamos a esperar que pasa en el día y veremos en la noche-.
Y así, salieron juntos con los rostros cubiertos. Ursel y Gold conversaban animados y completamente agasajados en la tienda donde comían, mientras Lauren estaba adolorida de haber mantenido en una posición tan incómoda para no tocar a Karila.
La princesa estaba más dirigida a Lauren que al contrario de la cama, el sueño pesado la hacía descansar profundamente en una noche difícil.
La historiadora miraba su sueño y parpadeó tratando de entender si se trataba de una alucinación de su cabeza lo que sucedió la noche anterior, pero la mujer estaba allí, durmiendo tan indefensa.
Movió su cuerpo apesadumbrado abandonando el toque, para tomar un largo baño, se sentía exhausta y acababa de despertar, era pura ironía. La abaya todavía estaba en su cuerpo, los saltos en los pies.
Si estuviera en los Estados Unidos sería como la definición de dormir sin pensar después de una noche de aquellas en una balada cualquiera.
Al desnudarse ella se relajó en un largo baño caliente, eliminando un poco aquel malestar con el que se despertó.
Como de costumbre, llevaba con tanta elegancia la ropa que le proporcionaban y colocó sus gafas en su cara, moviéndose alrededor de la habitación tratando de no hacer ruido, no tenía intención de despertar Karila, pensando que era lo apropiado.
Dejó a la princesa dormir y se movió a la entrada de la tienda, asustándose al ver a Normani cerca del corredor, como si ya esperara su salida.
-Buenos días, necesita levantarse en 30 minutos, Al Sisi hará una visita de conferencia aquí, quiere conversar con ella-.
La moena hablaba en serio, acercándose lo suficiente para que Lauren se estremeciera incómoda con las mentiras y sorprendida por la noticia que la hizo sentir mal por la situación.
-¿Algo salió mal?-.
Lauren preguntó tragando en seco.
-No, pero él vendrá a chequear con sus propios ojos, ella necesita estar perfectamente alineada delante de él físicamente, si se muestra machacada o debilitada, eso va a levantar sospechas verdaderas, la visita de él con toda certeza es para advertir que alguien importante murió cerca de nosotros, pero principalmente para comprobar si ella no tiene nada que ver con el crimen. Si ella cae en su juego, todo se va a arruinar en segundos-.
Lauren asintió, moviéndose para que Normani entrara en su tienda, viéndola caminar lentamente, se acercó a la cama comprobando visualmente a Karila antes de llamarla y hablar en árabe, el cambio de idioma era claro, estaba hablando de algo que necesitaba que Lauren no comprendiera.
Karila despertó lentamente, desviando su mirada confusa a Lauren en pie cerca de la entrada de la tienda.
Normani movió a Karila para que se sentase en la cama.
-Estás muy débil, se dará cuenta-.
La morena habló desconcertada.
Karila negó, pidiendo con la mano que Lauren le entregase un poco más de agua.
-Necesito un baño y estaré bien y presentable-.
Avisó, frunciendo el ceño cuando Lauren le entregó la botella a Nomani.
Normani sabía que era un riesgo tremendo, pero si Karila no se expone físicamente impecable a Al Sisi, las desconfianzas serían prolongadas. Entrarían en un caos completo.
Normani ayudó a la princesa con el agua, y cuando ya no había más que hacer, la movió de la cama. La ayudaría con el baño.
Lauren observó el movimiento de la princesa, y permaneció en silencio, esperando escuchar lo que tenía que hacer.
-Gracias-.
La princesa le dirigió una mirada torpe antes de caminar apoyándose en Normani, todavía aturdida, de la tienda de Lauren se quedó observando la situación con imprudencia.
Todo podía ser arruinado en una sola aparición.
Ya no temía por ella, temía por Karila.
Tomando una larga respiración caminó hacia fuera, observando a Ursel con Gold, animados por el desayuno, ajenos a cualquier adversidad.
-Buenos días...
Te dije que quedabas libre del trabajo de hoy, lo que importa es que descanses-.
Ursel la saludó preocupada.
Lauren negó con una mirada de aprecio.
-Estoy bien, me desperté mejor que ayer, quiero ser útil a nuestro grupo-.
Habló sintiendo la mirada de Gold verla con empatía, a él tampoco le importaba que Lauren descansara, tenía una visión de admiración por su esfuerzo.
-Si se siente mal, tomate un momento de paz, no sólo estamos aquí para trabajar como locos en Egipto-.
Hizo énfasis haciendo que Lauren sonriera sin gracia.
Ella tomaba el trabajo muy en serio, a pesar de que las razones para querer el trabajo eran más obligado a tratar de olvidar los problemas que podrían venir por su propia voluntad.
Se limitó a tomar dos tazas de café e intentó enfocar su concentración en Gold citando que estaban cerca de encontrar algo bueno.
Los minutos allí se sentían infinitos cuando del otro lado Karila se estaba preparando con la ayuda de Normani para conversar con Al Sisi.
La princesa se enrollaba en un tejido húmedo, sentada en su propia cama, enfrascando sus dedos en los guantes de Normani, ayudando a abotonarlos rápidamente.
Estaba silenciosa con el acto, Karila solo observaba sus acciones.
-Espero que hayas descansado...-.
Karila dijo en voz baja, mirando su movimiento
alrededor, el hecho de que la morena veía hacia otro lado mientras Karila se ponía la ropa interior y los pantalones mostró el límite de la confianza en la relación.
-No necesitabas dar esa excusa alteza, no me importaba ir contigo, no tengo opciones sobre tus decisiones, aunque no concuerdo con ellas-.
Normani habló con la mirada desviada mientras Karila acentuó que estaba bien y que ya había vestido sus pantalones, pidiendo auxilio para poner las botas en sus pies.
Normani se agachó, colocando su rodilla izquierda en el suelo para ayudarla.
Karila apoyó su mano derecha en el hombro de la guardia, haciéndole mover la mirada de sus zapatos a su cara, su estatura abajo mostraba de manera indiferente que Karila la respetaba demasiado para que se sintiera rebajada.
-No puedo cambiar, no me puedo convertir en alguien que no quiero ser-.
Karila susurro, dándole su visto bueno.
Normani sabía que aquello era imposible y nunca le pidió a Karila que hiciera un cambio personal, aunque tuvieran una amistad, aunque fuera una relación tan respetuosa y honrosa, que su lealtad la hiciera guardarse tantas cosas y que Karila fuese capaz de cualquier cosa para mantener a Normani a salvo a su lado también.
Fue la única persona que quedaba en medio de todo por aquella princesa.
La princesa movió la mano de su hombro y tocó la mejilla de Normani, mirandola con profundidad.
-Te agradezco su lealtad, mi protectora, pero hay más posibilidades de salvación para ti...-.
Karila susurró en árabe, viendo normani negar a regañadientes y disfrutar del afecto de Karila en tono de respeto, para la chica de dieciocho años perdida en Sudáfrica,
Karila que siempre fue su protectora.
-Podemos tener la salvación juntas-.
Normani dijo con cierto valor.
Karila hablaba desde alma, hablaba de sus creencias perdidas, de la manera en cómo la estremeció por tanto tiempo dentro de sí y ya en aquel momento parecía tan perdida.
-¿Es lo que quieres?-.
Normani no esperó un segundo para responder.
-Eso es lo que queremos, Hadd, Akil y yo. Estamos contigo, no nos vamos a negar en aceptar algo que queiras, pero necesitamos ser coherentes, no actuar con impulsos, alteza-.
Karila asintió, moviendo su mano de su cara y pidiendo que se moviera del suelo.
-No actúo por impulsos...
Pero prometo lo mejor de mí-.
Karila confesó haciendo una excepción.
Normani se sintió más aliviada al oír aquello y con más confianza en el buen plano se movió para ayudar a Karila al ponerse el hijab, lográndolo perfectamente en segundos.
-¿Usarás el pañuelo en la cara ante la presencia del presidente?-.
Preguntó por fin.
Karila pensó sobre ese hecho y decidió que sí, no quería levantar más sospechas de las necesarias. Usaría el pañuelo nuevamente ante la presencia de Al Sisi.
La disputa por poder siempre fue clara, las joyas doradas estaban en sus muñecas, el guante con su escudo en sus manos.
Demoró lo máximo que podía en alinearse impecablemente para una visita como aquella.
Algunos minutos más tarde fue Akil avisando la llegada de los escolta del presidente del país, mientras todos los guardias del poderoso hombre se estaban alineando en las vías de los coches y a la distancia de la tienda.
Lauren percibió el movimiento diferente y se sorprendió cuando Akil vino a su presencia.
-También quiere hablar contigo ante la presencia de Karila-.
Advirtió serio.
Karila frunció el ceño, mirando sobre el hombro la mirada conspiratoria de Ursel y se movió con seguridad para esperar al hombre de estatura baja en su tierno costoso caminar sobre los zapatos brillantes con sus guardias al lado.
Su mirada fue directamente a Lauren al acercarse a la tienda de estudios donde Normani priorizó ser más adecuado para esa conversación.
Normani no fue responsable de llevar a Karila a la carpa de estudios,
Akil lo hizo, apoyándola con la mano como un pretexto de que ella necesitaba aquello por equilibrase, aunque fuera a mantenerla caminando en línea recta sin aparentar que caería de debilidad en cualquier momento.
Lauren se sorprendió cuando vio a la princesa usar el pañuelo en la cara de nuevo, se movió con ella para entrar en la amplia carpa de estudios, mirando hacia Al Sisi observando cada rincón con curiosidad, Akil cerró la entrada y allí estaba.
Karila y Al Sisi se miraban minuciosamente, y una Lauren completamente preocupada observaba el enfrentamiento silencioso.
El presidente saludó a la princesa en árabe y miró a Lauren enseguida, agitando de cabeza.
-Estamos aquí de nuevo, una situación terrible sucedió cerca de ustedes, me sentía responsable de avisarles personalmente-.
El hombre habló con un acento pesado.
Lauren todavía no entendía su importancia en la conversación.
Mientras Karila tragó con fuerza debajo de la mesa, sintiendo sus piernas temblar por la debilidad en que su cuerpo todavía estaba, era el límite de tiempo para levantarse sin desmayarse, la poderosa fuerza del veneno era fuerte.
La agonía de aquella mujer era surrealista, alineó su postura, aunque se sentía incómoda para exponerse al hombre que estaba perfectamente bien.
Lauren percibía algo diferente en la princesa, y sabía que ella estaba lo suficientemente mal para no aguantar esa situación por mucho tiempo.
-Vamos a sentarnos, ayer trabajé tanto señor presidente, mis piernas todavía duelen con estas excavaciones-.
Lauren se adelantó al hablar, apoyando la mano en el hombro de Karila de manera respetuosa y casual, como si fuera un delicado indiferente, al presidente no le importó mirar el acto, y fue a dejar que Lauren la apoyara con un poco más de fuerza y darle un pequeño motivo para moverse y sentarse antes, siendo educada en ceder la primera silla que vio frente a Karila.
La princesa la observó en silencio, agradecida que le hubiera apoyado a no caer, mientras que Al Sisi finalmente miró a Karila y se enfocó en Lauren moviéndose por el ambiente.
-¿Me puedes dar el lujo de hablar contigo en un momento?
Quiero intercambiar algunas palabras asolas contigo, Lauren Jauregui-.
Dijo.
La historiadora asintió, fingiendo indiferencia al hecho, aunque no le gustaba cómo eso sonaba.
-Esperaré afuera-.
Avisó dándole una última mirada a Karila que se movió incomoda en el lugar.
Al Sisi la observó por algún tiempo.
-Encontraron a Omar muerto en Al Mahamid, coincidencia que está tan cerca de aquí.
¿Lo vio en esos días?-.
El presidente preguntó en una casualidad falsa. Karila asintió.
-Ayer vino a visitarme en la mañana, porque éramos amigos, quería asegurarse de mi protección sobre los ataques en mi residencia en El Cairo, unos ataques inexplicables-.
Bromeó apuntando indirectamente a Al Sisi que sabía de lo que estaba hablando.
El hombre ignoró la indirecta.
-Tal vez quien le atacó haya ido detrás de él por estar conectado a ti, no
¿No sientes nauseado todas las desgracias que causas en tu nombre?-.
Al Sisi insistió mirándola.
Karila rió irónicamente, se inclinó para el intercambio de palabras en árabe.
-Diriges un país que ya se ha movido a desgracias en nombre de un tirano, no me traigas una culpa que no tengo-.
Afirmó con una certeza que no era suya.
Era claro que Karila tenía en sí mucha culpa que cargar, el peso ya se había vuelto incontable, pero no asumía aquello, principalmente ni siquiera a Al Sisi.
Era una fragilidad aún inexplorada, él no podía usar de su culpa.
