11. Horneando

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Drystan Bouffart

Me muevo por la cocina viendo mis opciones de preparar un desayunado exquisito para Hazel, me he levantado un poco antes de tiempo para hacerlo con calma ya cuando despierte estará listo.

Saco unas cuantas cosas de la nevera, las voy colocando en la barra. Cortó la fruta tan cuidadosamente para no arruinarlo.

Me gusta esto, disfrutar de la cocina.

Saco mi teléfono para reproducir cualquier canción para concentrarme mejor, me siento con más entusiasmo, con más ganas de que el desayuno quede delicioso y presentable a la vista que tema arruinar los bonito que se verá.

Bato la mezcla muy bien para que no quede ningún grumo de la harina, coloco el bol en la barra para sacar la sartén que pondré a fuego bajo, coloco un trazo de mantequilla para que se deshaga mientras tanto.

Muevo mi cuerpo al son de la música, canto un poco de las notas.

—Que bien bailas Drys —una voz femenina me saca de mi burbuja—. Buenos días hijo.

La señora Arya me saluda, ya va más que cambiada con sus típicos atuendos que hace lucir.

Dejo de balancear mi cuerpo, me ha visto, me da un poco de vergüenza. Me doy la vuelta para echar el batido que he hecho.

—Buenos días —contestó.

—¿Qué preparas? —se acerca a la cafetera donde ya tengo café listo para beber—. ¿Tú lo has hecho?.

—Hago panqueques para Hazel, y si, me atreví a preparar el café —confieso poniéndole atención a mi panqueque que está en el sartén.

Me mira con curiosidad al revelar para quién es el desayuno.

—He perdido con ella ayer en una carrera del auto hasta las recámaras —le explicó—. El que perdiera haría el desayuno.

—Pues ese desayuno se ve que está quedando delicioso —le da una mirada a la fruta que he picado.

Toma un sorbo de café.

—Te ha quedado muy bueno —saborea—. Tienes el mismo talento que tu mamá, manos llenas de magia para cocinar.

Se me arruga el corazón con la mención de mi madre, si supiera cuánto amo cocinar y que cada que lo hago la recuerdo a ella o esos días que la veía en la cocina preparar el desayuno o la cena.

—Gracias, mi madre me enseñó a preparar muchas cosas —volteó el panqueque—. Mi madre intentó enseñarle a Adrien pero fue un fallido, él y la cocina no se llevan.

Volteó a ver que ha tomado asiento.

—Me tanta felicidad que se vaya a casar tu hermano —lo dice con toda la buena intención del mundo—. ¿Y tú Drystan que te hace feliz?.

—Modelar y cocinar —no dudó en decir.

—Eso lo sé, lo que quiero decir si no estás interesado en alguien...

—Oh, eso.

Lo pienso, nada se me viene a la mente. Solo sé que tengo una mejor amiga que aprecio mucho.

—No hay nadie.

—Serías un buen novio, tienes tantas cualidades que seguro que habrá muchas o muchos que quieran entrar en ese corazón —me señala—. También mereces ser feliz.

—Y lo soy, amo lo que hago y estoy feliz aquí con ustedes junto a Hazel —agregó—. Aunque he de decir que extraño un poco a mi hermano.

—Hazel y tú siempre han sido tan unidos solo que los últimos años no fueron los mejores —desvía su vista—. Para ninguna familia pero aquí están de nuevo unidos, más unidos que nunca.

Yo también quiero mi final feliz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora