capítulo 3: Flechas y sangre

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La nieve caía en un torbellino de cristales blancos, y las flechas de Ramsay y Myranda se perdían en la ventisca. Theon, como un perro fiel, recogía los animales que cazaban, siguiendo los pasos de su amo Ramsay. El vientre de Theon apenas mostraba señales de su estado, pero no tardaría en crecer.

Myranda, con su arco tenso, lanzó otra flecha, pero el consejo escapó. "¡Ve tras el Reek!" gritó, y Theon miró a Ramsay, quien permaneció en silencio. A duras penas, Theon comenzó a correr tras el consejo, dejando a la pareja sola en medio del bosque nevado.

La nieve crujía bajo los pies de Myranda mientras se acercaba a Ramsay. Coqueta, le tocó el brazo. "¿Dónde está?" preguntó, refiriéndose a Theon. Myranda sonrió y respondió: "No le des importancia". Ramsay la atrajo hacia sí y la besó, pero su mirada seguía fija en la dirección en la que Theon había desaparecido.

Theon, por su parte, corría a toda velocidad. La nieve le mordía los tobillos, y su aliento se condensaba en el aire gélido. Finalmente, encontró un árbol con una extraña forma retorcida.

"¡Reek!" Gritó Ramsay, y Theon giró en redondo, instantáneamente alerta. "Mi señor, lo siento. No quise molestar. Me distraje persiguiendo al conejo", balbuceó Theon, temblando. Ramsay apretó el puño, luchando contra sus propios demonios. No podía castigar a Theon, no ahora que esperaba un hijo.

"No te atreverás a escapar, ¿verdad?" preguntó Ramsay con una sonrisa siniestra. Theon negó inmediatamente. "Espero que no mientas, o de lo contrario, lamentarás haberlo hecho". Ramsay acorraló a Theon contra el árbol, y sus labios se encontraron en un beso desesperado.

Theon, sin embargo, no estaba pensando en escapar. Había corrido en busca de una salida, pero solo encontró nieve y más nieve. No podía abandonar a Sansa, no después de todo lo que habían pasado juntos. En cuanto escuchó el grito de Ramsay, supo que debía regresar, aunque eso significara enfrentarse a su oscuro destino una vez más.

Ramsay desvió sus ojos a las huellas del conejo, inocentes y diminutas,no se entremezclaban con las de Theon. Pero Ramsay no era un hombre fácil de engañar. Sus instintos le decían que algo no cuadraba.

"¡Mentiroso!" rugió Ramsay, su aliento formando nubes de vapor en el aire helado.

"No, mi señor", balbuceó, "el conejo se fue más lejos, pero sus pisadas desaparecieron".

Ramsay golpeó las mejillas de Theon con fuerza, y el sonido resonó en el silencio del bosque. Theon escupió sangre, manchando la pureza de la nieve. "No soy estúpido, Reek", susurró Ramsay "Tus mentiras no me engañan".

Theon temblaba, pero su mirada no se apartaba de la de Ramsay. "Mi señor", murmuró, "no hay lugar para mí en este mundo. Solo quiero estar a su lado". Sus palabras eran sinceras, desesperadas.

"Entonces sonrie para mi" ordenó Ramsay

Theon sonrió, una sonrisa torcida que mostraba sus dientes manchados de sangre. Ramsay Se agachó y besó a Theon. El omega correspondió, sus manos temblorosas envolviendo el rostro de Ramsay. Ambos quedaron recostados en la nieve, sus cuerpos entrelazados, y por un instante, el mundo exterior desapareció.



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Myranda sostenía un arco y una flecha, apuntando a la manzana que reposaba sobre la cabeza de Theon.

"No te muevas, Reek", dijo Myranda con una sonrisa burlona en su rostro.

Y mientras hablaba, una mano se deslizó sobre su abultado vientre, cubierto por gruesas pieles para protegerse del frío. Myranda odiaba ver eso. Sentía que Theon se burlaba de ella cada vez que tocaba su vientre. Como si estuviera diciendo que él era quien esperaba al hijo de Ramsay, no ella.

El Vínculo Forjado en el Dolor [Thramsey] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora