Resplandor

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Lauren POV

Karila se mantuvo intacta a mi lado, no moviendo ni un centímetro que fuera para hacer algún cumplimiento formal al presidente del país, lujo al que no tuve cuando tuve que ofrecerle mi mano derecha, disgustada con el apretón firme y sus ojos negros desconfiados en mí.
-Creo que esta conversación es un asunto personal y particular,
¿No?-.
Él preguntó mirando a Karila, demostrando que no quería que yo estuviera allí, entre su conversación.
Estaba lista para irme si lo querían, no era una obligación estar allí.
-Lauren se queda, ella necesita escuchar nuestra conversación, así como los otros historiadores que estuvieron dispuestos a contribuirle con algo positivo al pueblo egipcio-.
Karila habló directamente, hizo que tragara vigorosamente y volver a quedarme a su lado, mis ojos desviándose hacia abajo, reparando en el brillo celoso de los zapatos del presidente.
Los pasos apresurados fue el aviso de Ursel llegando, seguida por Gold y Mahara.
Ellos entraron en la sala de trono seguidos por los guardias de Karila y luego se acercaron a nosotros, todos saludaron a Al Sisi con sonrisas en sus rostros.
La primera regla era ser cordial, aprovechar para sacar de aquel presidente cada dosis de empatía que podíamos al ser extranjeros.
-Ya que estamos todos aquí, quiero expresar mis deseos delante de los historiadores para que nada sea llevado a mala comprensión-.
Karila expresó directamente hacia él, estaba claro que las direcciones actuales la dejaban completamente desconfiada, puedo entender que no es nada fácil, pero algo me toca la mente de repente y me permito pensar por un segundo que, si ella estuvo dispuesta a hacer un acuerdo que dejaba su fortuna en juego, todavía haría muchos acuerdos para que incluso quien quisiera proteger estuviera bien.
A ese punto no podía pensar en nadie más que en Normani.
Desvié la mirada en silencio no consiguiendo oír con calma lo que ella hablaba sobre ayudar al pueblo egipcio, porque algo me hacía pensar en Normani y algún acuerdo externo que fuera grandioso.
Ella repitió más que una sola vez para mí la imposibilidad de presentarse a los medios políticos en busca de una protección mayor...
No es que yo fuera tan buena en las teorías de conspiración, pero eso parecía un hecho más que visible, la única persona capaz de hacerla sentirse débil y poner las manos de deserción hacia arriba sería Normani, anoche en su sala repleta de obras de arte, citó que nada le hizo prevenirse para aquella pérdida.
Y lo era...
Bueno, es extremadamente posible que sea una verdad, tal vez esté pisando sobre acuerdos extensos y valerosos que hacía aquel presidente ante nosotros para resplandecer en coraje y felicidad, él tenía una mirada negra lustrosa y radiante.
El hombre está en su paraíso, ella debe haber hecho un acuerdo jodido para mantener a Normani viva si eso es un hecho.
Y Normani no debe saberlo, no sé cómo está su estado psicológico en el momento, pero no estaría feliz con un acuerdo que valiera todo lo de Karila por ella...
¿Lo estaría?
Tamborilee mis dedos ansiosos en mi mano que estaba atrás y volví a enfocarme en la conversación importante, fingiendo un interés profundo que antes me había escapado.
-[...]Con el tiempo ellos vinieron percibiendo la necesidad de ayuda que el pueblo de la Ciudad de los muertos necesita, no es fácil que salgan de allí en busca de una nueva vida, los tiempos son difíciles...
Las oportunidades no existen-.
Karila citó tranquilamente.
Al Sisi arqueó la ceja y la miró.
-¿Le dices que mi gobierno es incompetente a los extranjeros?-.
Ursel se negó rápidamente antes de que Karila pudiera responder.
-No, señor, estamos realmente halagados de estar a su presencia y lo que la princesa exalta es nuestra preocupación personal, nada fue idea de ella inicialmente, Lauren y yo conversamos mucho sobre nuestra necesidad de ayudar al pueblo de Egipto, y no viene por opiniones políticas, sólo somos solidarias a su pueblo, estamos aprendiendo a amar a su país y le pedimos ayuda a la princesa, que tiene buenas condiciones financieras y no ha dudado en ayudarnos-.
Ursel habló rápidamente, cambiando largas miradas conmigo como si me animara a hablar luego y defender a Karila de posibles malas ideas.
A Ursel le gusta a Karila, lo veo todo el tiempo.
-Es verdad señor presidente, en ningún momento la princesa se interpuso en divulgarse con esa ayuda, estuvimos en una reunión general y puedo repetir frente a ella que no necesitaba que ni siquiera habláramos que tomara créditos por sus acciones, sólo quiere ayudar al pueblo y nada más que eso, su bondad es verdadera, lo sentimos con la convivencia-.
Hablé en voz baja, sin apartar los ojos de la cara de Karila ni un minuto porque eso me confunde, incluso si de por si sentía sus ojos en mí todo el tiempo.
Al Sisi me miró profundamente, su averiguación era traicionera, y por unos segundos que parecían eternos, sentía temor, de que mis ojos o mi postura me entregarse completamente al ser tan incondicional al lado de Karila, y no era una mentira, tal vez estaba acostumbrada a ser tan honesta en todos estos años de mi vida, que bastara que él posara sus ojos en mí para entender que yo nunca estaría a su lado.
Pero pronto volvió a mirar a Karila, y parecía sólo desconfiado de alguna duda que necesitaba ser aclarada.
-¿Estás ayudando a los americanos sin pedir nada a cambio?-.
Todavía estaba desconfiado que todas las acciones de la princesa fueran por sesgos políticos.
Tal vez él no supiera que aquella mujer también era humana,
¿No es así?
Ella tiene sentimientos, ella es generosa, puede tener sus pequeños lapsos de deseos profundos para tener sus monedas de cambio, pero yo preveo y siento con todas las certezas que ella nunca sería capaz de intercambiar una vida inocente por mezquindad personal.
-Lo que me dan es el privilegio del conocimiento con sus investigaciones, presencia, con la manera en que me enseñan cosas nuevas cada día, ese es mi precio que nunca necesité exigir, porque lo hacen de buen grado todos los días, no necesito que me den nada más.
Sólo pido la autorización para la construcción de los edificios para el pueblo, invirtiendo indirectamente en su nuevo proyecto, exaltando su gobierno, y dejándolo como siempre quiso, feliz-.
Habló tan deprisa que lo que vino después de su discurso fue un silencio eternamente crucial.
Sabía que al desviar mis ojos y mirar a Al Sisi estaría transmitiendo una apatía serena, de quien sabía lo que estaba haciendo y que no batallaría personalmente con el presidente más por sí misma. El hombre pareció asentir y entender lo que queríamos.
-Lo hago por mis colegas americanos, de la bondad que llevan consigo, y estoy agradecido por la sugerencia de algo tan bueno al pueblo, pero no acepto tus créditos en el emprendimiento-.
Su exigencia me hizo apretar los labios cerrándolos para no ceñirlo.
Bastardo.
A Karila no le importaba ser expuesta como una mujer que ayudó a la gente, pero me importa, su legado, sus buenas acciones, hay mucho que ha hecho por el pueblo de Egipto que solo considerarla una princesa triste que sólo se preocupa de sí misma, no me gusta este presidente con cada pequeña célula de mi cuerpo para evitar que se exponga realmente cómo es realmente.
-Parece tan extraño que impida que la alteza actúe como desea, como si eso implicara temores implícitos que no desea asumir, siendo ella una mujer tan tranquila e inmaculada-.
La voz de Mahara vino de repente en medio de la conversación, Gold abrió los ojos observando moverse de su posición tan contenida y sumisa para algo tan verdaderamente diferente y osado.
Oh dios mío...
El presidente parecía indiferente a su presencia hasta ese momento, tal vez fuera por mostrarse visiblemente musulmana que no despertaba en él tanta atención en querer precios revertidos como en los bueyes gordos americanos y europeos.
En el momento en que puso su mirada en ella, cambié una mirada temerosa con Karila que no entendía lo que la mujer estaba haciendo.
Mahara no se doblegó y sus ojos verdes claros miraban convencidos hacia nosotros, parecía no entender que se enredaba en un terreno peligroso, o tal vez ella lo sabe bien y no le importaba tampoco.
-¿Quién eres tú?-.
Él cuestionó curiosamente intrigado, mirándola de pies a cabeza con un desdén tan profundo que me revolvía el estómago.
-Una empleada de la mina-.
Karila previó en responder ante Mahara que afirmó cosas que traerían problemas.
Al Sisi sólo movió un poco la cabeza, pero no volvió la vista a la princesa, él todavía mantenía su atención en Mahara.
-Entiendo tu idolatría incondicional por ser subordinada a su dueña, pero prefiero respetar las jerarquías aquí-.
La manera en que él empleó un desdén a ella como si Karila fuera su dueña me trajo por completo un fuego interno tan desgraciado a punto de arruinar todo, me sobresaltó la mano gentil de Ursel apretando mi pulso y sonriéndome, sus ojos estaban ligeramente abiertos.
¿Cómo osaba irrespetar a una mujer de esa manera?
Como si fuera un objeto comprado en que Karila mandaba y desmandaba.
La miré profundamente irritada, ella desvió ligeramente la mirada hacia la mía y negó discretamente con la cara, aunque yo no pudiera ver nada más allá de sus ojos, entendía que aquello le había molestado.
Sabíamos que si fuera por respeto a las jerarquías ese desgraciado debería arrodillarse a los pies de Karila y pedir por clemencia a su vida miserable.
El silencio incómodo siguió extraño entre cada uno de nosotros.
-Todo bien aquí sobre los acuerdos, estamos felices-.
Ursel afirmó sonriendo efusiva, ella sí sabía cómo exponer la felicidad tremenda porque siempre parecía radiante en cada momento.
Mahara no parecía entre nosotros tan sonriente y animada, en todo momento miraba a Karila con un pesar tan fatídico, lento, tan perturbador a mis ojos que no conseguí seguir observándola y sólo di un saludo torpe al presidente, caminando sola fuera de aquel ambiente porque necesitaba respirar.
En el último botón de la camisa, desabotonando con pesar y mirando ligeramente curiosa la flota de guardias del presidente, ninguno de ellos le importó cuando me vio caminar hacia fuera, pero bastó que Karila saliera de la sala de trono escoltada por sus propios guardias de seguridad que se movieron ansiosamente en sus lugares, haciendo una línea rígida y disgusta para que luego Al Sisi saliera.
Por cierto, Karila salió primero del palacio, ella no se dio el trabajo de despedirse de ninguno de nosotros porque parecía muy apresurada para salir de allí, siendo escoltada hasta uno de sus carros mientras nos quedamos atrás, esperando que el presidente se fuera para finalmente regresar a la mansión.
Antes de irnos, el presidente no dejó de dar un asentimiento para nosotros con una sonrisa animada en la cara, como si supiera que tenía nuestras intenciones consigo en todo momento.
Y si lo fue.
Al observar a Mahara acercarse a mí, mirando la expresión medio pálida de Gold y una Ursel sin gracia, entendía que el clima había quedado extraño después de todo el mal entendido y de la arrogancia expuesta del presidente.
-¿Estarán bien en dejar que me vaya con Mahara para conversar a solas?-.
Le pregunté a Ursel y Gold.
-Oh no, todo bien con eso, estamos necesitando un poco de aire ahí fuera, vamos-.
Ursel respondió de pronto.
Los seguí hasta el límite en que los carros e que estaban para nosotros estaban estacionados, Hadd percibió que ahora nos dividimos, pero él no dijo algo entrando en el coche al que Mahara y yo entramos.
Era un hecho que él estaría donde yo estuviera.
La mujer me miró perdidamente confusa, como si me pidiera disculpas sobre algo que hizo.
Cuando el coche se movió, me recosté en el asiento apretando mi cinturón y me posé mis ojos en ella.
-¿Por qué hiciste eso?
Sabes que te puede buscar para preguntarte cosas,
¿No?-.
Le pregunté observándola asentir, las manos apretaban nerviosas sobre su cuello, tenía una postura tan diferente de todas las mujeres occidentales, ella, Karila, y su hermana Sarosh, todas ellas egipcias actuaban como si tuvieran estas contenciones, casi como una pureza expuesta que era evidente y despertaba un asombro así como una contemplación tremenda.
-Fue injusto que él no quería que los créditos fueron dados a la alteza, sólo lo que mi hermana me podía decir, la princesa le dio todo, los estudios y una situación financiera estable, que tiene la libertad de dejar de trabajar cuando ella quiera, no es como si fuera una esclava comprada hasta el alma, donde la exigencia la hace eternamente agarrada a algo.