-Habla como si tuviera rencor de su propio país-.
Apuntó haciendo que Karila se irritase.
No había alguien que fuera más apasionada por lo que era, por su país, por la cultura, por todo lo que Egipto representaba que aquella mujer.
Tenía todos los motivos para abandonar todo, simplemente huir sin siquiera mirar hacia atrás, pero su amor incondicional, su misión personal con el pueblo de aquel lugar la hacía resistir y quedarse, porque liderar siempre estuvo en su sangre.
-Si llegaste a insinuar cosas que amo, no quiero continuar la conversación, Al Sisi-.
Hablaba en serio con sus manos y piernas temblorosas en un acto nervioso y enojado.
El hombre se rió despreciando el acto y asintió enseguida, mirando su reloj a pulso.
-La muerte de su amigo fue dada por una causa accidental con una cobra elegante y hermosa...-.
Dijo apoyando su cara en el indicador de la barbilla. Karila todavía sonrió, aunque el paño en su cara no mostrase su reacción.
-Me siento terriblemente triste por ello, ni idea de lo que representaba positividad en mi vida, hará una gran escasez y que Allah guíe sus pasos en sus Jahannam (*demonios) en el último día en direccioón al Yannah (*paraíso)-.
Karila dijo fingiendo una condolencia que no era suya, una religiosidad que ya no le pertenecía. Recordar el acto sólo la hizo arrepentirse, desviando su mirada.
-Tropas policiales fueron enviadas a Al Mahamid, un accidente tan fatídico como ese ocurriendo dentro de nuestro país requiere cuidado, el padre de Omar no está contento con el hecho, parece resentido y eso puede complicar nuestra relación política, es por obligación casi personal que demuestres buen comportamiento y traigas esa solidaridad a un amigo suyo, Karila-.
Al Sisi le advirtió como si estuviera imponiendo una orden.
La princesa frunció el ceño, mirándolo en escarnio, ningún hombre le decía qué hacer.
-No debes moldear mis comportamientos o no, Al Sisi. Si tengo buena relación con los familiares de Omar, es por un vínculo antiguo, no voy a cambiar la manera en que me comporto para seguir con una falsa que quieres imponer, resuelve tus dilemas políticos solo, no estoy aquí para hacer tu vida mejor políticamente, no me importa como esté tu gobierno, no tienes autoridad para exigirme algo, pues nada que está aquí es gracias a ti.
Si solo viniste para dar órdenes tontas, no tenemos nada que hablar, porque no obedeceré-.
La mujer se movió de la silla, rehusándose unos segundos antes de alejarse, sin siquiera despedirse del hombre, la tensión entre ellos era palpable y creciente, el hombre no esperaba que ella fuera tan indolente a su figura de poder.
Karila no se inclinaba hacia él, no le demostraba respeto y ni siquiera lo tomaba como su presidente. Ella simplemente ignora lo que Al Sisi representaba en su totalidad y el hombre se enojó porque ella era una mujer, que ignoró su sello de gobierno y presidencia como si no fuera nada.
Y al final, para ella, era justamente de lo que se trataba, de nada.
Sintió nauseas cuando se movió hacia la entrada de la tienda y salió viendo a Lauren esperando en el pasillo entre las habitaciones.
-Ten cuidado con lo que vas a decir...-.
Karila le pidió en voz baja con la mirada al suelo. Lauren asintió, mirándola caminar sola hacia su propio cuarto, Normani la encontró en medio del camino para guiarla con tranquilidad, mientras Lauren tragó coraje y entró en la carpa de estudios, recibiendo la mirada averiguadora de Al Sisi.
Se sentó donde Karila estaba sentada anteriormente y el silencio del hombre la hizo sentir afligida.
-Es extraño que he intentado ponerme en contacto contigo, pero no lo he logrado, señorita Jauregui-.
Hizo una nota cautelosa.
Lauren negó ligeramente.
-Rompí mi celular entre las excavaciones, y necesitaba cambiarlo, señor presidente...
No me importa dejarle mi nuevo número-.
Habló fingiendo tranquilidad, aunque sus manos ya estaban lo suficiente gélidas.
Al Sisi asintió, aunque aún desconfiado.
-Confío en ti, tengo una asociación intensa con el presidente de tu país, creo que esa lealtad entre pueblos es necesaria en momentos de desesperación.