Él es un hombre asqueroso que trata a sus iguales como inmundicia, y sus superiores como semejantes, eso es injusto-.
Ella habló en voz baja, mirando dudosa hacia adelante, a los guardias, Hadd estaba seriamente silencioso, él ya oía demasiado, tenía una lealtad probada en años, no había como ser un oído.
-Es una mujer muy valiente, pero tenía una pista sin consecuencias, ya que le puede causar algunos problemas si se toma como algo personal, sobre todo ahora que él cree que es un oficial de la princesa, no hay mucho que protegerse cuando piensan que cualquier funcionario de ella es un loco alucinado que va a causar problemas, piensa en tu hijo ahora, no insistas en intentar empujar esa batalla por la garganta, hay demasiadas cosas en juego a ese punto para que levantes nuestras voces, existe el momento adecuado para cada acción, es hermoso que seas tan leal a la alteza como ahora, ella parece necesitar todo nuestro apoyo en este momento, entonces vamos a mostrarlo dentro de su casa, en nuestras acciones, para hacerla lo suficientemente fuerte para venir aquí fuera en el mundo y batallar por el pueblo. Siento que lo que vale para ella ahora son las pequeñas cosas más sutiles, aunque parezca una capsula impenetrable, ya va a valer mucho sólo con estar allí-.
Dije con la verdad, que no era como si pudiera ocultar que Karila necesitaba ese apoyo.
Ahora más que nunca yo estaba dispuesta a demostrar ese apoyo, aunque debiera mantener cierta consistencia en mis palabras para no ser llevada a un sentido que nos traía problemas, aun así, era necesario que ella entendiera que las inconsecuencias sólo empeorarían las cosas no para nosotros, sino para la princesa.
Mahara curvó la cara como si estuviera a punto de llorar en arrepentimiento.
-Lo siento, lo siento-.
Repitió en voz baja, tratando de no causar demasiado ruido, sus ojos rojos y las manos temblorosas tratando de mantener el velo sobre su pelo, pero se deslizaron y expuso sus hebras cortas de cabello castaño, un corte que no se detuvo, trenzas femeninas largas pero algo moderno y completamente diferente de lo que podía esperar.
El movimiento de Hadd me sobresaltó, pero él sólo le ofreció un pañuelo para secar su rostro y las lágrimas, y su acción fue tan gentil que ni siquiera ella esperaba por aquello, pero su bajo agradecimiento en árabe me hizo sonreír amablemente y esperar que ella se calmara sin tocarla.
-Está bien, tuviste el valor de hacer lo que todos queríamos, no te sientas mal, ya que ha pasado, no hay vuelta atrás-.
Dije al moverme para observar el velo para cubrir su cabello y calmarse, apretando la bufanda Hadd en sus manos.
Antes de llegar a la mansión ella ya se había calmado por completo, lo que fue un alivio, porque no quería que se sintiera mal.
Pensé irremediablemente en que Karila llamaría Mahara para charlar cuando llegaramos a su casa, pero nada estaba advertido y Sarosh miraba con feliz emoción cuando Ali le dio la bienvenida a su madre que con gran amor sostuvo a su niño en sus brazos otra vez, me alegré de ver que ella parecía mejor al tener la presencia de su hijo, y acabé caminando sola por los pasillos de la inmensa mansión, pensando perdidamente en cómo hasta el perfume de los ambientes en aquel lugar me traía calma.
La extensión excesiva del sitio me dio la sensación y la certeza de que todavía había muchos lugares donde no he estado y no puedo ir.
Pero el más importante de ellos a mi ver, al que yo todavía podía tratar de recordar rectamente de algunos detalles de la noche pasada hizo sentarme en el banco en el jardín de los fondos, observando el sol reflejar las flores vividas y floridas mientras observaba a la joven de nombre difícil si se movía cuidadosamente entre los arreglos, parecía haber acabado de cuidar de ellas en aquel momento.
-Buenos días-.
Saludé con un gesto y una sonrisa contenida.
Era tan joven que podía imaginar lo que sería de ella en el futuro, prestar atención al hecho de que todos los funcionarios de la princesa corrían cierto peligro me dejaba incómoda por cada uno de ellos, pero la sonrisa de ella y la ligereza con la que se movió para entrar en la mansión de nuevo me dio la certeza de que conocía muy bien al respecto y estaba convencida de que no le importaba.
Por algunos minutos me perdí tratando de imaginar mi vida en Connecticut antes de venir hasta aquí, los tonos parecían tan sin gracia ahora, que yo no sabía cómo vivía sólo en función de un empleo en una universidad mientras hay gente en ese mundo a fuera se mueven por propósitos mucho más grandes.
Cuando me moví del asiento para volver a entrar en la mansión, el brillo brillante de las joyas resplandecían a la luz del día, me llamó la atención hacia algo más allá, pise perdidamente conectada al momento por el camino de piedras que daba al lago, y suspiré pesadamente cuando vi a Karila sentada al suelo, sobre el hijab que sacó de su cabello y cubrió para sentarse, los zapatos al lado de su cuerpo, estaba libremente observando el agua en silencio.
En silencio la observaba, no queriendo romper su momento de manera inconveniente, pero ella parecía tener intuición que giró su rostro en mi dirección y movió sus cejas de manera encantadora llamándome para que me acercara.
Probé a la vista la distancia, y al fondo en el vivero de las serpientes si alguien sigue trabajando allí, pero no había nadie en el lugar, éramos solo nosotras dos otra vez.
Me senté a su lado, mirando mis alpargatas negras y bajas, retirándolas de mis pies para sentir la hierba verde tocar mi piel.
Ella parecía observar mis movimientos en silencio, hasta que la miré a los ojos, y aquella sensación de jubilo tremendo tocó en mi estómago, haciéndome revirar en todo mi interior por el honor de tener su atención y presencia, por todo lo que hicimos y todavía podía acordarme.
-¿Qué?-.
Le pregunté en voz baja mientras miraba mi ropa. Yendo con sus ojos en mis hombros reclinados un poco adelante, a mis manos apoyándose en mis rodillas, en mi pantalón y mis zapatos, parecía incluso atenta en cada detalle con sus ojos castaños hambrientos de atención.
-¿Cómo te vistes en tu país?-.
Preguntó con tanta genuina curiosidad que me hizo
sonreír, aliviada de que solo era por la moda.
-¿Cuál de ellos?
Digo, siempre he sido independiente en las restricciones de las ropas-.
Me encogí de hombros, mirando mi camisa de botones.
-Eres una mujer elegante todo el tiempo-.
Si era un elogio u objeción todavía no sabía distinguir con sus ojos en mí elucidando mis decisiones.
-¿Eso es un elogio, o estás diciendo que soy una máscara?-.
Pregunté frunciendo el ceño, su expresión de duda fue tan bonita que no contuve una risa baja.
-¿Una máscara?-.
-Sí, como la vieja moda también en la ropa, un poco más retrógrada y sosa...-.
Expliqué señalando mi ropa.
Sentí su toque en la solapa de mi camisa, y la acarició lentamente, sintiendo la textura del tejido con el pulgar.
-No es "Cara", me gustan esas camisas, a veces quiero utilizarlas-.
Comentó tocando su propia camisa negra, ahora un poco más abierta para sentir la brisa del viento refrescarla.
Noté lo genuino que parecía explicando sobre lo que vestía.
¿Cómo es posible que ella tenga un brillo tan malvado a veces?
Llevando consigo una tonelada de rencores mal resueltos, y éstos la hicieran ser tan cruel, pero también tenía algo de pureza, como si estuviera presa en una inocencia personal sólo de ella y que más nadie tiene acceso...
Me sentía privilegiada con aquello, al poder observarla de manera tan despojada y libre de tantos difíciles muros de romper que sonreí cuando me miró y me sorprendió observando en silencio.
-Y...
¿Cómo es eso en Colombia?
Nunca he oído tanto sobre ella,
¿Cómo te vestirías si estuvieras allí?-.
Preguntó en voz baja, desviándose de lo que nuestro intercambio de miradas provocó.
Ella sólo quería hablar de cosas que al final no traerían problemas, pensamientos de muerte y terror, de furia o de cualquier mierda que el presidente venía a querer hacer.
Entendía su deseo, y quería no romper ese ciclo.
Estaba bien con eso si ella también lo estaba.
-Tal vez algunas faldas largas más floridas, mi cabello quedaría amarrado por más tiempo y creo que sería más largo-.