Hasta porque soy un hombre responsable de la seguridad de sus amigos, sería terrible que algo les sucediera a los compatriotas de mi socio internacional, un país tan poderoso como Estados Unidos de América-.
Él jugaba en aquel tono de contemplación, tratando de que Lauren le confiara lo suficiente para creer que sería un hombre de palabra, que se aseguraba de protegerla de amenazas si éstas vinieran.
-Me alegro de escuchar eso, me deja más segura-.
Ella comentó casualmente.
-La noche pasada un hombre importante murió por aquí cerca, nuestro equipo sospecha de que la muerte haya sido por un hecho tan atípico. ¿Puede decirme con honestidad lo que Karila hizo la noche pasada?-.
El hombre parecía quererle mostrar a Lauren que la podía proteger para despertar más seguridad en sí que cualquier cosa.
Era claro...
Y ella entendió eso muy bien para caer en el juego.
-Estaba realmente mal de la cabeza, con dolores intensos por trabajar demasiado señor presidente, pero me senté con mis compañeros de trabajo antes de acostarme, Karila hizo lo mismo en ese horario, los guardias hasta fueron dispensados antes, no hubo indicios de nada, dormimos como todas las noches, sin ruidos sospechosos o algo parecido, me siento triste que algo extraño haya ocurrido, no p nosuede suceder a nosotros,
¿O si se puede?-.
Ella inquiría con una facilidad en si manipulación que incluso la sorprendía.
-No les sucederá, estamos atentos a ustedes, se han vuelto el deber de nuestra unión entre países, nada le sucederá a nuestros invitados en nuestro país, somos un pueblo abierto y receptivo, queremos mostrarle buena voluntad y enseñarles que nuestro el país anda siempre por delante, desarrollándose y caminando para acoger de buen grado cualquiera que venga. Espero su sincera contribución a nuestro poder, sería terrible que hiciera un mal paso-.
El tono de amenaza estaba implícito y no pasó desapercibido.
-Entiendo bien, cuente con mi apoyo y mi honestidad-.
Mintió como varias veces y el hombre se dio por satisfecho, sintió que Lauren no sabía de mucho.
-Llame a este número en particular si observa cosas extrañas sucediendo, estamos cerrando el cerco de sospechosas-.
El presidente se movió de la silla, dándole una pequeña tarjeta blanca con números impresos en negrita.
-Claro, es un placer revisarlo-.
Ella lo cogió fingiendo simpatía, despidiéndose y mirándolo alejarse para salir de aquella tienda.
Ella necesitaba tener una actitud con aquel hombre para reforzar que estaba de su lado de manera disimulada, dar una pista real para algo que reconstruyera aquello.
Aun así, necesitaba hablar con Karila de ello, tenía que pensar en algo de que no sólo tienen la ventaja de una protección nacional junto a él, como no entregar el lado en el que es más comprensivo y vio la verdad en Karila.
No tuvieron oportunidad a lo largo de la salida para quedarse a solas, porque Karila se quedó en su cuarto todo el día, y ella sabía bien que era un descanso ya que todavía necesitaba un tiempo para recuperarse.
La noche después del baño, organizando la habitación para cenar y volver a dormir, la mujer entró en su habitación, con las vestiduras negras características, el hijab sobre los cabellos y la cara expuesta.
-Hey...-.
Lauren la saludó observando su caminar lento y más consciente sobre las botas de saltos finísimos.
-Vine a despedirme de ti, estoy saliendo a El Cairo esa noche, el cuento de hadas acabó-.
Karila avisó en voz baja.
Se acercó lo suficiente para sentarse en la punta de la cama de Lauren.
La historiadora repitió su gesto, sentándose en una distancia segura y respetable.
-Esto implica algo como:
¿Lo que sucede en El Kab, se queda en El Kab?-.
Lauren preguntó con curiosidad intrigada por la repentina partida.
Sabía que la necesidad vendría, todavía tenían algún tiempo por delante.
Karila asintió, observando su propio guante perdidamente.
Lauren estaba más que entretenida con la mirada baja de la mujer, observando su belleza tan sombría y atractiva, no tardó para que Karila cambiara la trayectoria de su mirada y despertara un respirar profundo de la historiadora, recibiendo la mirada casta marcada en sí.
-¿Puedo algo que realmente valga la pena para que te quedes aquí?-.
Lauren susurró viendo su mirada.