Comenté riéndome de la situación, Colombia era
calor humano todo el tiempo.
-¿Cabello largo?-.
Comentó mirando mi cabello con atención, sus ojos parecían tan expertos, que la manera en que ella me miró de cerca me dejó un poco sin gracia a punto de recuperarme y recomenzar, mirando hacia el lago perdidamente.
-Las mujeres son un poco más provocadoras, con faldas apretadas y ropa más ajustadas, sus cabellos son largos y la danza es más caliente, el pueblo es tan radiante, hay calles tan coloridas y hay tanta gente, con tanta cultura y vida-.
Hice una pausa para observar que escuchara todo lo que tenía que decir, y estaba atenta a cada palabra.
Acerqué mi brazo al suyo, mostrando que nuestras pieles tenían una ligera diferencia de tonalidad, siempre fui demasiado blanca, y ella tenía un color tan hermoso, un bronce natural diferente, porque era de su linaje genético egipcio, su tendencia natural a seguir con él, ciclo a sus descendientes europeos y africanos.
-Y hay tanto mestizaje...
Negros, europeos e indígenas, no es una sociedad perfecta y rica, pero siempre hay un camino que trata de recorrer para ver la belleza en cada aspecto de la vida-.
Elogié sonriendo cuando la vi sonreír pareciendo deslumbrada con lo que acababa de contar.
-Me gusta la manera en que cuentas lo que tienes que decir, suenas optimista...-.
Elogió y me sentí un poco triste.
Ella no parecía ser optimista, en realidad siempre mostraba no esperar demasiado y ese hecho me sobresaltó.
Si yo fuera más optimista en voz alta tal vez la hiciera sentir bien.
-Gracias-.
Respondí lo más calmada posible, rascando mi nuca indecisa.
-Serás una buena madre, tienes el don de contar las historias que harás que tus hijos sean ricos en muchos aspectos que no sea sólo financieramente-.
Habló mirándome verdaderamente seria y honesta para que eso no me dejara aún más reacción.
No es como si pensara en tener hijos desde hace algún tiempo.
-No creo exactamente en eso a este punto, no puedo tener hijos, no genéticamente míos, la adopción es un buen punto...
Pero aquí y ahora no pienso que sea una mujer preparada para ser madre, soy impulsiva e inconsecuente todo el tiempo para romper ese vicio y crucificar a un pequeñito con mi desorden-.
Asumí tocando mi labio inferior, para alguien que anhela tanto ser madre eso debe sonar tan estúpido, ella debe pensar eso ahora sobre mí, no lo dudo.
-Eso para ti debe sonar como una estupidez, ¿No?-.
Pregunté después de un momento de largo silencio, ella parecía pensar profundamente en eso, pero al oírme negó casi de inmediato con sus ojos en el agua delante de nosotras.
-Cuando yo era joven, después de perder a mis padres y recuerdo que no quería casarme y tener hijos pronto, incluso llegué a pensar por un momento que dios me estaba castigando por ir en contra de sus deseos...-.
Asumió volviendo su mirada a la mía, un escalofrío recorrió mi piel al verla hablar en una voz tan baja y ronca.
-Pero ahora, en este momento de mi vida, me siento estúpida con la suerte de que dios me libra de promulgar el infierno por la vida de mi hijo...
No quiero que un niño sea la maldición de las cosas que están pasando y que no sea digno de vivir en la tierra-.
Su voz se rompió y eso verdaderamente cortaba mi corazón al escucharla hablar de aquello, su mirada era de negación, como si fingiera que estaba bien, pero no lo estaba.
Hay tanto de ella que no tengo idea...
-Te oigo hablar con tanto respeto sobre tu referencia religiosa que me despierta curiosidad y eres libre de ignorarme completamente si eso te molesta, pero cuando estábamos en El Kab era visible para que no estabas siguiendo al Ramadán, y que aún tienes duda en usar el hijab, sea por costumbre o respeto eterno a lo que estás habituada a ser,
¿Hay algo de que te influyó a hacer eso? Sería terrible pensar que te alejaste de tus creencias personales por alguna confusión sexual que hubiera acabado con tu vida-.
Hablé observándola negar y reír con asombro sobre aquello.
-Me alejé de mi religión no por odiar lo que es, que hay muchas distinciones entre todas las creencias universales y eso es temible por razones personales de cada quien, sólo he visto la hipocresía a lo que hacía, puede estar ciega sobre algún motivo personal que tenga y tal vez no lo ve, pero todavía soy una mujer que es capaz de matar sin arrepentirse, si me preguntas sobre cada muerte, desde el principio sangriento al momento límpido, puedo escupirte con todas las palabras que no me arrepiento de una sola, soy una mujer rencorosa, fantasmagórica y odiosa y religiosamente hipócrita, que mataba por las noches y comenzaba el día siguiente haciendo una secuencia de cinco oraciones al día.
Tengo una noción plena de lo que soy, eres sólo un detalle final, tal vez tenga que darte las gracias por hacerme ver que no voy a ser perdonada por mis actos y eso está bien, no hay nada aquí que pueda ir peor, ya debo pagar lo suficiente por mis pecados-.
Reveló casi entre decentes, enfocando sus ojos en mí sobresaltándome.
-Tal vez yo sea una página un poco sucia en su libro personal tan limpio, pero no te preocupes que en el futuro la arrancarás y fingirás que nada sucedió exigiendo tu perdón divino.
Tus virtudes se mantendrán, no te daré un arma para apretar el gatillo-.
Sugirió como preguntando mostrando cierta preocupación con virtudes.
Soy imparcial a la religión, no es que sea escéptica en cuanto a renegar de un poder superior divino, porque el exceso de cuentos y fábulas no gozan de ciertas deidades, de Karila arriba se pueden enumerar como la primera.
¿No eran estas figuras tan superiores y libres de juicios?
-Estoy bien con mi alma y ese lance de virtudes, no te preocupes en cuanto a eso, dónde me estoy metiendo ahora que que soy suficientemente americana para ser descolgada en su país y poder derramar café en el presidente sin tener que disculparme-.
Hablé dándole un guiño.
El hecho de debocar de Al Sisi la hizo sonreír negando con la cabeza.
-No tienes remedio...-.
Negó a tocando mi hombro como si su risa fue impulsada por no creer lo que fuera capaz de hablar.
-¿No?
¿Y eso te agrada?
¿El hecho de que no tenga ni siquiera un poquito de remedio y que sea una pérdida total llena de locuras?-.
Pregunté curiosamente.
Por supuesto que no daría todas las respuestas tan fácilmente, pero me gusta lo suficiente cuando se pudo escapar de su boca.
-Ya sabes...
Incluso si no me crees, la vida puede ser buena...
A veces...-.
Cité en voz baja.
Ella arqueó una ceja y pareció un poco pensante en que fuera a insistir en algo sobre toda aquella política y protección, pero no lo haría.
-¿Lo es?-.
Preguntó escéptica, no lo creía.
Me senté, inclinándome un poco para acercarme a ella.
-Sí, un poco...
Te voy a enseñar-.
Dije sutilmente, viéndola reír.
-¿Lo mostrarás?-.
Era claro que se refería al sexo.
-No sólo con el sexo, por supuesto que es una parte importante, positiva y sensible, y me parece que han ido bien que empezaras con eso-.
Mi chiste la hizo reír hasta el punto de distraerse por mi discurso cada vez un poco más cómoda de lo que podía imaginar cuando hablamos de ese tema.
-Eres tan convencida de lo que hablas,
¿No lo crees?-.
me preguntó mirándome de cerca, nosotras estábamos de nuevo susurrando, me gustaba eso, de la manera en que me acerqué apoyando mi mano derecha en la hierba para observarla mejor, con más autonomía mientras ella parecía susceptible a reclinarse a mí.
-Puedo confesarte que no siempre fue así, entonces aprovecha este momento de puro aprecio personal, ya tuve mis problemas con autonomía y amor propio en el pasado...
Hasta puedo admitir que la noche pasada pensé que ibas a huir cuando me miraras desnuda-.
Aunque ella no hubiera empezado a hablar de intimidad, todavía soy lo suficientemente humana para exponer que todavía existían estas tonterías inseguras para todos nosotros, en nuestros primeros pasos.
-¿Eres insegura con tu cuerpo?-.
Parecía confundida sobre eso, como si se tratara de una locura realista que no entendía pero me calmó, aunque mi memoria se ha puesto algo borrosa por los acontecimientos.
-No totalmente, amo mis senos, tal vez sea la parte de mi cuerpo que más ame, son realmente hermosos-.