Su postura parecía más receptiva, más abierta, en un acto más osado que antes, Lauren se acercó curvándose para que sus caras estuvieran cerca y puso su atención de nuevo a Karila.
La princesa detuvo la mirada en su boca, deleitándose con la visión tan cerca.
Tuvo una actitud al moverse para besarla, como si resistirse a aquello era tremendamente difícil y el beso fuese un acto inevitable, sus manos con guantes se movieron para sostener las muñecas de Lauren, empujándolos contra su cuello, evitando que la abrazara, que tocase su cuerpo como los movimientos tan entrometidos que ella tuvo en el coche, su boca era la única cosa a la que Lauren tuvo acceso, entreabriendo su boca y sintiendo la suavidad de los labios carnosos empujando y acariciándola lentamente.
Si Lauren quisiera desprenderse del apretón, lo haría, porque no había fuerza, era sólo una contención en silencio diciendo que aquella parte de cuerpo en el cuerpo no sería bienvenida.
Aunque quisieran, aunque fuera justamente de lo que Lauren estuviera hablando.
Empujó su frente hacia Karila al verla apartar su boca levemente.
-Dime por qué no...
¿No soy lo suficientemente atractiva?-.
Habló cuestionándolo en voz ronca con los ojos confusos cara a cara, Karila tenía la mirada abajo, la intensidad de la respiración con su boca entreabierta.
-No hablaré de eso aquí...-.
Karila se negó a responder.
Lauren se sentía que se quemaba, queriendo entender si sobrepasaba los límites al intentar conversar sobre algo tan íntimo con una mujer que siempre había sido tan restringida.
-Perdóname, sólo quería entender tus actitudes, no quiero hacerte sentir incómoda...
Sólo hay que ver lo que tenemos, esta atracción, todo esto es tan palpable,
¿No sientes lo mismo?-.
Lauren preguntó mirando su rostro y alejando sus frentes, mirándola de cerca, con las manos todavía en las muñecas de Lauren como si temiera que se moviera y hacer algo más allá, era como si llevara algo a cabo para mantener la esperanza.
-La manera como hablas de eso suena incomprensible, no hablo de eso por nunca lo he hecho...
De intimidad...
Nunca he hablado de la intimidad.
Suena depravado, pervertido-.
Karila repitió, confusa.
Ella ni siquiera hablaba de la intimidad con su marido, no era como si lo necesitaba, sólo lo hacían, se avergonzaba de pensar en aquello en buen tono.
Su costumbre se arraigaba, no podía cambiar ese aspecto tan drásticamente.
-No hay necesidad de darle a su conciencia, todos necesitamos el afecto físico en algún momento y eso no está mal, no es un pecado... No hay mucho insistir, solo no niegues lo que es...-.
Lauren dijo en voz baja, era claro que no podía imponer su visión cultural sobre nada que Karila veía, sólo intentaba ralentizar una visión tan diferente.
-¿Cómo es eso?-.
Karila preguntó en voz baja y ronca.
Lauren arqueó una ceja.
-¿El que?-.
Karila se encogió de hombros como si no le importara, aunque estuviera interesada en escuchar.
-¿Cómo es todo eso en su país?-.
Lauren movió las manos, atreviéndose a tocar el pulgar en la mano de la princesa, observando que estaban demasiado cerca.
-Todavía no es como debe ser, pero en comparación con todo lo que hay aquí, suena como el paraíso para los amantes sin ver un límite tan tonto como el sexo.
Las personas se casan, tienen sus hijos, trabajan, como cualquier persona tiene el derecho de hacerlo.
¿Nunca tuvo acceso a nada de eso?-.
Lauren preguntó curiosa sobre el dilema que Karila parecía enfrentar.
La princesa negó a tragando en seco.
-Eso es prohibido, hablar es diseminar, yo vagamente supe que existía personas que se atraen a su mismo sexo por Normani hace años, mi creación, mi desinterés, fueron muchas razones para que me convirtiera en una mujer completamente ignorante a ese asunto-.
Karila no tuvo rodeos en asumir que nunca vio aquello como algo natural, porque nunca siquiera oyó hablar de eso, no de una manera positiva.
-¿Y qué sientes cuando me besas?
¿Qué estás rompiendo un paradigma religioso? ¿Qué va en contra de las leyes universales? Porque puedo ser muy honesta al decir que veo que romper un importante punto religioso en su vida como el Ramadán, como si necesitas cerrar algo que, cuando leí ese libro que me diste, veo que tus creencias va en varios lugares, fingir y que no hay que olvidar que no hay nada que no se pueda ver en el mundo de la música.
No me importa que me veas como una mujer totalmente desvirtuada.
Me atraes mucho, y yo quiero eso, te quiero a ti-.
Lauren habló acercarse un poco más.
-Quiero hablar de intimidad así, cerca de ti...-.
Susurró observando a Karila desviar la mirada, curvando la cabeza en sentido opuesto.
Su piel se puso de gallina porque era incluso una verdad que no tenía sentido tratar de ocultar, sus actitudes ya habían demostrado suficiente, simplemente no se sentía capaz, dispuesta a entregarse a otra persona después de Hamid, la intimidad para que hubiera una conexión tan profunda, tan virtuosa e intensa, que ya no podía razonar con sentido al querer tener intimidad con alguien como Lauren, donde no nutría sentimientos que no fuese la fuerza avasalladora de la atracción.
-Entre nosotras dos,
¿Quién crees que saldrá dañado con que hemos hecho cuando se resume a besos?
Besos en banal.
Daña a los niños, a los amigos, al respeto-.
Intentó incluso justificarlo como si valía la pena.
A pesar de que Lauren sintió el impulso de rodar los ojos, para una mujer que no fue tocada por nadie, sabía que un beso era digno de más de lo que trataba de exponer.
-Continua dándome nada, estoy bien, las casualidades existen justamente para eso, para que las personas no se lastimen-.
Lauren citó, mirando las entre suyas, liberando sus muñecas.
-O simplemente se lastiman más-.
Karila retrucó, desviándose y levantándose del colchón.
Estaba a punto de marcharse.
Lauren también se levantó, deseándola más que antes, se estaban mirando la una a la otra en silencio, con una incómoda atroz, con tensión, basta solo un consentimiento hacia Lauren. Mientras que para Karila todavía le quedaba el hecho de no estar preparada para vivir aquella vida.
-¿Quieres que me olvide completamente de todo lo que sucedió aquí cuando vuelva a El Cairo?-,
Lauren preguntó por fin. Karila asintió sin mucha convicción.
-¿Puedo hacer algo antes de que deba olvidar todo?-.
Lauren probó sus posibilidades.
Karila estuvo en silencio por unos segundos, no respondiendo de inmediato hasta que asintió.
La historiadora se acercó y elevó sus manos en el aire antes de tocar renuentemente los hombros de Karila, que miró al acto con desconfianza, aunque la tensión llenase su cuerpo.
-¿Puedo seguir?-.
Lauren preguntó honestamente.
La mujer no se opuso y se sorprendió cuando sintió unos fuertes brazos envolviéndola en un abrazo tan fuerte y profundamente ineludible que sentía los latidos frenéticos de su corazón en cuestión de segundos, sintiendo el cuerpo lleno de seguridad y fragante contra el suyo, sosteniéndola que con una convicción sutil y cálida.
Su postura retraída se permitió relajarse por unos segundos, posando la barbilla sobre el hombro de Lauren, mirando perdidamente la cama organizada.
En su cuerpo tenía un buen calor, que ella no sentía desde hace años, nunca pensó sentirlo de nuevo.
Lauren aflojó sus hombros y por algunos segundos mantuvo el abrazo, hasta deshacerlo con lentitud.
-Nos vemos en El Cairo, Alteza-.
Volvió a las formalidades.
Karila asintió, moviendo el hiyab en su cabello como una manera de proteger lo que le despertó tanta prisa, de modo curioso, por lo que anhelo tanto la atracción.
Ella se acercó a Lauren, dándole un largo beso.
-Es una pérdida completa de que este sea nuestro último beso-.
Lauren dijo tensa.
Karila negó y se alejó.
-Te veo por ahí-.
Y salió de la tienda pisando graciosamente.
La historiadora se quedó sola, acostándose en su propia cama empujando su cuerpo contra el colchón, el rostro en la almohada sofocándose en la locura al presionarse contra las sábanas.
Qué odioso era no tener control sobre lo que quería.
En aquella noche Karila fue llevada por la máxima escota que tenía, dejando únicamente a Akil y un grupo limitado de guardias para que le sirviera a los historiadores.
Los coches recorrieron las carreteras de Egipto hasta Luxor, donde en el aeropuerto en uno de los jets privados la princesa enfrentó un viaje a Arabia Saudita y no a El Cairo, como había previsto e imaginado al dejar el campamento.

Música * Soldier - Fleurie

Con tres horas de duración, a primera hora de la mañana la mujer llegó a la capital de Riad, las autoridades internacionales también llegaban al país para el entierro de Omar, las calles que daban acceso principal a la mayor Mezquita de la ciudad estaban cerradas en completa señal de duelo, mientras que la princesa que traía el hijab, dejando su cara expuesta para no ocultar sus emociones, fue escoltada como una autoridad de primer escalón.
El vicepresidente de Estados Unidos, el emir de Qatar, el rey de Jordania, el presidente de Egipto en señal de completa consternación al haberlo muerto en su país, y Karila Aistarabaw I dividían el mismo ambiente, la mujer no seguiría hacia el funeral ya que la permanencia de mujeres en el entierro fue estrictamente prohibida para aquella ocasión, pero miles de personas asistían al compartir ritos religiosos islámicos, en nombre del recuerdo a aquel hombre dejaría en tierra.
Karila compareció al funeral del hombre al que ella misma mató.
Su mirada marcada, cínicamente fría se perdía en la multitud que parecía no poder sostener la emoción y la tristeza.
Los jefes de estado estaban en el balcón del Palacio Al Yamama de Riad, un gabinete real importante, sus ojos en el pueblo allá abajo, evitaban adorar la imagen de un muerto, Omar sería enterrado en el cementerio Al-Aud, cerca de sus familiares reales, una sepultura sin nombre, como siempre sucedía, para que el pueblo no rompiera los límites del pecado en adorar una sepultura.
Miles de súbditos prestaban sus oraciones, el gobierno abriría el palacio para recibir las condolencias diarias durante días.
La causante de aquella desgracia miraba de un lado al otro de la avenida debajo de sí, recorriendo desconfiada la gran población, la mayoría exagerada de hombres.
Su postura rígida agraciado, mirando al padre de Omar se acercándose con los ojos rojos, trató de ser un hombre fuerte y negarse a mostrar sus emociones sobre la muerte de su propio hijo.
Karila tragó bien ese gusto...
Sabía que estaba tratando de tragar su emoción al perder a alguien que amaba tan repentinamente y sin pensarlo, conocía eso bien.
La sensación placentera que le causaba la hizo desviar la mirada e ver al frente, mientras sentía la mirada de Al Sisi en ella, el hombre se sorprendió de que ella estuviera de rostro expuesto después de tantos años, y así como él, muchos hombres se sorprendieron con la belleza que conservada la mujer, exponía rasgos egipcios perfectamente exagerados en la medida correcta que la hacían una mujer bellísima.
En el mismo balcón, Normani estaba con el rostro cubierto, las ropas más anchas para exaltar que era hombre y no mujer, estaba sin Hadd y Akil, lo lidiaba de antemano, necesitaba liderar todos los efectos de seguridad que envolvía Karila.
Su cuerpo tenso miraba el ambiente lleno de gente, hombres moviéndose de un lado al otro, acercándose y alejándose en segundos.
Su cuerpo dio un paso a la derecha, predominaba algo.
Con su mano en la pistola en su cintura, con su verdadero guante negro apretando sus muñecas y pecho golpeando al ver el punto de mira de color rojo de un rifle de precisión en movimiento al hombro de Al Sisi, que no se movió.
Lo dejaría morir.
Pero la mira no paró, no hasta moverse a la derecha, en Karila.
La movió su cuerpo del lugar impulsándose en una carrera desesperada en el pequeño espacio entre hombres yendo y viniendo en sus ropas árabes, la boca se abrió al tirar del aire por última vez, los músculos contrayéndose, los dedos resbaladizos en el arma y las piernas calentándose en segundos cuando derribó a Al Sisi con fuerza en el suelo y agarró a Karila por la cintura de frente, mirando al rostro de la princesa, la mujer tenía los labios entreabiertos y el ceño fruncido intentando entender lo que ocurría para ser envuelta de esa manera.
Una trampa.
Como una cámara lenta la consecuencia del destino se resumió en un sonido explosivo y ensordecedor de una sola bala, y ambas cayeron.

Hidden  (Camren Gip)Where stories live. Discover now