Elogié perdidamente, observando su expresión de sobresalto, las cejas arqueadas, los labios cerrados, aquello me hizo reír tratando de no revirar los ojos.
Bueno, dije que amo mis senos tan aleatoriamente haciéndola objetar los límites de la intimidad.
-Además de Hermes y Afrodita, tal vez un poco de Narciso-.
Ella me dijo refiriéndose a un nivel diferente, así que la miré, preguntándome lo que esa mujer acababa de decir.
En el caso de la mitología griega...
-Estás alabando mi belleza, destacando mi diferencia y enumerando mi personalidad...-.
Comenté bajito, sintiéndome realmente especial con el hecho.
Ella no asintió para afirmar que estaba segura, pero mantuvo sus ojos en mí y traté de adecuarme a lo que ella hablaba.
-Eres linda, gracias por eso-.
Elogié bajito, acercándome para tocar con mi mano libre su barbilla, no se alejó, apenas observó mi mano acariciando su piel, de la mejilla al mentón en un solo movimiento con la punta de los dedos rentes a tocar sus labios rojos tan hermosos.
-Ya sabes, puedo incluso estar completamente equivocada y luego te puedes reír como si fuera la cosa más indiferente que escuchaste en toda tu vida, Karila-.
Comenté tocando con el pulgar su mejilla y centrándome en sus ojos castaños con las pestañas largas y hermosas marcadas por el maquillaje.
-Pero veo en tus ojos una perversidad tan tremenda de alguien que es capaz de cualquier cosa y eso ambiciona esa atracción, pero hay algo tan puro en ellos, como si hubieran visto tan poco de las cosas bonitas para sentirse sorprendida, un brillo torpe tan fugaz que sólo debe aparecer para misma cuando te miras en el espejo-.
Comenté perdidamente compenetrada con su mirada en mí, no se rió como pensé que iba a oírme al hablar.
Y entonces continué.
-Y en tu boca, con esa cicatriz que propaga sin dudas que es capaz de sentir dolor y de probar que no temes a nada, que se envenena y no vuelve atrás porque sabe el gusto repulsivo que tiene la agonía, al mismo tiempo me dejó un sabor tan casta en los labios, un traicionero sentimiento de que son labios tan ingenuos y tan tiernos. Quien cuidó de ti hasta aquí, te dejó inviolada a ese punto, me siento tan orgullosa cuando te toco la piel...
Expones la vulnerabilidad de un toque que cambia todo a una mujer tan experimentada con la vida que suena como una que no tuvo permiso de vivir cuando se pierde un poquito en mis caricias-.
Confié mirándola no asentir y apenas inclinarse, posando su barbilla en mi hombro, dejándome abrazarla con afecto, acaricié su cabello lisos tan perdidamente, sintiendo la urgencia extraña de aquel toque.
Me gusta cuando siempre hablo demasiado y siempre demuestra las acciones.
Su sobriedad, su posición de superioridad allí afuera, me derrite completamente cuando hace eso, cuando me envuelve en un abrazo y descansa en mi hombro sin pensar en nada, ella se mueve para mirarme y yo capto el pañuelo en su cuello, desenrollándolo con la punta de mis dedos para cubrir la hierba donde incliné su cuerpo, no dejando que ella tocara la cabeza en contacto directo con el suelo.
La miré suspirar pesadamente cuando me incliné sobre ella y apoyé mis brazos a los lados de su cabeza, sintiendo nuestros cuerpos colisionando entre nuestras ropas y la respiración caliente que me tocó la barbilla cuando me incliné más y la besé, sintiendo el placer harto de la muerte en la explotación de su boca suave, los labios carnosos tocando mi piel con lentitud cuando nuestras lenguas se entrelazaron y suspiré.
Eran tan frustrante tener que dejar de besarla para buscar más aliento, perdiendo mis besos en su cuello, sintiendo sus manos en el pie de mi cabello, manteniéndome lo suficientemente cerca, no empujándome para huir de alguien, no había nadie de quien debiéramos escapar, no hacíamos demasiado que no fueran caricias y besos tan naturales y ciertos en aquel momento que ella no se preocupaba en continuar por algún tiempo sin irrumpir con alguna desesperación.
No había nada que temer cuando estuviéramos allí, dentro de sus muros.

Hidden  (Camren Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora